“Entre dos aguas” review

Isra y Cheíto son dos hermanos gitanos. Isra está encarcelado por narcotráfico y Cheíto enrolado en la Marina. Cuando Isra sale de la cárcel y Cheíto termina una larga misión contra que le ha llevado a Somalia y las Seychelles, ambos regresan a la Isla de San Fernando. El reencuentro de los hermanos renovará el recuerdo de la muerte violenta de su padre cuando eran niños. Han pasado doce años desde ‘La Leyenda del Tiempo’, la primera película de Isaki con los hermanos Isra y Cheíto. Ahora Isra tiene 26 años y regresa a la Isla de San Fernando para intentar recuperar a su mujer y a sus tres hijas.

Isaki Lacuesta con la notable y justa ganadora de la Concha de Oro a la Mejor Película en el pasado festival de San Sebastián Entre dos aguas vuelve pese a no ser un autor de características dogmáticas a ese peculiar formato que es el docudrama que tan bien se le suele dar al realizador catalán, este catorce años después de La leyenda del tiempo (2006) en forma de fascinante reconstrucción de una realidad que fluctúa a través de un tiempo en donde se nos sumerge en el duro presente de dos hermanos queda expuesto en un relato de forma tan genuinamente humana como desoladora a modo de representación de un propio fracaso presentado aquí a través de la desestructuración que sufren ambos tanto a un nivel familiar como social, una película que muy posiblemente y de forma algo lamentable funcione mucho mejor en ese ecosistema que son los festivales de cine que en las salas comerciales.

Es ciertamente interesante ese juego que nos propone Entre dos aguas que por momentos parece diluirse entre la realidad, ficción y temporalidad, en este sentido hay muy pocos directores en la actualidad dentro del cine patrio que a través de esta simbiosis de formatos cinematográficos logren ser tan matizados y reflexivos como resulta ser Isaki Lacuesta. La que para un servidor fue la mejor película española vista este año en el festival de San Sebastián y en definitiva en este 2018 tiene la virtud de extraer retazos de humanidad a través del documental pero siempre  a través de la supuesta ficción que el mismo formato da la impresión de crear, algo que ocasiona que ambas facciones narrativas estén separadas por una delgadísima línea pues a fin de cuentas uno llega a un momento en que no sabe dilucidar con certeza en qué punto empieza una y acaba la otra o viceversa, en tal sentido esta vuelta a la Isla gaditana de San Fernando deviene como demoledora, situada en todo momento a medio camino entre la marginalidad y el intento de integración, dicho retrato nos es expuesto a través de unas existencias estigmatizadas por el entorno y el pasado en el que sus protagonistas de alguna manera han tenido que crecer y subsistir no como han querido sino como han podido.

Entre dos aguas sin embargo y como único lastre a detectar en ella está en vislumbrar como adolece de forma evidente de una síntesis en lo referente a lo que es su evolución narrativa, hay momentos que no por buenos son ciertamente reiterativos en ella, algo que no es óbice para trazar con acierto un relato acerca de una realidad humana que nos toca muy de cerca con respecto a unas adolescencias quebradas en lo afectivo, en este sentido estamos ante una película que se moldea a su antojo a través de los dos personajes principales y el duro entorno en el que han de subsistir a través de un horizonte de difícil visibilidad, un trazado argumental que tiende finalmente a lo emocional con respecto a su cercanía, una búsqueda de autenticidad en definitiva sin apenas artificios en donde no hay cabida para la condescendencia o el tono moral, a tal respecto la apuesta por parte de Isaki Lacuesta es ciertamente tan arriesgada como satisfactoria en referencia a un dictado que hace de su sencillez su principal virtud, tan arriesgada, y como pequeño apunte anecdótico, como enfrentarte a ella sin la ayuda de unos subtítulos que te hagan entender mejor todo lo que van diciendo sus protagonistas, esto a fin de cuentas es un mal menor en un film que huye del subrayado emocional al uso, lo suyo es más bien un tipo de cine palpitante, aquel que evoca una existencia y lo que es más importante que crea una ilusión vital a través de sus primarias imágenes, en este caso expuestas de forma tan dura como conmovedora, todo ello hacen de Entre dos aguas una de las películas más estimulantes de este 2018 que está a punto de finalizar.

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