“Killing” review

En el periodo Edo del tumultuoso siglo XIX japonés, un samurai llamado Ikematsu Sosuke siente desasosiego ante la guerra y los conflictos que amenazan con romper la paz y la tranquilidad de todos.

Shinya Tsukamoto después de pasar por la Sección Oficial a Competición de la Mostra de Venecia no falto a su cita en el pasado Festival de Sitges, poco importa que sus últimos trabajos no transiten específicamente por sendas y coordenadas que en apariencia les conecten directamente con el género fantástico, a tal respecto y como ejemplo su anterior cinta bélica Fires on the Plain también presente en el certamen hace un par de años o esta notable incursión, evidentemente bajo un trazo totalmente autoral, en el chambara que es Killing no hacen sino confirmar a ese máximo exponente del cyberpunk asiático que es Shinya Tsukamoto como un autor de características indomables que casi siempre sitúa su personal mirada por encima de supuestos géneros cinematográficos, regla esta que nos dice una vez más que el estilo siempre prevalece sobre los materiales que maneja, de alguna manera y valga la redundancia su cine podría considerarse como un género en sí mismo, en este sentido afortunadamente una pieza tan pequeña pero interesante como resulta ser Killing no supone ninguna excepción en tal sentido.

No deja de ser en parte sintomático como la madurez alcanzada por el director nipón en referencia a sus últimos trabajos tras las cámaras nos muestran un acentuado y muy interesante despliegue del propio universo del autor hacia conceptos algo más amplios de los que tránsito en sus primeros films en referencia al subtexto de estas, en Killing como film complejo que es en donde la heroicidad queda en un segundo plano a favor del conflicto interno podemos atisbar en un primer momento las obsesiones temáticas de su autor con el metal, algo que ya vimos en anteriores trabajos suyos como la saga Tetsuo, Bullet Ballet o la excepcional Snake of June, aquí sin embargo no deja de ser un punto de partida a partir de poder escenificar el objeto en cuestión como eje de poder y roles de sumisión que conforme avanza la trama se diversifica en otras disquisiciones existencialistas acerca de la propia naturaleza humana, Shinya Tsukamoto sigue de alguna manera sin bajarse del burro, mostrándose irreductible en lo referido a sus formas, posiblemente algo más depuradas en referencia al buen uso que hace de la imagen digital, algo que ciertamente es motivo de celebración, en ellas seguimos atisbando imágenes agresivas y abruptas, también una cámara muy inquieta, Killing en este sentido y pese a tratarse de una pieza de cámara de connotaciones casi teatrales, apenas 80 minutos de duración, pocos personajes y un solo escenario, nos muestra a un Shinya Tsukamoto cuyo dictado vuelve a cobrar un sentido tan específico como coherente.

Como en su día Hou Hisao-hsien con la espléndida The Assassin Shinya Tsukamoto nos ofrece una visión muy personal del chambara o cine de samuráis si se prefiere, en Killing queda claro que la fuerza visceral de su autor queda plasmada e intacta en todo momento en lo que son sus imágenes, película simple y modesta, de una narrativa pausada en apariencia que bascula en todo momento a través de un contrasentido, el de la violencia, los esporádicos pero directos, ojo a ese primer y demoledor combate, estallidos de violencia que logran una desnudez fugaz provocando una desazón que difícilmente veremos en películas de generoso presupuesto en donde presenciamos un sinfín de batallas coreografiadas en beneficio del exceso pero en detrimento de lo supuestamente real, también entra en la ecuación la venganza y el honor, sus consecuencias en unos personajes y como estos se enfrentan a ella, algunos a través de un miedo tan insondable como comprensible, otros como una forma de subsistencia, ambos posicionamientos de una manera u otra derivarán inevitablemente en violencia, evitar el flujo de la sangre con el derramamiento de más sangre quedara finalmente como tesis conceptual de una narración que encuentra inequívocos desvíos a la hora de reformular conceptos ya transitados con anterioridad en el imaginario fílmico del responsable de la saga Tetsuo, en este sentido un cine tan visionario como el que nos suele ofrecer Shinya Tsukamoto encuentra aquí un prefecto acomodo en el trauma y la confrontación como única vía de escape posible, exploraciones cuyo eje siempre deriva en el conflicto, todo ello ofrecido y expuesto a modo de un irreductible sello autoral a cargo de una de los realizadores más fascinantes que ha dado el cine asiático en estos últimos años.

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