“Mano de obra” review

Francisco (Luis Alberti) y un grupo de albañiles trabajan construyendo una lujosa casa en la Ciudad de México. Tras la muerte de su hermano en la obra, Francisco se entera que su cuñada, ahora viuda, no recibirá indemnización alguna por parte del dueño de la casa. El grupo de albañiles buscará justicia no solamente por la nula compensación recibida por parte del dueño de la casa, sino también por una vida llena de carencias, contrastes y opresión.

Fue una de las propuestas más interesantes encuadradas dentro de la sección oficial a concurso en el pasado Festival de San Sebastián, un film que de forma algo inexplicable y dado el riesgo asumido no tuvo ningún tipo de presencia en el palmarés final del certamen, la cinta mexicana Mano de obra, ópera prima de David Zonana con producción de Michel Franco, se adentra de forma turbia tanto en una hiriente problemática social como en la dudosa moral adyacente en la actual sociedad mexicana a través de un interesante análisis sociológico y político.

En una edición en donde predominaron, como viene siendo normal casi habitual a día de hoy dentro de los certámenes de categoría A, trabajos que incidían en la desigualdad social contemporánea como las notables Parasite de Bong Joon-ho o Atlantique de Mati Diop por poner solo dos ejemplos, un temario por otra parte bastante recurrente dentro de un especifico cine de autor que de alguna manera nos pone sobre alerta a la hora de mostrarnos un mal que actualmente se presenta como endémico, aquel que indaga en esa brecha cada vez mayor existente entre ricos y pobres. A tal respecto el primer trabajo tras las cámaras del mejicano David Zonana Mano, inscribiéndose dentro de dicha temática y expuesta casi a modo de apéndice del exitoso film coreano, en relación a ese concepto que tiene a la casa y su posterior ocupación, como centro neurálgico de poder, deviene como una milimétrica alegoría de una desesperación que se percibe sin vías de solución. Para la ocasión no solo se limita a retratar en un claro tono realite, formato ayudado con la decisión de contar solo con Luis Alberti como único actor profesional del elenco, una desigualdad que deriva en abuso y posterior revancha, sino que se ampara a través de metáforas ubicadas en un escenario de clara estructura minimalista en lo referente a una historia contada de una manera sencilla pero convincente que terminara siendo circular en lo relativo a la incertidumbre que han de padecer todos sus protagonistas y que de una forma atroz siempre nos devuelve al punto de origen siendo su síntesis argumental aquella que nos dicta como la corrupción moral puede ir calando en según qué circunstancias en cualquier segmento de nuestra sociedad.

De alguna manera Mano de obra mediante una acertada y meritoria economía de medios, con especial incidencia en un conjunto de encuadres fijos expuestos a través del plano secuencia, que invitan al espectador a la fría contemplación, viene a representar el reverso políticamente incorrecto del relato social perpetrado por ese tótem del cine de las minorías desfavorecidas que es Kenneth Loach, el cine de ambos autores se sustenta a través de mostrarnos la degradación de tratados sociales, sin embargo la rigurosidad y austeridad formal de Mano de obra se distancia afortunadamente del tremendismo del veterano realizador británico a la hora de intentar construir unas narrativas de índole moral que no pretenden en ningún momento incidir en el subrayado ni el militarismo que intenta aleccionar a través de una injusticia social, en cierta manera David Zonana le da la vuelta narrativamente al calcetín, o si se prefiere a la tortilla, a la hora de ilustrar una antítesis que deviene como compleja en lo concerniente a emitir un determinado juicio de valor a la posición de mando adquirida tanto por unos como por otros, decantándose en aplicar diversas metáfora de claras naturalezas contradictorias direccionada para la ocasión hacia un escepticismo que la deriva por momentos al cine de Buñuel por aquello de encontrar en la más absoluta marginalidad parábolas que anidan de una forma u otra a través de la picaresca más descarnada. Inexplicablemente el film de David Zonana dio la impresión de pasar algo desapercibido por San Sebastián, una ocasión perdida en este aspecto a la hora de reivindicar una de las obras más arriesgadas y sorprendentes de las vistas este año dentro de esa nueva y emergente autoría proveniente de Latinoamérica, un tipo de cine que da la sensación en estos últimos años de avanzar muchos más rápido que el resto de filmografías en lo relativo a la indagación de dramas de índole social.

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