“Muere, monstruo, muere” review

En una zona un tanto alejada de la Cordillera de los Andes, encuentran el cuerpo cercenado de una mujer. Cruz, un oficial de la policía rural, se hace cargo de la investigación. David, esposo de Francisca quien a su vez es la amante de Cruz, se convierte rápidamente en el principal sospechoso. Cuando lo internan a David en un hospital psiquiátrico, culpa de lo sucedido a un monstruo que se le aparece repentina e inexplicablemente.

Hablando en las crónicas de la pasada edición del Festival de Sitges y a propósito de la película brasileña Morto Não Fala y su supuesta adscripción a un especifico tipo de cine proveniente de Latinoamérica que intentaba apartarse conscientemente de un tono alegórico muy visible en algunos films de dicho continente que indagan en el género fantástico últimamente, Muere, monstruo, muere del argentino Alejandro Fadel es un trabajo que transita precisamente a través de esa metáfora fantástica antes mencionada con un claro trasfondo temático que nos remite por poner un solo ejemplo a la violencia psíquica y física de los hombres hacia las mujeres, una película que nos puede remitir en lo referente a su exploración y afiliación genérica a una película tan fundamental en estos últimos años como resulta ser La región salvaje de Amat Escalante.

En Muere, monstruo, muere hay un poco de todo, evidentemente partiendo de esa metáfora fantástica en donde el terror cósmico está muy presente en un relato que nos muestra una serie de extraños asesinatos de mujeres que ocurren en la región de Mendoza teniendo en común un detalle, todas fueron decapitadas, el relato se bifurca por momentos al western e incluso al policiaco provista en ocasiones de un humor casi absurdo, en ella asistimos a una desmesura narrativa por momentos contradictoria que puede parecer tan desconcertante como ciertamente hipnótica en lo referente a sus supuestos postulados, podríamos aseverar que el film del responsable de la interesante Los salvajes versa sobre una idea que no deja de ser un simple punto de partida que deriva hacia algo más abstracto, en la película las victimas del asesino que bien puede ser humano o no son todas mujeres, en este sentido y a diferencia de La región salvaje el trazo de denuncia por las evidentes connotaciones existentes con la realidad apenas son aquí percibidas, tan solo desde un trasfondo muy leve, Alejandro Fadel que se siente más cómodo generando suspense a través de lo atmosférico y no en lo narrativo utiliza un desarrollo en su trama bastante derivativo que da la impresión de beber de fuentes tan inequívocas a primera vista como el cine de Lynch, Jodorowsky y de bastantes más referente icónicos del fantástico literario como por ejemplo de H. P. Lovecraft, a través de ellos intentar involucrar al espectador en un imaginario plagado de locura, o más bien un tratado sobre ella, el miedo y evidentemente de desconcierto en base a la creación de un microclima de tendencia ominosa que hacen complicado el dilucidar qué es lo real y que es sobrenatural, a través de estas derivaciones intuimos que la violencia de género que visionamos en la historia a modo de cruentos asesinatos está representada como un mal generalizado, un poco a la manera del Cruising de William Friedkin por poner un ejemplo, de esta manera ese ente monstruoso solo es materializado visualmente en la conclusión del relato y de manera bastante alegórica.

Muere, monstruo, muere sin embargo da la impresión de quedarse a medio camino sin que tal termino llegue a ser peyorativo, posiblemente demasiada criptica en lo relativo a sus fundamentos para el clásico amante mainstream del género, también algo extrema y abrupta a un nivel narrativo para el fiel militante al cine de autor que juguetea constantemente con el fantástico en esa clase de películas que terminan girando constantemente sobre sí mismo direccionándose hacia lugares ciertamente impensables una vez elude los parámetros de su enunciado inicial, con todo lo que esto puede acarrear y por lo que respecta a un servidor este es el cine de género proveniente de Latinoamérica que merece ser descubierto por el espectador inquieto, un tipo de cine que al igual que el Tenemos la carne de Emiliano Rocha Minter desafía continuamente al espectador en relación a una ambición y un riesgo autoral no exento de osadía e ingenio ciertamente admirable.

Valoración 0/5: 3’5