“Pelican Blood” review

Wiebke vive con su hija adoptiva Nicolina y acaba de adoptar a Raya. Las dos hermanas parecen llevarse bien, pero la pequeña empieza a mostrarse agresiva y a ser un peligro para los demás. Ante la situación, Wiebke tendrá que enfrentarse a una serie de extremas decisiones para proteger a sus pequeñas.

En estos últimos años el festival de Sitges ha sido un perfecto campo abonado y correspondiente escaparate a la hora de mostrar nuevas autorías genéricas surgidas a través de una mirada femenina, una vicisitud que a día de hoy se percibe como normalizada, en parte esto no dejaba de ser un déficit histórico que afortunadamente en la actualidad parece ya superado en referencia a su excepcionalidad, la indagación de realizadoras dentro del fantástico empieza pues a ser un denominador común como bien podemos comprobar en trabajos de autoras como Jennifer Kent, Julia Ducournau, Anna Biller o Ana Lily Amirpour por ejemplo, posiblemente la alemana Katrin Gebbe al contrario que las compañeras arriba citadas se ha ido acercando al género fantástico de una forma algo más sutil y menos expeditiva, algunos lo contemplaran como una aproximación en cierta manera no fundamentada en referencia a su auténtica adscripción genérica, Gebbe con su opera prima Nothing Bad Can Happen transitaba en un oscuro drama familiar ubicado a través de una crónica real, tras formar parte de la colectiva The Field Guide to Evil Pelican Blood se presenta como su trabajo más ambicioso realizado hasta la fecha, también el más ambiguo y difuso genéricamente.

En las pasadas crónicas del festival de Sitges hemos ido incidiendo, posiblemente de una forma bastante reiterada, en esa difusa adscripción arriba citada en el género fantástico de muchas de las películas presentes en el certamen, en un buen número de ellas impera en mayor o menor medida una indagación que se percibe como parcial o inacabada, a tal respecto las hibridaciones genéricas están a la orden del día casi a modo de un nuevo estatus autoral que años atrás era ciertamente complicado de ver pero que en la actualidad están a la orden del día, Pelican Blood, presente estas semanas en el Atlàntida Film Fest tras su paso por Sitges el pasado mes de octubre podría ser un buen ejemplo de todo ello, el film de la alemana Katrin Gebbe parte y se desarrolla a lo largo de una gran parte de su metraje a través de una premisa de claro índole dramático, su narrativa también da la sensación de no salirse de una tangente reconocible y preestablecida a la hora de abordar un complejo estudio psicológico acerca de las diferentes divergencias adyacentes en un estudio algo oscuro acerca de la maternidad, será en el tramo final de la película, en su resolución, cuando se recurra a un fantástico aderezado con algún que otro apunte direccionado al folk horror o al cine de posesiones ubicado en esta ocasión dentro del gótico estadounidense.

La pregunta vendrá dada en la medida de averiguar si dicha deriva o divergencia genérica desvirtúa o por el contrario llena de matices el relato en cuestión, digamos que ni una cosa u otra, Pelican Blood se sitúa en un punto indeterminada siendo todo una particularidad, imperfecta a todas luces, a tener en cuenta dada su atípica naturaleza, el film de Katrin Gebbe nos habla básicamente de una abnegación materna que continuamente está siendo torpedeada en lo concerniente al trauma, el proveniente de la nueva adopción y el ya adyacente con anterioridad por parte de la protagonista, en esta relación, y en parte confrontación, materno-filial percibida como resquebrajada una omnipresente Nina Hoss, que este año repite papel como madre en la encrucijada tras la notable La audición de Ina Weisse, deviene como un activo importante a la hora de contarnos una historia delimitada territorial y moralmente en los márgenes de la sociedad que aquí es percibida en su estética en base a un clima gélido gracias especialmente a una notable fotografía a cargo de Moritz Schultheiß, la trama animalista en esta ocasión actuara a modo dual, el personaje principal se niega a renunciar, tanto a la complicada enseñanza de un caballo como a la niña recién adoptada de la cual cree que sin importar lo que haya sufrido en el pasado puede ser redimida a través del amor puro que una nueva madre le puede otorgar, su conclusión, pese a una cierto falta de verisimilitud argumental, por otra parte lógica dada la dirección tomada, añadirá varios matices a una cinta que tiene al menos la virtud de no transitar en la complacencia en lo relativo a una función reflexiva que profundiza básicamente a través del concepto del adiestramiento emocional.

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