“Tenemos la carne” review

Dos hermanos andan sin rumbo por una ciudad en ruinas en busca de algo de refugio y comida. Cuando entran por casualidad en uno de los pocos edificios que quedan en pie, se encuentran con un hombre muy singular. Este extraño individuo les hará una propuesta de lo más extraña y siniestra para sobrevivir al mundo exterior.

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Posiblemente una gran mayoría de público y prensa que asistió el pasado octubre al festival de Sitges hubiera preferido que la película que más le hubiera incomodado en esta pasada edición a través de lo explícito de sus imágenes hubiera sido Grave o el último film de Rob Zombie, sin embargo el film escándalo tuvo el honor de recaer en Tenemos la carne, con todo lo que puede comportar tal termino dentro de un contexto tan determinado y particular como es dicho festival,  un producto cuya naturaleza aunque parezca mentira a estas alturas sigue siendo de difícil digestión para un cierto colectivo como el que suele subsistir cada año en Sitges, mucho más conservador y mainstream en lo referente a una serie de trabajos que anidan a través de un cierto ámbito temático de lo que se puede pensar en un principio, dejando claro que no es tan comprensivo con según qué tipo de cine (reflexión venida a mi mente después de escuchar una serie de comentarios acerca de ella), una película que la organización del festival de alguna manera intento sacar de esa especie de bendito gueto que es la sección Noves Visiones, posiblemente su destino más natural.

560048226_1280x720Tenemos la carne, el incendiario debut del joven Emiliano Rocha Minter (26 años)  tras su curioso corto su corto Dentro y que da la sensación de partir de una no autocensura propia viene a ser un perfecto ejemplo del pujante nuevo cine mexicano, nombres como Carlos Reygadas, Jorge Michel Grau o Amat Escalante (no os perdáis su notable y trascendental La Región Salvaje), o el beneplácito de directores ya consagrados como Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón a operas primas ha servido de alguna manera para que esta nueva corriente de interesante y arriesgado cine autoral empiece a sonar con bastante fuerza gracias especialmente a su prolífica presencia  por el circuito de festivales, Tenemos la carne aparte de ser una extrema ópera prima y circunvalar la atracción por lo prohibido en todo momento es un film que trata básicamente sobre los interiores, los mentales y físicos, ofreciéndonos una sugerente premisa en donde una grotesca performance de contornos hereditarios del arte y ensayo logran incidir más sobre lo ambiguo que lo preciso en lo referente a lo que es su propuesta, estructurada en base a un ejercicio cuyas pautas son lo más libre posibles, logrando expandir de la misma manera hasta límites insospechados las líneas separatorias de los géneros cinematográficos.

Tenemos la carne parte a través de un imaginario completamente desbordado, provista de una poética enfermiza y de contornos malsanos en donde vemos como dos hermanos buscan cobijo en un supuesto escenario con apariencia de bajos fondos post-apocalípticos, la irrupción de un tercer personaje (inconmensurable Noé Hernández como ente perverso y clarificador de la acción) servirá para dar entrada a todo tipo de parafilias mentales y sexuales, incesto, necrofilia y el canibalismo tendrán cabida progresivamente en un escenario en donde la naturaleza social del ser humano parece volver a unos orígenes de instintos claramente primarios. Emiliano Rocha Minter posiciona un producto de voluntario contenido grotesco y enfermizo pero de clara y fascinante expresión evolutiva situándolo en las antípodas de la indiferencia del espectador y lo que es más importante..alejándose conscientemente del sensacionalismo gratuito de la propuesta, exponiendo un discurso a través de una ambivalencia formal que parece incidir en el análisis alegórico de un México actual alienado (incidencia está muy semejante a la expuesta por Amat Escalante en La Región Salvaje) en donde el director se permite a través de una cuidadísima puesta en escena el lujo de mezclar con acierto la narración más caustica con insertos de claro tono experimental. Tenemos la carne parte del objetivo de intentar remover conciencias y conceptos en el buen sentido de la palabra, esto último no es ironía, cine valiente y de riesgo que necesita de más de un visionado para poder ser apreciado en su justa medida, a ser posible lejos de la intoxicación de ese estancado colectivo de espectadores que se levanta de las butacas a media proyección incapaz de poder asimilar independientemente de que guste más o menos unas nuevas coordenadas cinematográficas.

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