“The Congress” review

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La necesidad de dinero, lleva a una actriz (Robin Wright) a firmar un contrato según el cual los estudios harán una copia de ella y la utilizarán como les plazca. Tras volver a la escena, será invitada a un congreso, que se desarrolla en un mundo que ha cambiado completamente. Basada en una novela de Stanislaw Lem, se trata del retrato de un mundo que se dirige inevitablemente hacia la irrealidad.

Ari Folman es un director hebreo experto en el arte de mezclar el documental y la animación. Su película “Vals con Bahir” del 2008, aún sigue siendo considerada una obra maestra por muchos, de esa nueva oleada de “dibujos dirigido para adultos” que han logrado calar en según que círculos después del nuevo milenio. Ari Folman es un director astuto e inteligente a la hora de relatarnos una historia donde los sueños, las pesadillas y el horror humano se conjugan en una fantasía animada (en aquella ocasión para hablarnos de la guerra en los países árabes) y esta vez para llevarnos a un mundo fantástico tejido en un argumento mitad película mitad documental, “The Congress” es  un viaje sorprendente que se puede amar u odiar, pero que no acepta términos medios.

El precio, para todos los actores, es desaparecer, retirarse de la vida pública, a cambio de la inmortalidad, y de la promesa de la eterna juventud. El film se maneja de esta manera durante los primeros 40 minutos, cuando vemos a una Robin Wright atravesada por sus problemáticas familiares (un hijo menor con sordera y ceguera crecientes), una carrera que dejo ser exitosa hace ya algunos años y una racha de malas elecciones amorosas. Su actuación es potente y desgarradora alcanzando su punto máximo en el momento de la “clonación” y captura de movimientos cuando su agente Al, recurre al pasado para generarle lágrimas, llanto y emoción.

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The Congress” se inicia como una propuesta crítica al mundo del famoseo y las celebrities, e innovadora en cuanto a la forma de contar la historia de decadencia, con un acompañamiento musical ultra poderoso y sensible, quizás a medida que pasa el tiempo, la poca conexión de escenas, hacen perder algo de fuerza al entramado inicial, pero igualmente merece ser visto en varias ocasiones, el film lo vale, aparte de ser un puro entretenimiento audiovisual, propone una profunda reflexión personal sobre la soledad, el necesario narcisismo y la pérdida corporal. El discurso de Ari Folman es muy crítico también con el rumbo que está tomando la tecnología del ocio: tablets, móviles, foros de internet y demás, en los que nos damos a conocer mediante avatares y redes sociales que nos acompañan prácticamente todo el día, con el peligro de aislamiento que comporta. También cuestiona los derechos de imagen, la propiedad intelectual y el papel de los estudios y los productores. El debate moral es superior: individualidad, ausencia de tabús y egocentrismo sin límites frente a la interacción social y el amor desinteresado, plasmado en el que siente una madre por su hijo, que es superior a todos los demás. Y precisamente, para comprender la última escena de “The Congress“, una contundente, larga y emocionante escena muda resaltada con una música muy adecuada por parte de Max Richter, os conminamos a estar atento a ese emocionante reflejo que vemos al final, porque este reflejo nos cuenta la manera en la que el personaje de Robin Wright ha conseguido encontrar a su hijo.

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The Congress” son dos películas en una, son dos historias en una sola, son dos reflexiones llevadas a cabo a través de narrativas contrapuestas; es un documental, es una cinta de animación, es una película y al mismo tiempo no es nada de eso… por todo ello “The Congress” es esencialmente genial, única y mágica, una rara avis como pocas veces  vemos en la gran pantalla.

 

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