“A Beautiful Day in the Neighborhood” review

El periodista Lloyd Vogel recibe la misión de indagar en la figura de Fred Rogers. La empatía, amabilidad y decencia de Fred desarman a Vogel y lo obligan a examinar su propia vida.

Tomando como base argumental el artículo publicado en 1998 en la revista Esquire el tercer trabajo tras las cámaras de la realizadora Marielle Heller, tras sus nada desdeñables The Diary of a Teenage Girl y Can You Ever Forgive Me?, atesora una doble virtud que hacen junto a algunos otros atributos más una de las propuestas más interesantes de las estrenadas comercialmente en este especialmente atípico 2020, por un lado el encontrarnos ante un material excesivamente proclive a esa melosidad hollywoodiense tan característica en este tipo de productos, la relación entre dos personas en principio antagónicas, un ser de innegable luz blanca y otro de connotaciones bastantes más escépticas con el consiguiente replanteo del segundo a causa del discurso expuesto a través de diversas discusiones por parte del primero, material este que narrativamente que no deja de ser un continuo campo de cultivo en base a un subrayado visto ya en demasiadas ocasiones, por fortuna A Beautiful Day in the Neighborhood aun partiendo de cimientos ya transitados va bastante más allá que dicho concepto rompiendo la  preconcepción de lugares muy comunes a la hora de ofrecernos un discurso en donde el control de la inteligencia emocional se erige como principal statu quo del relato.

La otra virtud, entre las muchas que podemos encontrar en A Beautiful Day in the Neighborhood, viene dada en referencia a la exposición que hace Marielle Heller y sus guionistas Micah Fitzerman-Blue y Noah Harpster del consabido biopic al uso, aquí tomando una realidad como base principal a la hora de construir una supuesta ficción, encontrándonos en las antípodas del re visionado de un mito de la cultura pop norteamericana, de hecho el personaje interpretado por Tom Hanks, pocos actores logran pese a repetir sistemáticamente dicho rol saber adecuarse tan bien a este tipo de personajes, no deja de ser una especie de mcguffin dentro del relato en referencia a una figura tan popular dentro de los Estados Unidos, toda una institución como resulta ser Fred Rogers, del cual no estaría de más revisar para los que se sientan interesados por el personaje el notable documental Won’t You Be My Neighbour? de Morgan Neville en donde en cierta manera se arrogan luces y alguna que otra sombra acerca la personalidad de Rogers. A Beautiful Day in the Neighborhood sin embargo utiliza el concepto del biopic a la hora de contarnos una historia limítrofe que se retroalimenta de la ya citada, en cierta manera la historia principal versa acerca el personaje de Tom Junod, aquí bautizado en la película con el nombre de Lloyd Vogel , interpretado con bastante temple por parte de Matthew Rhys, dicho personaje en realidad vertebra todo un relato que da la sensación de anidar en relación a una toxicidad acerca de las relaciones paternas, Junod se encuentra en un momento clave, y bastante contradictorio, de su existencia, el reciente nacimiento de su hijo y la súbita aparición de un padre ausente, eje principal del trauma, hacen que dicho personaje replantee su total incapacidad a la hora de gestionar sus propias emociones, será en el encuentro entre ambos, en ese contraste entre amabilidad y crispación, en donde uno de los interlocutores duda de la autenticidad del otro cuando haga acto de aparición la colisión entre el supuesto cinismo y parte de misantropía, arraigado por los acontecimientos que le ha tocado vivir, de uno, y la comprensión, de alguien que si sabe manejar la generosidad en beneficio suyo y de sus allegados, del otro.

Alejada  en todo lo posible del feel good movie seguramente lo mejor de A Beautiful Day in the Neighborhood radique en esa supuesta autenticidad expuesta a través de los pequeños detalles, no tanto en referencia a su no militancia acerca de la bondad humana y si más en el hecho, o más bien en la pedagogía, de poder saber articularla, en cierta manera la trama narrativa planteada por Marielle Heller apenas llega a ser perceptible en referencia a su casi nulo desarrollo argumental, de alguna forma el relato no deja de ser una especie de fábula, percibida como amable pero no edulcorada, del efecto de una particular filosofía aplicada a las personas, será en relación a ese tipo de sutilezas en donde A Beautiful Day in the Neighborhood en su condición de historia que exorciza demonios internos adquiera sus muy apreciables atributos, como botón de muestra nos encontramos con esa demostrativa escena con los dos personajes principales sentados en un bar, Fred Rogers le pide a Lloyd Vogel que se tome un minuto de silencio a la hora de recordar a todos los seres queridos que han tenido un papel relevante en su vida, en parte no solo se lo pide a Vogel sino a todos los comensales que se encuentran en ese momento en el restaurante, por ende también al espectador como lo demuestra ese impresionante plano en donde Tom Hanks rompe la cuarta pared, también bastante premonitoria resulta otra escena, la final, en donde vemos a un solitario Rogers tocando el piano mientras se apagan las luces del estudio de TV en donde ha estado grabando el programa televisivo, toca con cierta agresividad según que melodías, se trata de uno de sus métodos para liberar tensión cuando algo le perturba, en base a estas series de pequeñas sutilezas es cuando nos damos cuenta de que en realidad Rogers es un ser humano, provisto de un exceso de bondad, pero humano al fin del cabo, dualidades emocionales a fin de cuentas expuestas a través de un notable catálogo de gestualidades afectivas que ponen el dedo en la llaga acerca de intentar enterrar, o por defecto hacerle frente, a esos fantasmas residuales que solemos atesorar en nuestra psique en base a las relaciones humanas que nos ha tocado vivir.

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