“Blackwood” review

Cinco chicas problemáticas se ven obligadas a acogerse a un programa experimental de enseñanza, impartido por la enigmática Madame Duret (Uma Thurman) en el internado Blackwood. Pronto empiezan a mostrar talentos singulares que no sabían que poseían, y a tener extraños sueños, visiones y lagunas de memoria. Cuando la frontera entre realidad y sueño comienza a hacerse demasiado difusa, todas comprenden al fin el motivo por el que han sido llamadas a Blackwood. Aunque puede que ya sea tarde…

No deja de ser curioso la actual recepción y posterior acomodo de según qué producciones extranjeras dirigidas por directores patrios, lo que en un principio no deja de ser una innegable congratulación al poder constatar como el talento existente en nuestro país es perfectamente exportable al exterior deviene posteriormente en una preocupación que no estaría de más que terminara en reflexión por parte de más de uno, el comentario viene a colación con respecto a la distinta acogida y posterior difusión mediática de dos películas en principio tan antagónicas pero de curiosas confluencias genéricas como son el Jurassic World: El reino caído de Juan Antonio Bayona y Blackwood del salmantino Rodrigo Cortés, salvando las muy evidentes distancias temáticas existentes en ambos films las que,  las virtudes señaladas en el film de Bayona por una gran mayoría de medios para un humilde servidor son las que realmente atesora la película de Rodrigo Cortés, estas son el dejar una impronta personal o unos rasgos autorales en un producto en un principio de encargo, esta diéresis del elogio desmesurado solo estuvo presente de forma abrupta, casi invasiva como viene siendo habitual, en la película dirigida por Juan Antonio Bayona por parte de medios afines que siguen empecinados por razones que ellos solo sabrán en confundir una innegable virtud de haber llegado por méritos propios a dirigir superproducciones Hollywoodienses con el muy discutible talento de su autor, lamentablemente Rodrigo Cortés no goza del tal beneplácito pese que en un principio un producto algo fallido como resulta ser Blackwood atesore no pocos matices dignos de ser resaltados.

Podríamos llegar a la conclusión que Blackwood se sitúa a medio camino entre su opera prima Buried y su segundo trabajo tras las cámaras, la muy reivindicable Red Lights, si la primera no dejaba de ser un pulcro y muy funcional ejercicio de estilo la segunda mostraba de forma clara unos rasgos e inquietudes autorales muy a tener en cuenta, de esta manera Blackwood basada en la novela de Lois Duncan parte de un material en principio no afín al ideario del director de origen español, una epopeya young-adult de elogiable composición visual aderezada con una muy evidente estructura gótica de clara raíz genérica que intenta por momentos alejarse de convenciones propias, una película que da la impresión de moverse continuamente a través de la confusión narrativa, muy visible en su atropellado final, sin embargo en la cinta producida por Stephenie Meyer hay suficientes apuntes, en su gran mayoría soterrados, muy a tener en cuenta, en este sentido Blackwood parece estar situándose continuamente a través de la alegoría, no muy bien desarrollada pero alegoría al fin y al cabo, la rebeldía adolescente expuesta y ubicada en una tierra temporalmente de nadie o la juventud como ofrenda al arte son solo algunos de los matices e ideas luminosas que intentan distanciarse del tópico y del molde preconcebido en un film que por otra parte no reniega de los postulados de los que parte.

Blackwood pese a sus innegables déficits, como principal falla palpable existe una difícil asimilación entre clasicismo y modernidad no tanto a un nivel estilístico pero si muy evidente en lo referente a personajes, todo ello pese a existir un empeño en impregnar al relato de un tamiz de connotaciones góticas que deviene como algo pobre en lo referente a lo más estrictamente atmosférico, de esta manera una de las cualidades de dicho subgénero como es lo sutil y lo sugerido pasa aquí a ser algo más explícito de lo habitual en lo referente a su exposición, algo que de por si no tiene que ser considerado como algo negativo, en el caso que nos ocupa deviene más como un posicionamiento autoral a la hora de expresar unos códigos estilísticos propios plenamente reconocibles en anteriores trabajos del autor, estas intenciones llevadas esos si de forma algo irregular hacen que Rodrigo Cortés logre un producto que consigue al menos ir más allá del relato sobrenatural juvenil al uso tan mal visto hoy en día por gran parte de la audiencia, lastima sin embargo que el recibimiento de esta por momento subyugante, interesante y bastante atípica propuesta no haya tenido un mayor beneplácito crítico, de alguna manera y volviendo al discurso inicial Blackwood termina siendo prisionera de una falta de mayor indagación por parte de esas caprichosas corrientes de adhesión mediática que esperemos que en un futuro como viene siendo habitual logre reparar el actual desagravio.

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