La elegancia y solidez del biopic y fabulas lúgubres de una cineasta irreductible
Terence Davies sigue incidiendo, cada vez de una forma más visible y sin muchas medias tintas ni concesiones de por medio, en un tipo de cine que parece pertenecer a una época distinta a la actual, lo suyo es un trazo autoral plenamente definido en referencia a un tipo de clasicismo que tiene la virtud de no ampararse en ninguna clase de coyunturales modismos actuales, todo un logro digno de alabar según se mire, un cine sin apenas pliegues en ese sentido, posiblemente debido a ello algunos críticos pueden considerar que Benediction sea una película que puede llegar a bordear peligrosamente lo que muchos entienden como anacronismo cinematográfico, nada más lejos de la realidad pues estamos posiblemente ante uno de los films, preciosismo y lirismo visual aparte, más ricos en matices y significados de los vistos este año en San Sebastián, la película nos cuenta como Siegfried Sassoon fue un hombre complejo que sobrevivió a los horrores de combatir en la I Guerra Mundial y fue condecorado por su valentía, pero a su regreso se convirtió en un firme crítico de la continuación de la guerra por parte de su gobierno. Su poesía se inspiró en sus experiencias en el frente occidental y terminó siendo uno de los principales poetas de guerra de la época. Idolatrado por aristócratas y estrellas del mundo literario y escénico londinense, mantuvo relaciones con varios hombres mientras intentaba aceptar su homosexualidad. Al mismo tiempo, roto por el horror de la guerra, hizo de su viaje vital una búsqueda de la salvación, tratando de hallarla en la conformidad del matrimonio y la religión.
En lo referente a su tono cinematográfico hay un sello intuido como inconfundible en Benediction que nos explica en lo concerniente a su gramática que estamos ante una película dirigida por Terence Davies, en base a grandes elipsis y elegantes fundidos situados a medio camino entre la rememoración del relato melancólico y el doloroso peso del pasado acumulado en el presente por parte del protagonista el nuevo trabajo del responsable The Neon Bible vuelve a repetir las mismas formas narrativas que ya nos mostró en su anterior y también magnifica A Quiet Passion a la hora de decantar la historia principalmente en la peripecia personal y no tanto en la creación artística del retratado, ese legado cultural sin embargo está muy presente en el relato de una forma casi omnipresente, así pues no encontramos ante un relato de tono dual en referencia a temporalidad y narrativa en donde una voz en off va leyendo poemas del artista de forma reiterada mientras asistimos a la solemnidad y el preciosismo que muestra el devenir de una vivencia dominada principalmente por el trauma, una lección de cine a cargo de un cineasta siempre exquisito en sus formas, por si esto fuera poco Benediction atesora uno de los más emotivos y devastadores planos finales que un servidor recuerda haber visto en la gran pantalla en estos últimos años.
El nuevo trabajo de la realizadora argentina Inés María Barrionuevo dio cierta sensación de ser una de las varias películas presentes este año en San Sebastián de tener un acomodo algo forzado dentro de la sección oficial a concurso, como hemos señalado en anteriores crónicas en esta edición el Zinemaldia decidió apostar de forma muy determinante por un cine de supuesto índole reivindicativo de mujeres otorgando a un servidor bastantes dudas en relación a percibir como se prioriza más el mensaje que la calidad que atesora el producto en cuestión, en Camila saldrá esta noche vemos como una chica se ve obligada a mudarse a Buenos Aires cuando su abuela enferma gravemente. Deja atrás a sus amigos y una escuela secundaria pública liberal por una institución privada tradicional. El temperamento feroz pero prematuro de Camila se pone a prueba.
Desprovista de esa coyuntura que en cierta manera trasgrede el posicionamiento social antes citado posiblemente Camila saldrá esta noche se percibe como una película algo limitada en lo concerniente a lo que son sus propias intenciones, la sensación final será la de estar ante trabajo que posee una estructura casi anecdótica, más propia, dada su naturaleza, de figurar en una sección de las características de Nuevos Directores pese al bagaje ya algo extenso de su responsable. Siguiendo unos parámetros narrativos que nos derivan en un principio al consabido retrato generacional con apariencia de coming-of-age la película de Inés María Barrionuevo nos muestra la particular lucha feminista de una joven de cierta mentalidad liberal en un país en donde aún predominan en muchas de sus instituciones una actitud de clara tendencia hacia lo tradicional, en este escenario de clara confrontación ideológica el relato fluye con cierta soltura en relación a la cotidianidad de la historia, tanto de los hechos que van haciendo acto de aparición como de los distintos estados de ánimo y dudas por los que pasa su joven protagonista ante según que acontecimientos, será en lo concerniente a su desenlace en donde su aparente y supuesto tono social combativo o reivindicativo es percibido en base a texturas pantanosas más propias del militarismo, más allá de dicho posicionamiento, loable o no según se mire, Camila saldrá esta noche termina siendo pese a su más que evidente honestidad un producto cinematográficamente tan pobre como algo gratuito en relación a como intenta exponer y desarrollar según que determinadas problemáticas sociales de hoy en día.
Es digno de elogio que un Festival como San Sebastián siga haciendo una apuesta tan decidida por autores tan poco dados a convencionalismos como resulta ser Lucile Hadzihalilovic, Premio New Directors con su ópera prima Innocence (2004) y presente en 2015 con la también extraordinaria Evolution, en Earwig se nos vuelve a situar a través de una autoría tan arriesgada como poca dada a según qué tipo de convencionalismos por aquello de las dudas que pudiera generar en un principio el adaptar una obra ajena, el rodar por primera vez en inglés o disponer de un presupuesto algo más holgado en relación a anteriores trabajos suyos, en este sentido se sigue siendo fiel a un estilo que da la sensación de ir continuamente a contracorriente con respecto a todo lo demás, la historia de Earwig nos sitúa en algún lugar de Europa, a mediados del siglo XX, Albert trabaja cuidando de Mia, una niña con dientes de hielo. Mia nunca sale de un apartamento donde las puertas y ventanas siempre están cerradas. El teléfono suena con regularidad, y un individuo conocido como el Maestro se interesa por el estado de Mia. Un día, Albert recibe instrucciones: debe preparar a la niña y salir al exterior.
Partiendo de la novela homónima de Brian Catling con Earwig Lucile Hadzihalilovic, que con solo tres largometrajes atesora un estatus ya plenamente definido tan singular como exquisito, no solo demuestra ser fiel a unas determinadas coordenadas autorales que no otorga concesiones sino que de alguna manera refuerza y amplifica dichos matices en base un material ajeno que enriquece dicho imaginario, situado a media camino entre la fábula lúgubre y la ensoñación, el cine, que como suele ser preceptivo transita nuevamente por universos atormentados y enigmáticos, de la responsable de Innocence vuelve a orbitar a través de universos femeninos en constantes peligros en donde ese statu quo en el imaginario de Hadzihalilovic que es la perdida de inocencia deviene como forzada de forma no natural, especialmente en infantes, empujados a través de un estado casi narcótico, que son manipulados por misteriosos mayores que ejercen autoridad sobre el menor en base a intenciones percibidas como poco claras, de hecho en este sentido las tres películas de la realizadora francesa podrían ser interpretadas a tal respecto perfectamente casi como de una trilogía temática se tratase. Aquí el relato, nuevamente sin apenas diálogos, es percibido incluso como algo más críptico que los anteriores trabajos de su directora, en cierta manera estamos ante un tipo de cine que prioriza por encima de todo el componente sensitivo a la hora de proponer difusas lecturas, el espectador que acepte dicha premisa ha de refugiarse más en la atmosfera de las imágenes, magistral fotografía a cargo de Jonathan Ricquebourg, que en buscar una racionalidad a una historia contada en base a una narrativa en donde no resulta fácil aplicar una lógica a según qué determinados imaginarios oníricos, en este sentido quien busque una explicación fácil a esos dientes de hielo o a ese succionador de saliva seguramente se estrelle contra un muro difícilmente interpretable . De estética tenebrista con claras texturas a relato gótico Earwig, que tiene esa virtud cada vez más difícil de encontrar en la actualidad de no generar indiferencia para con el espectador, nos cuenta un historia de tono pesadillesco, o eso se percibe, en donde el adulto protagonista del relato no llega a ser consciente del imaginario del que parece formar parte confundiendo continuamente recuerdos y pesadillas, en este apartado podemos encontrar una conexión de lo más estimulante con el Spider de David Cronenberg, todo ello expuesto en base a un cine de texturas que atesora una serie de ideas muy potentes a cargo de una de las autoras más personales, sugerentes e irreductibles del actual panorama cinematográfico.
Laurent Cantet es un autor que durante los últimos años no ha dejado de radiografiar en base a la formulación las vicisitudes y alteraciones sociales de nuestro día a día actual, su último trabajo presentado a competición no es ninguna excepción a tal respecto, Arthur Rambo nos plantea la pregunta de ¿Quién es Karim D.? ¿El nuevo escritor, joven y comprometido, del que los medios nunca tienen suficiente? ¿O su alias, Arthur Rambo, autor de mensajes alimentados por el odio que se escribieron hace tiempo y que se extrajeron, un día, de los sitios web de las redes sociales?
Uno de las mayores virtudes que podemos encontrar en el habitual ideario del responsable de Ressources humaines viene dada en referencia a plantear una determinada problemática más que juzgarla en sí misma, Arthur Rambo empieza por su ritmo e imágenes casi como una película interactiva se tratase, el tono acelerado de sus imágenes va de alguna manera en consonancia con lo que se nos quiere explicar, el auge de un joven escritor es escenificado a través de sus exitosas apariciones mediáticas, de alguna manera es el hombre del momento, al mismo tiempo que presenciamos este ascenso visualizamos en pantalla una serie de tuits anónimos bajo el seudónimo de Arthur Rambo que parecen estar situados en ese difusa línea que separa lo supuestamente políticamente incorrecto de apologías tan peligrosas como la homofobia y el antisemita, al poco sabremos que el autor de moda y el responsable de los tuits son la misma persona, a partir de dicha ruptura narrativa y en cuestión de segundos, pues en las redes sociales todo va a un ritmo vertiginoso como bien refleja la película al estar narrarla en tan solo 48 horas, lo que era un ascenso se convertirá en el descenso de un personaje que queda atrapado en el interior de una tormenta de opinión ajena, será en ese momento en donde Laurent Cantet ponga sobre la palestra a partir del concepto del héroe caído en desgracia una serie de cuestiones sobre problemas de actualidad, especialmente en lo concerniente a la verdadera identidad del individuo, si es que realmente existe tal, que conducirán al espectador a la reflexión posterior pues a fin de cuentas estamos ante un trabajo que plantea más que resuelve interrogantes, en este sentido no hay una dirección marcada en lo referente a lo que es su discurso corriendo cierto riesgo de quedarse en un territorio de nadie, también puede terminar siendo algo deficitario que su decidida apuesta hacia el debate debilite o anule casi por completo cualquier componente dramático de la historia, algo que de alguna manera no parece no importarle mucho a Laurent Cantet pues lo suyo va más encaminado a una indagación que deriva en interrogación que a una resolución de la que evidentemente la película carece.
Tras pasar por el Festival de Cannes el realizador belga Joachim Lafosse presento en la sección Perlas la cinta Les intranquilles, un inteligente drama que aborda ese espinoso tema de la enfermedad mental que se introduce y erosionan lentamente el seno de una familia, una película que tiene la virtud de no recurrir al tremendismo ni al subrayado a la hora de adentrarse en una temática que resulta ser tan compleja, en Les intranquilles vemos como Leïla y Damien se quieren con locura. Ambos luchan por mantener unida a la familia a pesar de la bipolaridad de Damien. Ninguno se rinde, aunque él sabe que nunca podrá ofrecerle lo que ella desea.
Hay algo en el desarrollo narrativo del nuevo trabajo de Joachim Lafosse que parece remitirnos al L’enfer del maestro Claude Chabrol, en ambas películas expuestas a modo de dramas que orbitan a través de la adicción somos testigos de la descomposición de una pareja que evidentemente deriva en familiar, una a causa de los celos y en la que nos ocupa por culpa de una enfermedad bipolar, ambas sintomatologías las sufren los cabeza de familia padeciéndolas las mujeres y sus respectivos hijos, en ambos relatos también podemos encontrar una cierta similitud en como se muestra una suerte de in crescendo narrativo cuesta abajo que dinamita la cotidianidad de sus protagonistas. El responsable de la también notable L’économie du couple no busca resoluciones sencillas a tal respecto volviendo a eso que se le da tan bien en su cine que es el transitar a través de un tono íntimo por la complejidad existente en las emociones de una pareja, notables Leïla Bekhti y Damien Bonnard, en base a pequeños y sutiles detalles que al final no lo son tantos pues forman parte de un elemento primordial en la trama, a través de ellos vemos como la enfermedad toma un espacio vital en el día a día del matrimonio casi a modo de ente invasor, a partir de dicho escenario se reflexiona más sobre las causas que en el motivo, más en lo concerniente a las consecuencias provocadas por dicho colapso familiar que en la indagación de un trastorno bipolar entendido como tal, especialmente en referencia a diferentes disyuntivas que se plantea un miembro de la pareja, como por ejemplo el darse cuenta que la otra persona con la que comparte vida no estará donde esperamos que esté.