Crónica Festival de San Sebastián 2021. Día 3

La mujer como epicentro y veteranos realizadores trasgresores que abrazan la explotaition

El debut en la dirección de la realizadora danesa Tea Lindeburg fue una de las pocas cintas de las varias presentes este año en el festival que logro de alguna manera solventar la pobreza de un mensaje alegórico tan manido como poco consistente gracias a un ejercicio de estilo cinematográfico potente en relación al retrato que nos hace de un asfixiante drama psicológico, a tal respecto el premio a la mejor dirección fue posiblemente el galardón más coherente otorgado este año en el certamen, As In Heaven nos sitúa a finales del siglo XIX, la vida de Lise, de 14 años, cambia para siempre. Es la mayor de sus hermanos, la primera de su familia en ir a la escuela y está llena de esperanza y confianza en la vida. Pero cuando su madre se pone de parto, pronto algo parece ir mal. A medida que cae la noche y el parto avanza, Lise empieza a comprender que el día que comenzó siendo una niña podría terminar con ella convertida en la mujer de la casa.

As In Heaven vuelve a incidir mediante la tiranía estructural del patriarcado en la precariedad de la mujer del ayer extrapolable a según qué circunstancias al presente, en realidad el mensaje que se expone en la película no va mucho más allá de dicho enunciado, en un periodo de 24 horas, espacio temporal que cambiará la existencia de la protagonista para siempre, asistimos al complicado parto de una madre, mientras tanto la hija mayor del clan familiar se debate en quedarse en el hogar o irse a estudiar a un internado de la ciudad y desligarse de ese universo plagado de dogmatismo religioso y explotación femenina en el que parece estar condenada a subsistir, llegados a este punto lo realmente interesante que vemos en As In Heaven no es tanto el mensaje, por momentos bastante obvio, y si como este queda plasmado en la pantalla a través de un preciosismo visual que por momentos puede colindar peligrosamente con lo ostentoso de dicho posicionamiento. Hace un par de años Malgorzata Szumowska intento de forma fallida hacer algo parecido aplicando el concepto me too en The Other Lamb, en este sentido Tea Lindeburg recurre a través de la imagen y el sonido a estilismos más propios del cine de terror premonitorio con reminiscencias telúricas a la hora de mostrarnos un oscuro imaginario onírico que orbita principalmente sobre los miedos y los sentimientos de culpa de la protagonista. Una película que pese a atesorar un continuo conflicto en referencia a lo que es su fondo y su forma tiene la innegable virtud de no recurrir a las proclamas gravitatorias de índole gratuitas en referencia tanto de la negación del coming of age como al sacrificio de esas mujeres que convivían en ese perturbador y marginal mundo rural de finales del siglo XIX.

La oportunidad de hacer una post crónica de un festival de cine con un tiempo de meditación holgado y una perspectiva temporal del evento y sus película bastante generoso viene en cierta manera perfecto a la hora ya no de analizar una película de las características de Crai Nou en sí mismo tanto como la incidencia y repercusión que tuvo dentro del certamen especialmente en referencia a su polémica Concha de Oro otorgada. En Crai Nou vemos como una joven intenta luchar para conseguir una educación superior y escapar de la violencia de su disfuncional familia. Una ambigua experiencia sexual con un artista será el acicate para enfrentarse a la violencia en su familia.

No deja de ser curioso que en un mismo día el Festival tuviera en consideración proyectar por primera vez dos películas que parten de un patrón narrativo casi idéntico, tanto As In Heaven como la opera prima como realizadora de la actriz rumana Alina Grigore Crai Nou nos cuentan exactamente lo mismo, incluso la conclusión de ambos relatos son bastantes simétricos, sin embargo las formas en que lo hacen son bien distintas, si As In Heaven utiliza un dispositivo formal bastante potente a la hora de retratar la asfixia de una mujer dentro de un entorno patriarcal abusivo en Crai Nou es todo lo contrario pues se vale para dicho discurso de la precariedad de recursos estéticos a la hora de retrata casi en un formato vérité esa tensión antes comentada que acontece dentro de un entorno plagado de dinámicas tóxicas. Estructurada formalmente casi a semejanza de un mockumentary de terror en donde su agresividad intensamente física, pese a que paradójicamente su realizadora recurra en más de una ocasión al fuera de campo, forman todo un statu quo en sí mismo.  El film de Alina Grigore nos retrata cámara en mano una paulatina degradación situándonos en un territorio hostil para con la mujer, esa Rumania rural termina siendo campo abonado para familias disfuncionales en donde la violencia machista forman parte de una manera casi natural del día a día de su precaria subsistencia. Dejando de un lado las formas y el fondo el problema de Crai Nou no viene en que sea una mala película de por sí, de hecho estamos ante un trabajo que pese a su evidente modestia es arriesgado a la hora de enfatizar una determinada incomodidad, el debate viene dado en base al premio principal que se le otorga que termina siendo contraproducente si la comparamos con otras películas presentes en la sección oficial que juegan en una liga bien distinta en referencia a su calidad como por ejemplo Benediction o Earwig, de esta manera lo que en un principio ha de ser un gran reconocimiento pasa a ser un incómodo cuestionamiento hacia una película loable, más propia de estar integrada en una sección de las características de New Direct@rs más dada la descubrimiento, un film en definitiva de texturas ásperas construido desde una incomodidad que en ocasiones consigue ser radical en lo concerniente a sus propósitos pero que sin embargo resulta ser algo pequeña e inferior en referencia a una comparativa de la que no sale bien parada si la encuadramos con otros trabajos presentes este año en la competición oficial a concurso.

La ópera prima del uruguayo Agustín Banchero fue una de las varias cintas que certificaron el elevado nivel visto este año dentro de una sección tan interesante como resulta ser siempre New Direct@rs, en Las vacaciones de Hilda vemos como mujer solitaria que vive en el pueblo de Concepción. Intencionalmente quiebra cualquier tipo de relación afectiva con las personas de su entorno cercano. Su vida se ve interrumpida por el aviso de que su hijo viene a visitarla después de varios años de ausencia. Así ella comienza los preparativos para mejorar su casa y su imagen que ha decaído en los últimos tiempos. Sobre la fecha, su hijo cancela la visita y la pospone por tiempo indeterminado. Ahora Hilda deberá vivir un verano en el pasado.

En Las vacaciones de Hilda, película que requiere de una cierta paciencia por parte del espectador, asistimos a un relato vertebrado en dos tiempos, de un presente invernal y deprimente pasamos a un pretérito verano luminoso, afortunadamente dicha variación temporal no resulta ser un capricho estilístico de tono críptico orquestado por el autor, como suele ser bastante habitual actualmente en muchas películas, y si una razón de ser de la propia historia a la hora de mostrarnos un drama que da la sensación de estar transitando continuamente a través de una ensoñación personal. La narrativa del film de Agustín Banchero se mueve pues únicamente en base a la memoria selectiva de su protagonista principal, la primera parte del film nos sitúa en un desalentador presente plagado de silencios pero lleno de diversos matices por descifrar siendo el segundo segmento el que mirando al pasado, una década atrás, nos explique el porqué de esa precariedad emocional que presenciamos al inicio del relato, de esta forma todo los interrogantes que el espectador se puede llegar a plantear al principio acaban resueltos a través de una historia que nos permite entrar en la cabeza de un personaje que da la sensación de no regirse de una forma lineal ni selectiva en relación a los acontecimientos externos que van ocurriendo alrededor de ella, derivándonos constantemente a un tono de cierta fantasmagoría a la hora de ofrecernos un interesante y oscuro díptico que trata principalmente sobre memoria y los detalles que quedan anclados en ella y como estos termina por desvelar la razón de ser de una desidia emocional.

Tras estar más de un año en el congelador a causa de diversas circunstancias derivadas de su algo problemática distribución el nuevo trabajo tras las cámaras del veterano Paul Verhoeven había levantado durante los últimos meses una inusitada expectación, tras su premier mundial en el pasado Festival de Cannnes Benedetta aterrizo en San Sebastián refrendando una vez más la total falta de prejuicios cinematográficos por parte del responsable de Flesh+Blood.  Ambientada a finales del siglo XV en la película vemos como una joven llamada Benedetta Carlini se une al convento de la Madre de Dios en Pescia como novicia. Supuestamente capaz de realizar milagros desde niña, la irrupción de Benedetta en la vida de la comunidad es inmediata, sin embargo la joven empezará a sufrir una serie de perturbadoras visiones a modo de visiones eróticas en donde mantiene relaciones sexuales con otras mujeres.

Quien espere de Benedetta un film ostentoso y solemne que atesore a través de su narrativa un rigor histórico solido seguramente desconocerán la filmografía de Paul Verhoeven, el realizador de origen holandés ha cimentado gran parte de su trayectoria en base a una trasgresión apócrifa en casi todos sus trabajos, su cine resulta ser tan apasionado y estridente como poco tradicional y nada austero en relación a sus formas, en cierta manera sus últimas películas no dejan de ser una lógica evolución más ampulosa, dado su actual estatus, de aquellos primeros largometrajes irreverentes que eran Turks Fruit o De Vierde Man por ejemplo. Bajo la apariencia de drama de época Benedetta abraza pues ese gusto por personajes y relatos carentes de una lógica interna que parecen orbitar a través de la trasgresión y la fisicidad fílmica excesiva, la novela Immodest acts: The Life of a Lesbian Nun in Renaissance Italy de Judith Brown es pues un caldo de cultivo perfecto para dicha ecuación, a tal respecto Verhoeven no se priva de nada y menos de ser algo gamberro en base un tono irregular que acerca al relato por momentos a la explotaition de monjas de estética algo hortera provisto de ciertos desvaríos narrativos en lo concerniente a un humor algo desvergonzado y poco dado a según qué tipo de sutilezas. Es por eso que Benedetta en lo relativo al caos lúdico por el que transita, que se detiene más la picardía de una trama lésbica, usando la religiosidad como vestimenta, que en un riguroso tratado sobre el sentido del puritanismo, no deja de ser percibida como una película provista de un generoso presupuesto pero con una indudable alma de serie B, como en realidad lo ha sido gran parte de la filmografía de Paul Verhoeven, un tipo de cine por otra parte más dado a la reivindicación a posteriori que al reconocimiento instantáneo, en tal sentido Benedetta no es ninguna excepción.

El nuevo trabajo de ese referente en la no ficción que es Claire Simon vino a confirmar ese tono heterodoxo que siempre suele estar presente de una forma u otra en la sección oficial del Zinamaldia, en Vous ne désirez que moi vemos como un hombre que mantiene una apasionada relación con una célebre escritora 30 años mayor que él necesita hablar. Está fascinado por ella y, sin embargo, siente que no puede seguir adelante. En un intento de poner en palabras la intensidad de su amor, se abre y lo describe con gran claridad.

Vous ne désirez que moi parte del material biográfico publicado de la entrevista entre Yann Andréa, amante de la célebre escritora Margarite Duras, y Michèle Manceaux, reputada periodista francesa, que es desarrollado a través de una propuesta de evidente tono minimalista en donde se intenta de forma algo forzada adecuar la palabra a la imagen, a tal respecto el film entra en una continua confrontación en lo concerniente a no saber ensamblar de una forma satisfactoria el discurso al escenario elegido para ello, es por ese motivo que Vous ne désirez que moi se mueve más por terrenos adyacentes a la obra de teatro que a un propio lenguaje fílmico que es percibido aquí como demasiado encorsetado, sin apenas escenas de exteriores y reducido en su mayor parte a un sin fin de planos y contraplanos que en ocasiones son interrumpidos de forma puntual por material de archivo en donde aparece la célebre escritora situando al film en más de una ocasión en un terreno algo contradictorio al colindar la ficción y el documental de forma poco elegante. Lo mejor con diferencia de la película termina siendo ese material original de base del que parte el relato, a través de una confesión oral asistimos a la descripción de una relación sentimental que dista mucho de ser platónica y si bastante compleja dada su aparente naturaleza de sumisión absoluta, más bien es percibida en la película como algo enfermiza e incluso patológica, a partir de ahí las reflexiones que nos podemos hacer pueden llegar a ser ricas en matices en lo relacionado por ejemplo a cuestiones tales a como artista reconocido en su labor puede llegar a ser una persona de conducta cuestionable o la disección que se hace de la prototípica figura del fanático obsesionado con el famoso aquí trasladada a un ámbito intelectual, ligeros retazos que no terminan de solventar una propuesta osada en sus fundamentos que sin embargo termina siendo algo simple en referencia a su resultado final.