Crónica festival de Sitges 2017. Día 3

Muse

Samuel Salomon, profesor de literatura, no pisa la universidad desde la trágica e inesperada muerte de su novia. Samuel sufre una recurrente pesadilla donde una mujer es brutalmente asesinada a través de un extraño ritual. De repente, la misma mujer que aparece todas las noches en su mente es hallada muerta en idénticas circunstancias a las de su sueño. Samuel se cuela decidido en la escena del crimen para averiguar la verdad, y conoce a Rachel, una joven que asegura haber soñado con el asesinato. Juntos, harán todo lo posible para descubrir la identidad de la misteriosa mujer, sumergiéndose en un oscuro mundo gobernado por las musas que han inspirado a los poetas de todos los tiempos.

Jaume Balagueró forma parte de ese grupo de cineastas patrios cuya carrera como director desde sus inicios ha estado muy ligada al festival de una manera u otra, me atrevería a decir que todos sus films como realizador con la evidente excepción de OT: la película han estado presentes en el certamen. Como no podía ser de otra manera Muse adaptación de la novela La dama número 13 de José Carlos Somoza estuvo presente en Sitges, un film que anida a través del gótico policial que pese a estar camuflado por imágenes ciertamente potentes y producción solvente no acaba de levantar el vuelo en lo concerniente a la trayectoria de un autor que da la sensación de seguir en una caída libre que empezó con su anterior Rec: Apocalypse.

No voy a caer en el recurso fácil de aseverar que Paco Plaza era el factor bueno de la franquicia Rec tras comprobar este mismo año las virtudes que atesoran tanto Verónica como Muse respectivamente, pero no deja de ser algo sintomático sin embargo el comprobar como el director valenciano sí parece haber encontrado un discurso genérico tan adecuado como propio mientras que Balagueró da la impresión de estar sumido en una involución tan perceptible como preocupante. Muse es un producto que denota un esfuerzo pero que deviene claramente fallido en unos postulados muy convencionales, dando la impresión de que en ningún momento se adecua a una a priori ambiciosa historia mitad thriller de investigación al más puro estilo El código Da Vinci mitad relato sobrenatural esotérico, ni en una ni en otra parcela hay signos del inconformismo temático que veíamos en trabajos como Los sin nombre, Darkness o la muy reivindicable Frágiles por no hablar de sus primeros cortos. Muse derrocha una corrección vacua en un relato de múltiples lecturas (esa metáfora sobre el proceso de creación daba lugar a muchas vías no exploradas) que pedía más bien todo lo contrario a lo mostrado, convirtiéndose lastimosamente en otra de esas películas Filmax destinadas a tener una modesta cuota de pantalla internacional sin reparar mucho en atesorar unos mínimos rasgos autorales en el producto.

Valoración 0/5: 2

 

Suspiria

Una joven (Jessica Harper) ingresa en una exclusiva academia de baile la misma noche en que asesinan a una de las alumnas. La subdirectora del centro es la amable Madame Blank, que brinda a la nueva alumna las comodidades y facilidades necesarias para su aprendizaje. Pero, poco a poco, una atmósfera malsana se va apoderando del lugar, y la estancia de la joven se va convirtiendo en una verdadera pesadilla.

Una de las pautas de cualquier festival de cine que se preste, o debería de serlo, es preservar y sobre todo difundir clásicos a nuevas generaciones de espectadores, y a ser posible en una pantalla grande de cine, no es tarea fácil el buscar un foco de atención en esa nueva cinefilia en lo referente a estos trabajos, la restauración de estas películas es una excusa perfecta para intentar captar dicha atención y equiparar una mirada hacia atrás. Acertadamente el festival cuido convenientemente el pase de la obra maestra de Dario Argento Suspiria, pase matinal en un sábado con el aliciente de un Q&A posterior con el propio Argento y Guillermo Del Toro, no se me ocurre mejor interlocutor que el director mexicano para estos menesteres pues si hace algo bien el autor de The Shape of Water aparte de dirigir es hablar, discernir sobre una carrera o película, esta cualidad estuvo muy presente en el debate posterior a la proyección de Suspiria. Es un poco absurdo el detenerse a analizar una obra tan mastodóntica como esta en tan pocas líneas, una película de estas características requieren espacio y tiempo de sobras, sí que este es el lugar aprovechando la ocasión de reivindicar en mi opinión la difusión de este tipo de trabajos en certámenes cinematográficos, y precisamente hoy más que nunca, aquello tan manido de educar la mirada de la nueva cinefilia adquiere un significado muy evidente en estos menesteres, unos tiempos en que cada vez se valora menos el ver cine en una pantalla grande. Una enormidad como Suspiria con la presencia de su autor casi justifica por si solo la existencia de un certamen de cine,  tanto como la justificada pleitesía que el aficionado vuelca sobre ella como se pudo comprobar en el pase del Auditori, esperemos que dicha devoción en mayor o menor medida o desde una perspectiva cercana o algo más lejana  también la podamos encontrar en la nueva versión que el próximo año veremos de la película a cargo del siempre interesante Luca Guadagnino, todo un reto del que estaremos muy atentos.

Valoración 0/5: 5

 

The Bad Batch

The Bad Batch nos cuenta una historia que se centra en una joven que pasea un desierto baldío infestado de caníbales en un futuro distópico en Estados Unidos, donde los rechazados de la sociedad están tratando por todos los medios de sobrevivir.

Aunque algo tarde (estamos ante una película que ya fue proyectada hace más de un año en el festival de Venecia y que a día de hoy está disponible en plataformas digitales como Netflix España bajo el horrendo título de Amor carnal) llego a Sitges la segunda película de la directora norteamericana de origen iraní Amy Lily Amirpour, The Bad Batch, una obra que por fortuna se aparta en algo de los excesivos manierismos vistos en su opera prima A Girl Walks Home Alone at Night para ofrecernos un trabajo mucho más complejo, matizado y diversificado, un estimulante film de tono post apocalíptico en donde la realizadora no se limita solo a referenciar espíritu y reminiscencias varias de aquel Gótico Americano del cine norteamericano de los años 70 sino que sugiere una acida y visceral parábola de la actual América ultraconservadora de la era Trump a través de un estimulante y variable concepto del spaghetti-western futurista.

The Bad Batch pese a su enunciado no funciona tanto un arma de denuncia social, en un futuro indeterminado el film comienza con la expulsión de nuestra protagonista de una supuesta jurisdicción estadounidense, en este y otros sentidos que veremos más tarde el 1997: Rescate en Nueva York de John Carpenter quizás sea la película más deudora que coexiste dentro de The Bad Batch, aquí el implacable desierto se erige como hábitat de ese grupo de personas que han sido catalogadas por el gobierno a modo de lote defectuoso entre los que podemos encontrar a drogadictos, tullidos, delincuentes etc, dentro de este escenario veremos como distintas facciones han conseguido levantar diferentes etnias, en la representación de estas es en donde la película adquiere un inconfundible aroma de distopía de reminiscencias pop y psicodélicas, es en este páramo post-nuclear es donde nuestra protagonista tendrá que encontrar su lugar siempre y cuando consiga poder sobrevivir. The Bad Batch que se mueve a través de una ingente cantidad de caricaturas icónicas, también parece retratar esa búsqueda o ese amor improbable que en la película deviene como caníbal como última opción, sin caer en el pastiche indigesto de influencias no estaría de más eso sí que en un futuro Amy Lily Amirpour consiguiera pulir, adecuar y poner algo de orden a tanto exceso y referencias autorales, por otra parte la responsable de A Girl Walks Home Alone at Night en lo referente a atesorar agudeza e ingenio en sus propuestas no es algo de la que ande escasa por fortuna.

 Valoración 0/5: 3’5

 

Loving Vincent

Primer largometraje compuesto por pinturas animadas, “Loving Vincent” es un film homenaje a Van Gogh en el que cada fotograma es un cuadro pintado sobre óleo, tal y como el propio Vincent lo hubiera pintado. Sus 80 minutos de duración están compuestos por 56.800 fotogramas que han sido pintados, uno a uno, por una gran cantidad de excelentes pintores a lo largo de varios años, todos inspirándose en el estilo y arte magistral de Van Gogh.

Loving Vincent era uno de los platos fuertes de la animación vistos este año en Sitges, un film que nace de la idea de homenajear el arte de Vincent Van Gogh y nada mejor para dicha pleitesía que contar una historia a través de ese propio arte, es precisamente ahí donde reside las indudables virtudes de un film como el que nos ocupa. Loving Vincent es ciertamente un trabajo tan atípico como meritorio, no coge el camino más fácil a la hora de explicar una historia que nos es presentada pintada al óleo. Obra inusual dadas sus características que sin embargo deviene como imperfecta o irregular a raíz de un tratado que se ve imposibilitado a la hora de equilibrar estética y narrativa, de hecho entre ambos conceptos hay una lejanía que por momentos nos puede parecer abismal y no solo en lo referente a sus respectivas formas. Es evidente que Loving Vincent se aparta de lo que conocemos como biopic al uso, este loable esfuerzo en ofrecer una premisa novedosa al servicio de una idea cinematográfica llega a ser algo contraproducente, hay momentos en la película en donde somos testigos del milagro de poder estar viendo un cuadro del famoso pintor holandés adquirir vida propia, sin embargo y de manera sistemática todo queda de alguna manera contrarrestado por una historia que no está a la altura de lo que son sus imágenes, se nos narra los últimos meses de vida del pintor a través de una suerte de investigación detectivesca que intenta indagar en los verdaderos motivos que causaron la muerte del pintor en base a testimonios de personas allegadas al artista, muchos de estos datos y detalles de sus últimos días que no son contados están basados en la correspondencia que mantenían Vincent y su hermano Theo. Los directores Dorota Kobiela y Hugh Welchman logran un esfuerzo ciertamente hercúleo en intentar retratar una determinada lucha y pasión como por momentos fue la obra del artista, lastima que esa otra lucha entre la forma y el contenido del producto no logre validar una película tan equidistante en lo referente a sus postulados.

Valoración 0/5: 3

 

Tesnota

1998, Nalchik. Una familia judía está en peligro: el hijo más pequeño y su esposa no vuelven a casa y a la mañana siguiente la familia recibe una nota de secuestro. El rescate que piden es tan alto que la familia se ve obligada a vender su pequeño negocio y a buscar ayuda a su alrededor.

La contundente opera prima de Kantemir Balagov vino a poner a la palestra su necesidad de estar presente en un festival de género como es Sitges, aunque proyectada en una sección como Noves Visions más abierta a la amplitud genérica a un servidor le cuesta encontrar esa supuesta afiliación al fantástico por muy difusa que sea, escarbando podemos discernir acerca de estar ante una película de claro envoltorio opresivo como bien indica el título, también asistimos posiblemente a la escena más cruda vista en el certamen (la reproducción de un vídeo VHS en apariencia verídico en donde rebeldes chechenos matan a prisioneros rusos para posteriormente arrojar sus cadáveres a los perros), en este sentido podríamos aseverar que Tesnota anida a través del terror social, étnico y familiar en lo concerniente a un prisma en extremo real, sea como fuera Sitges por fortuna dejo atrás tales discrepancias formales a la hora de programar, no sería justo cargar las tintas sobre una película como Tesnota y más cuando el festival se permite el lujo de programar westerns o comedietas de osos de peluche sin ningún tipo de problemas al respecto.

Disecciones genéricas aparte para más inri el film de Kantemir Balagov fue posiblemente uno de los mejores vistos este año en Sitges como seguramente lo fue anteriormente en San Sebastián o Cannes, otra cosa bien distinta es que la mayoría de público que acude al certamen no le presto la requerida atención por considerar que no pertenece a lo que ellos entienden como un producto que se aleja de la naturaleza fantástica del festival, soy de la opinión de que estamos ante un film que tiende a incomodar, al igual que la notable Caniba de Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor aunque desde un punto de vista totalmente contrario, esta apología al shock real no parece ser santo de devoción de un público más interesado en propuestas de una naturaleza más lúdica y confortable, algo que me lleva a pensar que ha sido de esa curiosidad genérica que antaño era mucho más visible en Sitges. Rodada en un angustioso 4:3 Tesnota profundiza desde dentro en lo que podríamos llamar la problemática de las raíces geográficas, a través de dicho paralelismo territorial se incide en la libertad e independencia de una emancipación no solamente física sino también mental, en este aspecto Kantemir Bagalov un autor recordemos de tan solo 26 años de edad nos ofrece una de las radiografías más doliente vista en mucho tiempo acerca de la Rusia actual, en este sentido la precisión de un cineasta tan precoz resulta por momentos asombrosa, en la película somos testigos como este no cae en el error de ser partícipe de la intensificación del sufrimiento de los protagonistas, expone pero no comparte. Tesnota será otra de las películas que con motivo de su estreno comercial volveremos a ella con más detenimiento, uno de los trabajos más interesante que ha dado este año el cine europeo y una inmejorable carta de presentación de un autor del cual habrá que estar muy atento a partir de este momento.

Valoración 0/5: 4

 

El habitante

Tres hermanas entran en la casa de un senador con la intención de robar un dinero obtenido a base de sobornos, pero, una vez dentro, comienzan a escuchar extraños gritos provenientes del sótano. Atada a una cama, las hermanas encuentran a la hija parapléjica del senador, con síntomas de haber sido torturada. Las buenas intenciones pueden salir caras, ya que la niña está poseída por un demonio.

Si en anteriores entregas de este resumen del festival de Sitges hablábamos de la fuerte irrupción del cine brasileño de género con títulos tan potentes como As boas maneiras u O Animal Cordial en donde la alegoría social estaba muy presente en la sección oficial otro país latinoamericano como el mexicano presentaba una propuesta como El habitante en donde se nos ofrece una perspectiva del fantástico bien distinta a los títulos antes nombrados. El habitante estreno mundial en Sitges dirigido por Guillermo Amoedo que anteriormente nos ofreció la peculiar The Stranger (Premio Blood Window en la edición de Sitges del año 2014) indaga a través de prototipos genéricos muy reconocibles, quizás demasiados, la película no deja de ser un continuo contenedor de referencias muy detectables por el inquieto fan del fantástico, como ejemplo algo superfluo de su argumento digamos que la película empieza de forma muy parecida al Livide de Julien Maury y Alexandre Bustillo (el mejor film del dúo francés en mi opinión), continúa bebiendo del concepto visto en un extraordinario episodio de la fundamental The Twilight Zone titulado The Howling Man para acabar siendo un conglomerado temático de otra pieza fundamental en la historia del cine de terror como es El Exorcista de William Friedkin. El habitante supone de esta manera un ejercicio de obvias referencias temáticas, un producto de disfrute tan ligero como olvidable, no hay un ápice de trascendencia ni es su intención, el problema viene dado en que tienes que ser muy revisionista del género para encontrar un esbozo de originalidad en la propuesta, esa originalidad por muy pequeña que fuera hubiera impedido que el film una vez visto quede en el más inmediato olvido dada su más que evidente obviedad temática.

Valoración 0/5: 1’5