D’A 2020: Roubaix, une lumière/ Saturday Fiction

Difícil el intentar encasillar genéricamente la obra del francés Arnaud Desplechin, quizás es por eso que una película de las características de Roubaix, une lumière sorprenda en la medida  de ser parcialmente correcta en relación a su relectura del thriller policíaco expuesto a través de un retrato de tintes autobiográfico centrado en lugares que en esta ocasión están situados no en el pasado y si en el presente, en tal sentido siempre ha existido una curiosidad algo maliciosa a la hora de poder comprobar primeras incursiones en géneros a priori no afines a su autor. En Roubaix, une lumière vemos como en la noche de Navidad en Roubaix  el jefe de policía Daoud realiza la enésima patrulla por la ciudad en la que creció. Coches robados, altercados… En el cuartel, el novato Louis Coterelle trata de reunir información sobre su nuevo trabajo. Cuando se reúne con Daoud, el primer encargo de ambos consiste en investigar el brutal asesinato de una anciana. Sólo tienen a dos sospechosas: Claude y Marie, dos chicas alcohólicas que parecen mantener una relación romántica entre sí.

Basado en un caso real, que si no lo fuera podría serlo sin ninguna dificultad dada sus características de inconfundible relato verite, Roubaix, une lumière no deja de ser un producto hibrido totalmente consiente de su condición pese a su aparente y algo equivoca corrección temática, el responsable de Les fantômes d’Ismaël, que aquí se sitúa en las antípodas de su tono novelesco auto friccionado tan habitual en su cine, deja claro que posiblemente lo que quiere hacer es jugar en cierta manera con las estrategias y convencionalismos propios del género policial al uso, más en referencia a sus formas que a su fondo, seguramente por eso el film este de forma algo caprichosa fracturado en dos partes bien diferenciadas entre sí y percibidas como totalmente opuestas por no decir antagónicas, una primera parte que nos remite a códigos del policiaco social francés plagado de lugares comunes bastante recurrente en estos últimos años, aquel que retrata un entorno social degradado en base a una mirada realista que contornea con una denuncia que afortunadamente aquí no se acentúa, a través de dicho escenario seremos testigos del devenir de varios policías y de su interacción a la hora de enfrentarse a los digamos instintos humanos más degradados producidos durante las fechas navideñas en los barrios periféricos y marginales de la ciudad situada al norte de Francia, dicho desarrollo expuesto a modo del clásico aprendizaje del recién llegado tutelado bajo el prisma del veterano, como resulta ser el personaje interpretado por Roschdy Zem, posiblemente el policía taciturno y solitario más zen en la historia reciente del polar francés, un personaje que se diría surgido del imaginario de Jean-Pierre Melville, dicho segmento esta de alguna manera direccionado a tal grado de realismo que percibimos un final de tragedia si nos atenemos a los parámetros con que este tipo de productos suelen concluir, esta finalización viene de alguna manera representada en una segunda parte del film bastante más interesante que la primera, aquí el  retrato social colectivo pasa a ser más individual, en el abandonamos las calles para adéntranos en la interioridad de los despachos, a través de ellos seremos testigos de un doble interrogatorio en relación al caso del asesinato de una anciana, este vendría a ser una suerte de continuación de aquella interesante L’appât de Bertrand Tavernier, donde esta terminaba empieza de alguna forma el segmento orquestado por Arnaud Desplechin, los mimbres son bastantes parecidos a tal respecto, una parte en donde a través de la confesión oral en base a la representación, o más bien la reconstrucción, visual de un crimen en donde se incide en la banalización del mal, o mejor aún, en la degradación moral consecuente de la social, será en ese doble retrato psicológico de las dos jóvenes acusadas, ojo a la vacía, colindante con lo terrorífico, interpretación a cargo de Sara Forestier, en donde curiosamente mejor queda retratada, que no juzgada, una sociedad sin apenas horizontes de escapatoria, un escenario urbano en donde los crímenes, casi todos plagados de múltiples matices, llegan a ser verdad.

Saturday Fiction fue una de las apuestas más importantes a priori de este D’A 2020 online, el nuevo trabajo tras las cámaras de Lou Ye viene a ser una suerte de relato de espionaje con evidentes texturas formales que nos remite inequívocamente al cine clásico de espionaje, dicho envoltorio, meritorio dada su potente elegancia formal, sin embargo no deja de ser eso, una especie de enunciado, posiblemente demasiado alargado que afortunadamente y pese a sus evidentes aristas termina siendo algo más que un vehículo de lucimiento para su actriz principal Gong Li. En Saturday Fiction vemos como una célebre actriz viaja una semana antes del ataque japonés a Pearl Harbor a la Shanghái ocupada para actuar en una obra de teatro que dirige un ex amante. En realidad, ella trabaja de forma encubierta para los aliados, su misión consistirá en descubrir las intenciones de los japoneses.

Pese a las apariencias, toda la película en realidad bascula a través de ellas, Saturday Fiction no pertenezca a ese grupo de películas que sustentan la mayor parte de su narrativa a través de conceptos académicos de época, dicha no afiliación sin embargo conlleva un cierto peaje a la hora de poder asimilar, y con consiguiente llegar a disfrutar, una trama orquestada por parte de Lou Ye que en la mayor parte del metraje lleva continuamente a confundir al espectador, el responsable de Summer Palace juega con los hechos que narra de una forma algo caprichosa, de alguna manera la película no deja de ser una partida de cartas que se niega sistemáticamente a rebelar cuáles son sus intenciones, Saturday fiction a tal respecto navega a través de un remolino de identidades confusas que sin embargo no llegan a ser enigmáticas en prácticamente ningún momento de su metraje, durante más de media hora no sabremos a ciencia cierta cuál de los protagonistas es el espía infiltrado, el que actúa como doble agente, el traidor o quien es una simple víctima de las circunstancias, para más inri en el relato los ensayos de la obra de teatro que presenciamos expuestos a modo de paralelismos hacen que la vida, o lo entendible como real, y su representación sobre el escenario por parte de sus protagonistas lleguen a confundir aún más si cabe la verdadera intención de estos, todo esto hace que de alguna manera la película este orbitando continuamente a través de una indecisión identitaria, llegando a haber tramos que dentro de esta diéresis narrativa se llegue a un momento en que incluso pueda llegar a producirse el hecho de romper la cuarta pared en referencia a ese juego de espejos que Lou Ye se niega a aclararnos. Por fortuna el último acto es el concerniente a descubrir las cartas, más que una revelación será a través de su resolución en donde encontremos los mejores momentos de Saturday Fiction, un tramo final que despojado de modismos algo académicos abraza sin complejos un thriller voraz casi asimétrico al Hard Boiled, aquel que abandona lo romántico y político para incluso contornear por conceptos épicos e incluso justicieros, será en esa media hora final en donde cualquier duda terminara siendo aclarada a través de la acción en el sentido más puro de la palabra, no es sencillo ese desafío elaborado por parte de Lou Ye en donde percibimos como una cierta irregularidad es a veces atenuada con el buen hacer de un realizador de solvencia contrastada, la pregunta para algunos vendrá dada en la medida de averiguar si dicho y complejo trayecto ha merecido la pena una vez llegados a una conclusión de connotaciones casi catárticas, a tal respecto parece claro que lo importante en esta ocasión para Lou Ye en el relato es la ambigüedad de sus múltiples mimbres en lugar de cualquier sentencia resolutoria, el problema posiblemente venga dado a través de la confrontación existente con un espectador que seguramente este más interesado en todo lo contrario.