Exposición Stanley Kubrick en el CCCB a partir del próximo octubre

Ningún otro cineasta ha encarnado mejor que Stanley Kubrick la idea del director de cine como demiurgo: un constructor de univer­sos regidos por la idea de la perfección, en el interior de los cuales todo lo humano albergaba el potencial de lo caótico. Creador de for­mas obsesivo, Kubrick recorrió géneros diversos concibiendo cada una de sus películas como una arquitectura catedralicia en la que po­der perderse a la búsqueda de sentidos ocultos y detalles reveladores. La minuciosa construcción de sí mismo como personaje –remoto, esquivo y cerebral– resulta indisociable de un discurso creativo que exploró las posibilidades del cine como medio de expresión esencial­mente plástico, tan afín a la universalidad del lenguaje de los símbo­los como reticente a los peligros de lo discursivo. En su imaginario, el gélido rigor formalista de las simetrías contrastaba con una visión pesimista del ser humano apoyada en el denominador común de la violencia, la obsesión y la pulsión de muerte.

Como escribió Eugenio Trías, “igual que el Dios omnipotente de la tradición judeocristiana, [Kubrick] estaba en todos lados, llegaba a los rincones más escondidos, lo veía todo, lo supervisaba y lo goberna­ba, en un ejercicio exhaustivo de omnisapiencia y de visión panóptica inédita en la aventura cinematográfica”. No resulta absurdo consi­derar cada una de sus películas como la sublimación de un afán –¿napoleónico?– para conseguir el control absoluto del universo. O, como mínimo, de un universo imaginario que no dejaba de ser, siempre, una reducción a escala del nuestro.

Concebida por el Deutsches Filminstitut (Fráncfort), en estrecha colaboración con Christiane Kubrick, Jan Harlan y The Stanley Ku­brick Archive at University of the Arts (Londres), que ha recopila­do documentación relativa a todas sus películas –guiones, bocetos, documentos, material de investigación, fotografías, piezas de ves­tuario y accesorios–, la exposición propone un recorrido cronoló­gico a través de la trayectoria creativa de Kubrick, desde sus años de aprendizaje como fotógrafo en la revista Look hasta sus proyectos nonatos –Napoleon, The Aryan Papers– o encargados a la responsa­bilidad de otros cineastas –A.I. Inteligencia Artificial.

De la precisión matemática de Atraco perfecto a los laberintos perversos de Eyes Wide Shut, el cine de Stanley Kubrick no cesó nunca de ampliar las posibilidades de los géneros, desafiando ta­bús de representación con una perseverancia siempre ajena a la su­perficialidad del simple golpe de efecto. Cineasta de espacios –los pasillos del hotel Overlook, las trincheras de Senderos de gloria, la Sala de Guerra de ¿Teléfono rojo?–, personajes –Humbert Humbert, Hal 9000, Barry Lyndon– y situaciones –la Técnica Ludovic de La naranja mecánica, el entrenamiento/lavado de cerebro de La cha­queta metálica–, Stanley Kubrick dejó un legado tan conciso como inagotable, un poderoso desafío intelectual y artístico tocado por el extraño don de la atemporalidad.» Jordi Costa.

Ante la nueva carrera armamentística nuclear y la inminencia de una catástrofe climática a gran escala, ¿Teléfono rojo? Volamos ha­cia Moscú (en inglés original, Dr. Strangelove) es una sátira política de máxima pertinencia. También lo es su final, con la frase «¿Qué pasaría si las mujeres dirigieran el mundo?». 2001 es todavía hoy la película más compleja que se ha hecho nunca sobre el destino de la humanidad y la inteligencia artificial. Y podríamos seguir hablando filme a filme de la actualidad del cine de Kubrick.

«If can be written, or thought, it can be filmed.»

Stanley Kubrick

 

Comisariado: Hans-Peter Reichmann, Deutsches Filminstitut (Fráncfort)

Comisario para la exposición en Barcelona: Jordi Costa i Vila

Diseño del espacio: Víctor Imperial y Andrés Ibáñez

24 octubre 2018 – 31 marzo 2019