Adoration nos presenta a Paul, un joven solitario que casualmente conoce a Gloria, una nueva paciente en la clínica psiquiátrica donde trabaja su madre. Enamorándose locamente de esta adolescente problemática y sola, Paul después de cometer un crimen huirá con ella, intentando escapar lejos del mundo adulto.
Fabrice Du Welz volvía al pasado Festival de Sitges con su nuevo trabajo tras las cámaras titulado Adoration, de forma más que merecida fue una de las películas más galardonadas en esta edición, Premio Especial del Jurado, Mejor fotografía y Méliès d’Argent. El director de origen belga ha estado en estos últimos años transitando a través del noir con películas como Colt 45 o Message from the King, films ciertamente competentes que de alguna manera son percibidos en base a su buena labor como artesano pero que quedan algo alejados por cuestiones obvias de ese imaginario tan particular visto al principio de su carrera en trabajos como Calvaire, Vinyan, indiscutible cenit de su carrera, y su reinvención de The Honeymoon Killers titulada Alleluia, un tipo de cine que basa su tesis principal a través de una búsqueda que suele devenir como visceral y en ocasiones quimérica, Adoration pertenece de una forma clara a este grupo, un film expuesto a modo de perfecto cierre de esa trilogía ardenesa formada por sus anteriores Calvaire y Alleluia.
Al igual que en las dos películas antes citadas Adoration parte del concepto del amour fou aunque aquí representado de una forma algo más íntima aún si cabe, mirándolo bien de forma algo caprichosa podría ser una ceñida precuela de su anterior Alleluia, un film en donde también encontraremos similitudes bastantes evidentes con aquel romance orgánico de la también gala Les amants criminels de François Ozon. Continuaciones esquemáticas y referenciales aparte lo bueno del cine de Fabrice Du Welz es su innegable adscripción a un imaginario tan personal como intuitivo, en Adoration están perfectamente definidos y no por ello los conceptos deja de ser nuevamente atrayentes de cara al espectador, una indagación a las profundidades de la mente en donde se explora inocencia, amor, imaginario escapista y dura realidad, a través de todos estos trayectos seremos testigos de cómo el sentimiento de amor, en el más amplio sentido de la palabra, actúa a modo de ente derrocador de lo entendible como realidad, de alguna manera los dos jóvenes protagonistas transitan en todo momento a través de fronteras terrenales, tanto físicas como figuradas, que han de ir sorteando, aunque ese recorrido o huida a ninguna parte termine siendo circular, a tal respecto queda muy claro que en el cine de Fabrice Du Welz siempre existe una colisión en relación a sus formas a la hora de saber llevarte de un relato a otro a través de un cine muy sensual pero a la vez extremadamente visceral u orgánico, Adoration es posiblemente la perfecta quintaesencia de este tratado, Fabrice Du Welz se acerca a los cuerpos de una manera casi epidérmica, pese a aparentar ser una película sencilla con respecto a su ejecución la narrativa y sobre todo la parte técnica devienen como claves y complejas a la hora de retratar con un inusual acierto un extremo realismo poético que por momentos parece surgido de imaginarios más propios del cine francés de los años 30-50.
Atmósfera abrasiva rodada en 16mm con fotografía del ya fundamental Manuel Dacosse, cuya labor en estos últimos años se percibe como totémica dentro de autorías francesas tan notables como las de Hélène Cattet y Bruno Forzani o Lucile Hadzihalilovic, y música a cargo de otro habitual como es Vincent Cahay Fabrice Du Welz tiene la virtud de trasportar al espectador a los estados mentales de sus protagonistas en relación a unos cambiantes estatus psicológicos en donde por una razón u otra vemos a unos personajes incapaces de afrontar las embestidas emocionales que están por aparecer, el concepto del amor adolescente escenificado como ente monstruoso o si se prefiere como acto de fe, será a partir de esta premisa en donde el tono onírico se adueña tanto de los protagonistas como de la historia, también lo hará el escenario como clara extensión de un estado de ánimo, aquel en que la naturaleza queda encuadrada en cada plano de la película, la enfermedad mental y la interactuación con el mundo adulto hará que dicho imaginario termine desvirtuándose hacia lo abstracto. Como buen viaje al corazón de la oscuridad que es lo que en un principio parecía una fábula intima ahora se trasforma en un cuento de hadas con claras texturas de horror, al final el mensaje vuelve a ser aquel que nos dice que la adolescencia es campo abonado para historias que terminan derrotándonos por mucho que nos empeñemos en lo contrario. Fabrice Du Welz es indiscutiblemente uno de los realizadores más importantes de la actualidad, de alguna manera pertenece a esa clase de autores intuitivos que consideran esencial la puesta en escena, los decorados y la fotografía a la hora de contarnos una historia percibida como íntima, Adoration, que termino siendo una de las cimas autorales más interesantes de las vistas el pasado año en Sitges, ejemplifica ese tratado a la perfección.