“Sisu” review

Durante los últimos y desesperados días de la Segunda Guerra Mundial, un solitario buscador de oro (Jorma Tommila) se cruza con los nazis en una retirada al norte de Finlandia. Cuando los nazis le roban el oro, descubren rápidamente que no se han metido con un minero cualquiera. Aunque no existe una traducción directa de la palabra finlandesa “sisu”, este legendario ex-comando encarnará lo que significa sisu: una forma de coraje y determinación inimaginables frente a probabilidades abrumadoras. Y no importa lo que los nazis le echen encima, el escuadrón de la muerte de un solo hombre hará todo lo posible por recuperar su oro, aunque eso signifique matar a todos los nazis que se crucen en su camino.
Dentro del ecosistema de festivales suele ser bastante habitual el sacralizar a una serie de realizadores que han estado muy presentes, en la plasmación de trayectorias paralelas, tanto por parte del certamen, como por la del propio realizador. En esa especie de caminos equidistantes entre autor y evento, el finlandés Jalmari Helande se le podría otorgar perfectamente la etiqueta de sospechoso habitual de Sitges, no en vano, dentro de su aún exigua carrera, solo tres trabajos en su haber, dos de sus largometrajes se han alzado con el Premio a la Mejor Película. Sisu, ganadora de Sitges 2022, nos relata de forma minimalista, casi a semejanza de uno de esos texto de Richard Matheson que parten de lo anecdótico o cotidiano, el fatídico encuentro entre un buscador de oro, que deviene en el característico héroe arquetípico, y un grupo de nazis en la Finlandia de 1944, a partir de ese momento se desatará una brutal cacería por parte del primero hacia los segundos.
Si en anteriores trabajos de Jalmari Helande, como Rare Exports: A Christmas Tale (2010) o Big Game (2014), se percibían unas enormes deficiencias en el manejo de según qué conceptos genéricos, destinados en su gran mayoría a un tipo de cine de gran consumo, en Sisu, dicha problemática queda parcialmente subsanada por su condición de entretenimiento irresistible, pues en cierta manera no existe una narrativa entendida como tal, lo más importante es ni falta que hace, tampoco ningún atisbo a la hora de buscar capas de lectura en una historia que prescinde de ellas en su totalidad, en realidad todo el relato se estructura a través de una serie de set pieces bien ejecutadas. A tal respecto estamos ante una película que aboga claramente por una serie de iconografías genéricas, de clara tendencia evasiva, que tiene la virtud, pese a lo desmedido que resulta como ejercicio de acción ultraviolenta, de ser concisa y rigurosa, también derivativa tanto del cine exploitation de los años 70 como de conceptos tales como el Weird Western, el slapstick, viendo la película nos puede venir a la mente imaginarios propios de Chuck Jones y Tex Avery, o el relato bélico pulp. Para más inri, su enervado lenguaje, de naturaleza estrictamente visual, que recurre sin disimulo a la hipérbole, deja en un segundo plano la propia intrascendencia de la propuesta.

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