“Sunderland ‘Til I Die”, crónica de un infortunio

El documental de índole futbolístico realizado en las islas británicas siempre se ha posicionado como indiscutible punta de iceberg en lo referente a su calidad a la hora de equipararla a trabajos provenientes de otras nacionalidades, la diferencia cualitativa con respecto a otros países deviene casi como abismal y raro es el año en que no surja una joya documental evidentemente relacionada en su gran mayoría con el futbol de dichas latitudes, George Best: All By Himself, I Believe in Miracles, Kenny o la reciente Bobby Robson: More Than a Manager son solo algunos ejemplos de todo ello, la fuerte irrupción de plataformas televisivas de streaming han hecho que dicha temática se expanda ahora al formato de docuseries, si Amazon nos ofrecía el pasado año la algo funcional All or Nothing: Manchester City en donde éramos testigos de la trayectoria del equipo de Pep Guardiola en la temporada 2017-18 en la que ganaron dos de los cuatro trofeos disputados ese año Netflix con Sunderland ‘Til I Die dirigida por Myles Judd y Jonna McIver nos presentó en este recién finalizado mes de diciembre una de las mejores series visionadas por un servidor en el ya extinto 2018.

Comienzos de la temporada 2017-2018, el modesto pero histórico club inglés Sunderland fundado en el año 1879 inicia su andadura como recién descendido en la complicada Championship, el equivalente a la segunda división de la liga inglesa, lo que en un principio termino poco meses atrás en una gran desilusión por dicho descenso de categoría acaba convirtiéndose en esperanza ante el reto de volver lo antes posible a la Premier League, con el general manager Martin Bain y el nuevo entrenador Simon Grayson al mando del club Sunderland ‘Til I Die nos retrata el día a día, expuesto de una forma casi invasiva, de una de las temporadas más fatídicas en la historia del club del noreste de Inglaterra.  En su gran mayoría el documental de inequívocas connotaciones futbolísticas anida principalmente a través de diversas miradas y testimonios en relación a la subcultura de dicho ámbito deportivo, ya sea en referencia a directiva, entrenador, jugadores o afición, este tipo de historias se suelen mover a través de la épica, o mejor dicho a partir de una trayectoria que normalmente termina finalizando en ella, no ha de ser por fuerza la conquista de un título importante basta con resaltar las virtudes de un recorrido en concreto, la gran valía entre otras muchas cosas de Sunderland ‘Til I Die es que ese supuesto trayecto hacia la digamos gloria deportiva va en un sentido inverso, en esta ocasión la épica se va convirtiendo lentamente en una decepción que conforme avanzan los ochos episodios que forman parte de la serie, de unos cuarenta minutos de duración cada uno, se va trasformando en una tragedia difícil de esquivar, aunque por increíble que pueda parecer la épica pese a ese trayecto contrario antes comentado sigue estando muy latente en toda la narrativa expuesta en la serie.

Sunderland ‘Til I Die es una indiscreción en sí misma, todo se puede ver y todo está al alcance del espectador dejando ese cierto secretismo tan característico en el mundo del futbol a un lado, de alguna manera es el paradigma de como adentrarse y mostrarnos de puertas adentro todas las interioridades de un club de futbol, este día a día recorre y nos muestra las entrañas de un entorno sin apenas cortapisas, en el vemos a mucha gente relacionada con el club pero en especial a los aficionados que hacen de su presencia en el estadio a cada jornada un ritual en base al consabido cambio de humor según el resultado conseguido, todos ellos sirven de testimonio de una vida que deviene casi como interna, ante tal claridad expuesta no es de extrañar que varios de los implicados principales en la historia hayan quedado algo molestos ante el resultado final al comprobar el alto grado de interioridades mostradas como ha sido el caso de los entrenadores Simon Grayson y de su sucesor, el galés Chris Coleman (ex Real Sociedad) quien venía a mitad de temporada como un revulsivo de prestigio tras clasificar contra todo pronóstico a la selección de Gales para semifinales en la pasada Eurocopa de 2016, la serie también viene a ser un curso acelerado de la gestión deportiva desde los despachos, en ellos vemos como el general manager Martin Bain intenta salvar en base de infructuosos malabares (principalmente en lo referido a fichajes de medio pelo en la ventana invernal cuyo resultado final termina asemejándose al de una tirita que intenta infructuosamente detener una hemorragia sanguínea bastante considerable) a un barco que irremediablemente va a la deriva, tanto a un nivel deportivo como económico, si bien los mimbres del club son los adecuados, fantásticas instalaciones deportivas con un magnifico estadio como es el Stadium of Light con capacidad para 49.000 espectadores o una afición fiel que en cada desplazamiento mueve cerca de 1000 seguidores, la raíz del problema, o la que se intuye, viene dado en la medida de que el principal accionista del club, el estadounidense Ellis Short, decide cortar de golpe el flujo económico con vistas a vender el club a final de temporada, hecho que motiva que en el mercado de invierno se tenga que deprender de jugadores vitales en el equipo como por ejemplo el delantero Lewis Grabban a la hora de equilibrar la balanza económica, en este sentido una de las muchas e interesantes reflexiones que lanza la serie es la difícil convivencia entre una comunidad de seguidores siempre volcada con su club desde tiempos inmemoriales y unos propietarios con una presencia física casi invisible y que en el mayor de los casos devienen como ocasionales.

Cuando más arriba hacía referencia a esa épica expuesta a la inversa hay un dato muy a tener en cuenta en como esta llevada tal narrativa en la serie, coger una realidad y friccionarla de tal manera que haga de una forma casi imperceptible que estamos presenciando una realidad, bastante cruda en su misma, como tal. Hay una frase muy recurrente últimamente en el mundo del futbol, es aquella que nos dice que muchos de los aspectos de dicho deporte se rigen a través de estados de ánimo, tanto dentro como fuera del campo, Sunderland ‘Til I Die de manera notable se sitúa un escalón por encima de dicha aseveración, de alguna manera nos viene a contar que el amor hacia unos colores no dependen solamente del fracaso o del éxito, de los objetivos deportivos en definitiva, en dicha aseveración poco importa que la meta sea ganar una Champions League o salvarse de un descenso de categoría, que sea un club grande o modesto (servidor como fiel aficionado a dos equipos totalmente antagónicos  en referencia a su presupuesto doy constancia que dicha empatía y celebración de objetivos conseguidos aunque difieran en las formas son semejantes en su fondo) una gran ciudad o una pequeña comunidad como es el caso de Sunderland en donde la gran mayoría de sus 177.000 habitantes son fieles seguidores a su club, algunos de los cuales incluso en el momento de su defunción son enterrados con la camiseta del equipo por expreso deseo, aquello de a las duras y la maduras cobra pues una especial relevancia en Sunderland ‘Til I Die, por muy mal que vayan las cosas siempre habrá un mañana, un reset emocional que difícilmente quedara anulado, con él hará acto de aparición la regeneración de una ilusión que forma parte primordial de una afinidad empática que deviene como inquebrantable por parte del auténtico aficionado que suele sentir devoción hacia unos colores, pase lo que pase…