“Teddy” review

En los Pirineos franceses, Teddy sobrevive trabajando en un salón de masajes. Un día, a principios de verano, el joven es atacado y arañado por una bestia; probablemente, el lobo tras el que andan todos los granjeros del lugar. Al cabo de unas semanas, empieza a sentir cierta pulsión animal.

Teddy, el nuevo trabajo tras las cámaras de los hermanos Boukherma tras su interesante opera prima Willy 1er fue una de las cintas que se pudieron ver el pasado año en Sitges que atesoraban esa nomenclatura del sello Cannes Selects, coyuntura que hizo que el film, al igual que otros varios, tras no poder estar presente en el nonato certamen galo, seguramente incluida en algunas de sus secciones paralelas, viniera a Sitges de alguna manera virgen en referencia a visionados y opiniones previas, esa escasa información sobre ella hizo que en cierta forma se recobrara una sensación habitual dada por perdida hace mucho tiempo, de cierto encanto, aquella en donde los festivales de cine de antaño daban la oportunidad de enfrentarse por primera vez a una película libre de prejuicios e intoxicaciones por parte de terceros.

También posiblemente por todo ello, y no deja de ser algo sintomático en relación a cómo funciona en base a diversas sinergias la crítica actual, la comedia dramática de genero fantástico Teddy causo una sensación de bastante disparidad y desubicación entre los asistentes a la proyección, algo que nos puede llevar a pensar que la crítica y el público de Sitges empieza a estar muy normalizado, o adocenado si se prefiere, en lo relacionado a una asimilación habitual de films con referencia previa. Centrándonos en Teddy la película reformula el concepto tradicional del hombre lobo adolescente pero desde un prisma local bastante particular, de carácter casi autóctono, en este caso no sería temerario el afirmar que Teddy sería lo más cercano a parecerse a una película de terror firmada por Bruno Dumont, a tal respecto encontraremos más de una similitud con la serie Li’l Quinquin en relación a un film que atesora diversas vertientes narrativas a la hora de dinamitar las fronteras, aquí ya muy difusas, entre géneros cinematográficos, evidentemente estamos ante un relato de naturaleza fantástica barnizado con un toque de comedia negra y cierta crítica social en base a una visión muy realista de esa Francia profunda en donde impera por encima de todo tanto la pobreza social como la intelectual dando lugar a una completa ausencia de perspectivas esperanzadoras por parte de la juventud, en ambos trabajos se nos sitúa en una comunidad rural francesa en donde confluyen una galería de personajes trazados a través de ese patrón de humor situado a medio camino entre la irreverencia y un humor absurdo en ocasiones colindante con un Cartoon al uso desvirtuado en relación a diálogos que dan la sensación de ser imposibles de catalogar.

En tal respecto Teddy utiliza ese elemento fantástico de la transformación en una bestia a la hora de extrapolar desde lo distendido de su tono una alegoría con texturas propias del coming age en relación al inadaptado y la imposibilidad de este de formar parte de un contexto social predeterminado del que está excluido, tanto en lo referido a su forma humana como evidentemente animal, en este sentido podemos percibir en lo concerniente a registros totalmente distintos alguna que otra concomitancia a través de esa confluencia genérica con la notable As boas maneiras de Juliana Rojas y Marco Dutra. Teddy utiliza pues de forma inteligente ese subtexto fantástico del subgénero de la licantropía relacionado con el cambio hormonal en la adolescencia en base a una mirada desvirtuada y algo excéntrica aquí expuesta a un nivel contestatario mostrada desde un tono de humor supuestamente vulgar, en ocasiones grotesco, pero provisto de connotaciones muy sutiles, a la hora de ceñirse a unas pautas genéricas bastante reconocibles dentro del fantástico, aquella en donde vemos la trasformación como una forma de extraer toda esa violencia acumulada por parte de un protagonista que parece estar la mayor parte del tiempo al borde del estallido emocional. Una película en definitiva que nos habla principalmente sobre la diferencia y que certifica junto a otras cintas de similar tono, como bien se pudo comprobar en la pasada edición del Festival de Sitges, el buen momento actual que parece estar atravesando el cine de género francés.

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