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Crónica Festival de Sitges 2020. Día 10

Kandisha

Tres chicas, que han sido inseparables desde niñas, invocan el espíritu de Kandisha, una criatura vengativa e inquietante que se encuentra en las leyendas marroquíes. Lo que solo pretendía ser un juego se convierte en una pesadilla cuando las relaciones cercanas del trío comienzan a desaparecer en circunstancias cada vez más trágicas.

Alexandre Bustillo y Julien Maury volvían a Sitges con su nuevo trabajo titulado Kandisha, una película que supone  el regreso de los realizadores galos a su país de origen después de un más que traumático paso por tierras estadounidenses, un trayecto este último plagado de varios proyectos cancelados y un film tan impersonal como carente de cualquier tipo de autoría como resulto ser Leatherface.

Viendo como está trascurriendo su trayectoria posiblemente sea el momento idóneo de intentar saber posicionar con una mayor perspectiva y ecuanimidad el lugar ocupado por Alexandre Bustillo y Julien Maury dentro del género fantástico europeo pues en cierta manera pertenecen a esa clase de autores que parecen no haber cumplido del todo las expectativas iniciales atribuidas a su opera prima, o más bien se han visto incapacitados a la hora de satisfacer el ruido mediático generado en su debut. Es evidente que À l’intérieur marca de alguna manera un punto álgido de aquella tendencia fílmica denominada extremismo francés, una película sin embargo más direccionada a ser aplaudida y etiquetada en base al concepto por el que se movía que por sus propios méritos cinematográficos. Sea como fuera los posteriores trabajos de Alexandre Bustillo y Julien Maury no han estado sustentados a través de esa atribuida autoría de talante rompedor que a su manera redefiniera conceptos dentro del fantástico como si se percibe de algún modo en la trayectoria de su compatriota Pascal Laugier estando más cerca en espíritu a Alexandre Aja en lo concerniente a recurrir a la referencia, e incluso en ocasiones a trabajos de claro carácter alimenticio, como se ha demostrado en sus películas posteriores Livide, posiblemente su mejor película realizada hasta la fecha, Aux yeux des vivants y Leatherface. Kandisha pertenece de una forma evidente a este grupo de trabajos expuesto aquí en base a una entretenida y funcional reinterpretación narrativa del Candyman de Bernard Rose. Un film competente en base a una cuidada factura técnica pero intrascendente más allá de ser un mero entretenimiento genérico de unas claras y nada disimuladas texturas comerciales que transita a través de un terror urbano con espíritu vengativo de por medio situado escénicamente en las periferias de los barrios humildes de las grandes ciudades a la hora de indagar en la parte ancestral y exótica de la leyenda maldita siempre dentro de un contexto de realismo social. La película de Alexandre Bustillo y Julien Maury, que ya tienen un nuevo film listo titulado The Deep House, se aparta por consiguiente de ese supuesto tono trasgresor que algunos quisieron ver en À l’intérieur, a tal respecto posiblemente lo mejor de Kandisha radique en ser conciente de sus propias limitaciones siendo un producto de terror tópico, sencillo y directo, alejado de supuestas pretenciosidades nacidas bajo el amparo de unas expectativas tan elevadas como mal interpretadas en su momento.

Valoración 0/5: 2

 

May the Devil Take You Too

Dos años después de escapar del demonio, Alfie y Nara tratan de rehacer sus vidas. Pero la primera sigue atormentada por la culpa y sufre visiones extrañas. En realidad, el tormento está muy lejos de haber terminado, ya que una entidad ávida de almas acecha todos sus pasos.

Podríamos aseverar a estas alturas que el realizador indonesio Timo Tjahjanto es todo un referente en lo concerniente al cine de género proveniente de Asia, la curiosa Macabre fue su primera toma de contacto con el terror, tras sus correctas participaciones en las colectivas The ABCs of Death y V/H/S/2 en 2018 presento en Sitges por partida doble The Night Comes for Us y May the Devil Take You, esta última una cinta de terror satánico y posesiones expuesta a modo de una efectiva catarata de jump scares cuya segunda parte, fiel en estilo y espíritu a la primera, estuvo presente este año en el certamen catalán.

Ya habíamos hecho referencia en anteriores crónicas de esta edición de como el cine de horror proveniente de Indonesia ocupo este año en Sitges un lugar bastante privilegiado en referencia a las cinematografías asiáticas que transita a través del terror, junto a Impetigore y The Queen of Black Magic el film de Timo Tjahjanto se erigió como uno de los más incisivos en esa cada vez más complicada tarea de intentar satisfacer las exigencias del actual fandom del fantástico. En tal sentido May the Devil Take You Too sigue las mismas directrices que su antecesora, si acaso amplifica aún más los conceptos antes mostrados en base a ser ese tipo de cine que en ningún momento quiere disimular las que son sus referencias, en este caso y de forma muy evidente las dos primeras partes de la saga Evil Dead de Sam Raimi, aquí mostrado en base a una acción escenificada primordialmente a través de un espacio cerrado en donde sus habitantes ocasionales son sistemáticamente atacados por una deidad de índole demoníaco en relación a la continua exposición de un terror visceral expuesto a modo de tren de la bruja permitiéndose el lujo Timo Tjahjanto incluso de apuntar en la historia ciertas texturas del folklore asiático, un producto afín de cuentas en donde no parece llegar a ser un déficit, de ahí su gran virtud, el seguir por unas rutas genéricas percibidas y desarrolladas como muy prestablecidas.

Valoración 0/5: 3

 

Tin Can

Mientras el planeta sucumbe a una plaga mortal, una parasitóloga queda encerrada en una cámara de suspensión vital. Al despertar, halla a los herederos de la Tierra y, para sobrevivir, deberá acabar con los últimos vestigios de su propia especie.

Hace un par de años el joven realizador canadiense Seth A. Smith presento en Sitges la interesante The Crescent, historia de fantasmas de trazo vanguardista  y estructura algo arty anclada en un limbo temporal que nos remitía fugazmente a texturas propias de la fundamental The Twilight Zone, con Tin Can, su tercer trabajo tras las cámaras, presente en la sección Panorama Fantàstic cambia casi por completo de rumbo y tono a la hora de ofrecernos un modesto y curioso relato minimalista de ciencia ficción.

Tin Can nace de la necesidad perentoria de ese concepto de intentar rentabilizar al máximo la falta de recurso con algo de imaginación y talento, de hecho el film parece dar la impresión de estar vertebrado en base a dos mediometrajes, esto no resta interés a una propuesta en apariencia interesante pero algo irregular en referencia a su narrativa. Tras una presentación en donde una pandemia de difícil control amenaza con destruir la humanidad, que nos pone solo de forma aparente en situación, llega una primera parte, posiblemente la más interesante de la película, en donde se nos muestra un confinamiento extremo que toma referencias a conceptos claustrofóbicos vistos en películas como por ejemplo el Buried de Rodrigo Cortés o Cube de Vincenzo Natali, este segmento de la historia de un claro tono minimalista, al igual que las películas comentadas, como mandan los cánones basa su principal razón de ser mediante la incertidumbre de su narrativa, en tal aspecto hacemos un viaje casi en paralelo a la protagonista en lo concerniente a saber el porqué de tal situación, hasta ese momento la película función relativamente bien dadas su modesta pero aplicada estructura, la parte más discutible del film de Seth A. Smith posiblemente venga en lo relativo a una parte final en donde se cambia casi por completo de tono, la supuesta fuga al exterior motivara las respuestas pertinentes a las interrogantes anteriores utilizando de forma algo discutible el recurso del flashback temporal, artificio este que hace entrar al relato en una especie de agujero de gusano más direccionado al drama que al fantástico propiamente dicho, una tesitura genérica que nos lleva a preguntarnos si realmente era necesario tales recursos narrativos a la hora de contar una historia en apariencia bastante simple, un déficit que en parte también ya era percibida en su anterior The Crescent. En tal respecto, y sin que sirva como un mal endémico pues Seth A. Smith sigue percibiéndose como un interesante realizador aún por pulir, parece bastante claro que Tin Can, pese a ciertos hallazgos concernientes a la utilización de recursos escénicos bastantes ingeniosos, pertenece a ese tipo de películas que funcionan mucho mejor planteando preguntas que respondiéndolas.

Valoración 0/5: 2’5

 

Saint-Narcisse

El fetiche de Dominic es… él mismo. Nada le excita más que su reflejo. Por eso, descubrir que tiene un hermano gemelo, criado en un monasterio remoto por un sacerdote depravado, le causa una gran turbación. El destino vuelve a juntar a los dos jóvenes, y su relación fraternal se retuerce entre el sexo, la venganza y la redención.

Por alguna razón que escapa a mi entendimiento el realizador canadiense Bruce LaBruce se ha convertido en estos últimos años en una figura muy recurrente dentro del Festival de Sitges, posiblemente debido a ser un autor que tenga la costumbre de tomar referencias de ciertos conceptos de la serie B a la hora de redefinir una autoría lindante con lo underground, sea como fuera Saint-Narcisse su último trabajo tras las cámaras estuvo presente en Sitges aportando una buena dosis de esa característica tan particular que atesoran ciertas filmografías que suelen transitar a través de la irreverencia autoral.

Encuadrado como no podía ser de otra manera dentro de la sección Noves Visions Bruce LaBruce, por aquello del elemento fantástico, entro en Sitges con aquella demencial L.A. Zombie en donde se mezclaban sin apenas pudor el gore con el porno gay, como ha declarado en diversas entrevistas el cine porno, tan presente en toda su trayectoria, ha sido utilizada en la gran mayoría de ocasiones en sus películas a modo de herramienta subversiva política, Saint-Narcisse sigue moviéndose por unos patrones similares a anteriores trabajos suyos sin embargo el tono de extravagancia da la impresión de ser algo más depurado y por lo tanto menos agresivo como lo demuestra que en el pasado Festival de Cine de Venecia fuera, aun en secciones paralelas, galardonado. No se trata de un adocenamiento y si más de una evolución hacia un discurso y una narrativa percibida como más depurada, a tal respecto la irreverencia que encontramos en Saint-Narcisse, su proyecto más ambicioso realizado hasta la fecha contando con un presupuesto de 2 millones de dólares, cifra que evidentemente no lo mueve fuera de unos parámetros de cine independiente de nivel bajo, esta direccionada principalmente a ser una crítica al concepto tradicional de la familia y la iglesia, esta última expuesta como ente material que imposibilita búsqueda del yo interior, en esta ocasión el discurso resulta bastante más matizado sin llegar a recurrir a ese artificio morboso algo repetitivo e innecesario que normalmente suele utilizar el responsable de The Misandrists. Saint-Narcisse, que atesora curiosos apuntes acerca de la dualidad del individuo, recrea el mito del narciso bajo un prisma que parece mirar al cine de los años 70 en base a una amalgama genérica diversa en donde predomina el thriller mostrado en base a una curiosa ambientación gótica aquí expuesta a través de recursos simbólicos muy estéticos . Bruce LaBruce vuelve a echar mano a la exploitation en la medida de ser posiblemente el tipo de cine más directo a la hora de intentar exponer una incorreción política de lo que está sucediendo, también en lo concerniente a reformular el concepto del supuesto valor del shock dentro del relato, en esta ocasión mostrado de una forma algo menos abrupta e incoherente que de costumbre.

Valoración 0/5: 2

 

Spookies

Un avejentado alquimista colecciona en su mansión maléfica todo tipo de monstruos: zombies, gnomos, arañas, alienígenas, muppets y viejos fantasmas. En tal circunstancia aprovecha la incidental visita de un grupo de parejas imbéciles, para sacrificarlos y revivir a su esposa que ha estado durmiendo los últimos setenta años.

Dentro de la sección Seven Chance han ido apareciendo en estos últimos años una serie de películas que aprovechando su salida en formato digital reivindican en cierta manera aquel cine de género consumista recurrente en los video clubs de los años ochenta, films que por diferentes motivos han quedado casi enterrados en el anonimato en las últimas décadas siendo muchas de ellas auténticas desconocidas para el nuevo fandom del fantástico, si en la pasada edición del festival muchos pudieron descubrir por primera vez la notable Dream Demon de Harley Cokeliss en esta ocasión el turno es para un divertimiento tan desprejuiciado como Spookies.

El rescate o la proyección de una película de las características de Spookies atesora una doble lectura con respecto al espectador ya algo veterano y el digamos recién llegado, por una parte una de un claro índole nostálgico con respecto al primero en base a recuperar aquellas series B disponibles en formato doméstico que marcaron a toda una generación, no ya por la valía de las películas en sí mismo sino por ese concepto material de poder tener la potestad por primera vez en tu vida de elegir un film para poder verlo en tu casa el día y la hora que quisieras, evidentemente dicho privilegio direcciono a un nutrido grupo de aficionados al descubrimiento casi arqueológico de un tipo de cine de género fantástico de serie B nacido específicamente para dicho mercado, en tal sentido Spookies formaría parte de él, en el otro apartado vendría la reflexión de índole ya menos emotiva que se detenga en lo concerniente a como hoy en día asimilamos un producto de estas características al ser inconcebible el poder llegar a realizarlas en el presente llegando a la conclusión de que el entretenimiento base sin ningún tipo de pretensión tal como lo concebían aquellas películas en la actualidad, incluso en el escalafón más bajo que podamos encontrar en cualquier opera prima de tono independiente, está más concebido a intentar mostrar de forma sistemática algo más que un simple divertimento genérico. Con respecto a intentar desgranar las virtudes y defectos de Spookies estamos ante esa clase de películas que necesitan de muy poca explicación al estar concebida básicamente para ser disfrutada más que analizada, la película se sitúa solo un escalón por encima de cualquier producción Troma de la época, de hecho estamos ante un film realizado en base el descarte de otro, solo así se puede legar a entender tanto la triple nómina de directores que la conforman, Genie Joseph, Thomas Doran y Brendan Faulkner, como al caos narrativo del que se sustenta, inexplicable infanticidio al principio del relato incluido. Con esa agradable exaltación hacia el maquillaje artesanal y las referencias ineludibles a lo que por aquel entonces estaba de moda en el fantástico, desde el Evil Dead de Sam Raimi al Michael Jackson’s Thriller de John Landis, Spookies dada su honestidad fue un acertado broche final al certamen en el vetusto pero entrañable cine Prado por parte de un servidor, una nueva edición de un Festival de Sitges que pese a todas las dificultades habidas y por haber ha decidido seguir adelante un año más. A tal respecto gracias por el esfuerzo.

Valoración 0/5: 3

 

Palmares

Secció Oficial Fantàstic a competició

Millor pel·lícula / Mejor película / Best Feature Length Film
Possessor Uncut (Brandon Cronenberg) 

Premi especial del jurat / Premio especial del jurado / Special Jury Prize
La nuée de/by Just Philippot     

Millor direcció / Mejor dirección / Best Direction
(sponsored by Moritz)
Brandon Cronenberg (Possessor Uncut)

Menció a la direcció / Mención a la dirección / Mention to the Direction
Natalie Erika James (Relic)

Millor interpretació masculina / Mejor interpretación masculina / Best Actor
(sponsored by Vilamòbil)
Grégoire Ludig & David Marsais (Mandibules)

Millor interpretació femenina / Mejor interpretación femenina / Best Actress
(sponsored by So de Tardor)
Suliane Brahim (La nuée)

Menció a la interpretació femenina / Mención a la interpretación femenina  / Mention to the Best Actress
Marin Ireland (The Dark and The Wicked)

Millor guió / Mejor guion / Best Screenplay
(sponsored by Fundació «la Caixa» & CaixaBank)
Márk Bodzsár, Juli Jakab & István Tasnádi (Comrade Drakulich)

Millors efectes especials / Mejores efectos especiales / Best Special Effects
(sponsored by Kelonik & Antaviana)
Maks Naporowski, Filip Jan Rymsza, Dariush Derakhshani (Mosquito State)

Millor fotografia / Mejor fotografía / Best Photography
Tristan Nyby (The Dark and The Wicked)

Millor música / Mejor música / Best Music
Bingen Mendizábal & Koldo Uriarte  (Baby)

Gran Premi del públic a la millor pel·lícula / Gran Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture
(sponsored by La Vanguardia)
La vampira de Barcelona (Lluís Danés)

Millor curtmetratge de gènere fantàstic / Mejor cortometraje de género Fantástico / Best Fantastic Genre Short Film
(sponsored by Fotogramas)
The Luggage (Yi-fen Tsai)

Menció al curtmetratge / Mención al  cortometraje / Mention to the Short Film
Rutina: La prohibición (SAM)

Panorama Fantàstic

Millor pel·lícula / Mejor película / Best Feature Film
Tailgate (Bumperkleef) de Lodewijk Crijns

Focus Asia

Millor pel·lícula / Mejor película / Best Feature Film

The Queen of Black Magic de Kimo Stamboel

Noves Visions
Millor pel·lícula / Mejor película / Best Feature Film
My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To (Jonathan Cuartas)

Menció a la pel·lícula / Mención a la película / Mention to the Film
El elemento enigmático (Alejandro Fadel)

Millor direcció / Mejor dirección / Best Direction
Laura Casabé (Los que vuelven)

Millor curt Noves Visions Petit Format / Mejor corto Noves Visions Petit Format / Best Noves Visions Petit Format Short    
Luz Distante – Parte 1, Les desventurades (Santiago Reale)

Midnight X-treme
Premi del públic a la millor pel·lícula / Premio del público a la mejor película / Audience Award Best Motion Picture
The Queen of Black Magi(Kimo Stamboel)

Sitges Documenta
Premi a la millor pel·lícula / Premio a la mejor película / Award Best Motion Picture
Ivan, O Terrível (Mario Abbade)

Blood Window
Premi Blood Window / Premio Blood Window / Blood Window Award
Marea alta (High Tide) de/by Verónica Chen

Jurat de la Crítica
Premi de la Crítica José Luis Guarner / Premio de la Crítica José Luis Guarner / José Luis Guarner Critic’s Award
Teddy (Ludovic Boukherma & Zoran Boukherma)
Premi Citizen Kane a la direcció revelació / Premio Citizen Kane a la dirección revelación / Citizen Kane Award for Best New Direction
Jonathan Cuartas (My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To)

Méliès d’Argent
Premi al Millor Curtmetratge /Premio al Mejor Cortometraje / Award for Best Short Film
Dar-dar de Paul Urkijo

Premi a la Millor Pel·lícula/ Premio a la Mejor Película / Award for Best Feature Film
Le dernier voyage de Paul W.R de Romain Quirot

Carnet JOVE
Premi Jurat Carnet Jove al millor llargmetratge de gènere fantàstic  /  Premio Jurado Carnet Jove al mejor largometraje de género fantástico / Carnet Jove Award for Best Fantasy Genre Feature Film     
She Dies Tomorrow (Amy Seimetz)

Premi al millor llargmetratge d’animació / Premio al mejor largometraje de animación / Award for Best Animated Feature Film    
Seven Days War (Yuta Murano)

Premi al millor curtmetratge d’animació / Premio al mejor cortometraje de animación / Award for Best Animated Short Film
Red Rover (Astrid Goldmisth)

Brigadoon
Premi Brigadoon Paul Naschy / Premio Brigadoon Paul Naschy / Paul Naschy Brigadoon Award
Horrorscope (Pol Diggler)


Crónica Festival de Sitges 2020. Día 9

Cosmética del enemigo

Jeremiasz Angust es un arquitecto de éxito que dirigiéndose al aeropuerto de Tokyo pierde su vuelo a causa de una misteriosa joven, Texel Textor, que lo aborda de repente. Los dos personajes iniciarán una conversación que irá enrareciéndose hasta convertirse en algo siniestro y criminal.

El realizador catalán Kike Maíllo vino a confirmar con su competente Cosmética del enemigo su buena mano con los géneros ya comprobados en anteriores trabajos suyos como aquella fantasía robótica de ciencia ficción titulada Eva, presente como inauguración en Sitges 2011, o el aplicado thriller patrio Toro, con Cosmética del enemigo, su proyecto más internacional y ambicioso realizado hasta la fecha, Maíllo se adentra en ese algo pantanoso terreno de las adaptaciones literarias populares contemporáneas.

Partiendo de la base de la exitosa novela homónima de la escritora belga Amélie Nothomb publicada en 2001 Cosmética del enemigo película transcurre básicamente a través de ese concepto de características tan teatrales existente en base a la confrontación dialéctica entre dos únicos y antagonistas personajes, dicho duelo con respecto al texto original difiere de forma lógica al estar sustentando bajo paramentos y conceptos de índole más cinematográficos, especialmente en referencia a la incorporación de más espacios escénicos a la trama, la mayoría de ellos mostrados en forma de flashbacks en base a continuos saltos narrativos y temporales. Como buen thriller psicológico que es en donde evidentemente nos encontraremos tarde o temprano con los consabidos giros argumentales Cosmética del enemigo nos muestra a través de ese duelo verbal mal avenido ya desde un principio, y que conforma avanza la trama se vuelve más oscuro, comportamientos en un principio de naturaleza oculta como la culpa que genera la aparición de fantasmas del pasado, aquellos males que se intentan de alguna manera tapar con respecto a los demás pero que aquí terminan, debido a esa fricción dialéctica, saliendo al exterior. El film de Kike Maíllo, posiblemente la película española presente en el certamen con más posibilidades comerciales con respecto al mercado foráneo, pese a moverse de forma funcional por unos inequívocos parámetros del thriller entendido como convencional se beneficia de un buen uso escénico en referencia a ese amplio aeropuerto que pese a su amplitud geométrica viene a representar a la perfección en base a sus texturas asépticas e impersonales la idea del no-lugar, un espacio grande que deviene como pequeño para el protagonista, a la postre una pequeña caja de ratón que nos viene a decir como por muchos viajes y huidas que intentemos tomar el subconsciente siempre ira un paso por delante de nosotros, disyuntiva casi emparentada a la sufrida por el personaje de la notable The machinist de Brad Anderson, aquí expuesta a modo de un trauma que siempre acompañara al protagonista en forma de un autoengaño de ineludible poder autodestructivo.

Valoración 0/5: 2’5

 

Inmortal

Ana llega a Buenos Aires tras la muerte de su padre. A través de su viuda descubre que un científico llamado Benedetti fue contratado por una misteriosa fundación, para la que está desarrollado un mundo paralelo que permitiría que los vivos y los muertos entren en contacto.

Algo arrinconada por el impacto que tuvo en el festival Historia de lo oculto, Inmortal de Fernando Spiner (Aballay, el hombre sin miedo, La sonámbula) fue otra de las producciones de género argentinas presentes este año en Sitges, un drama fantástico que indaga en ese difícil imaginario que intenta recrear la difícil coexistencia mental, aquí física gracias al elemento fantástico científico, entre vivos y muertos.

Inmortal, presentada en el festival como riguroso estreno mundial, transita a través de dimensiones paralelas partiendo de una premisa en un principio interesante, un simple ascensor actúa como umbral entre el mundo real y un reducto artificial en donde los muertos de alguna manera se materializan pudiendo interactuar con ellos, dicho espacio escénico viene a estar representado en las antípodas de por ejemplo la ampulosidad colorista vista en el imaginario creado por Richard Matheson y Vincent Ward en What dreams may come, puestos a buscar algunas similitudes por aquello de las realidades alternativas a un nivel visual y salvando las distancias pues ambos ejemplos no pueden ser más antagonistas entre ellos ese universo de los llamados residentes visto en Inmortal se asemeja en algo a aquel segundo plano terrenal recreado en la serie Fringe, ambos espacios devienen como asépticos y mortecinos con un predomínate filtro amarillo que actúa a modo de tamiz a la hora de mostrar la carencia vital de los que lo habitan. El problema con Inmortal posiblemente venga en relación a un choque percibido como abrupto en referencia a no saber calibrar del todo bien sus facetas genéricas, un servidor tiene la intuición de estar esencialmente ante un drama en donde predomina en todo momento un muy acentuado realismo que entra en una continua fricción con un elemento fantástico aquí mostrado con demasiada incredulidad, este de alguna manera ha de ser la posibilidad, o la llave narrativa, a la hora de mostrarnos un melodrama que intenta explorar las relaciones filiales en base a la búsqueda de una afectividad que fue carente en vida, sin embargo la sensación final es que la fantasía o la fantasmagoría del relato no deja de ser solo una mera excusa expuesta con bastante aparatosidad, lamentablemente tan mal desarrollada como la visualización mostrada en la película con respecto a ese difuso vínculo existente entre ambos universos.

 Valoración 0/5: 2

 

Impetigore

Confinada en la cabina del peaje donde trabaja, Maya observa cómo un coche se para, y un hombre desciende y se dirige hacia ella machete en mano. La única que le puede ayudar es su amiga Dini, pero está lejos. El susto inicial dará paso a un viaje a un pueblo selvático, en el que Maya y Dini buscarán respuestas, pero lo único que encontrarán serán las suspicacias de sus habitantes.

Algo sorprendente como en un año en donde el cine proveniente de Japón, Corea de sur o Hong Kong tuvo una presencia casi residual en Sitges fuera un país como Indonesia el que tuviera la presencia más fiel y destacada, en referencia básicamente al reciclaje de conceptos genéricos, en lo concerniente al terror asiático presente en esta edición del certamen, trabajos como The Queen of Black Magic de Kimo Stamboel, May the Devil Take You Too de Timo Tjahjanto o el Impetigore de Joko Anwar que nos ocupa mostraron y dieron buena cuenta del buen momento de dicho país en lo concerniente a un terror que sin renunciar a señas de identidades propias es perfectamente exportable a otras latitudes.

Joko Anwar, también guionista de la antes comentada y también presente en el festival The Queen of Black Magic, no es un recién llegado al género, suyas son aportaciones direccionadas en mayor o menor medida al fantástico como por ejemplo The Forbidden Door (2009), Modus Anomali (2012) o Satan’s Slaves (2017) entre otras, con Impetigore, ejercicio de terror tan funcional como recomendable, se adentra en el subgénero de la maldición aldeana en base a un relato de fantasmas vengativos con cierto aroma al folk horror local, un film que funciona principalmente en lo relativo a su malsana atmosfera rural. Con una primera escena muy efectiva a tal respecto Joko Anwar va al grano y necesita de muy poco tiempo a la hora de atraer a ese espectador poco exigente dispuesto a pasar un buen rato con un relato que le prometa no salir de determinadas coordenadas genéricas, en tal respecto Impetigore sale bien parada en base a la agraciada fusión de tropos de géneros clásicos con elementos de la historia y la cultura de su país de origen. Posiblemente los elementos que vertebra de la trama de Impetigore no sean novedosos y atesoren una cierta sobre explicación en algunos tramos de la historia, Joko Anwar sin embargo en referencia a esa ausencia de originalidad lo compensa con un estilo cercano al buen artesano del genero aportando aquí pequeños detalles y acotaciones a la hora de generar una tensión adicional al relato en lo concerniente por ejemplo a establecer una confrontación entre diferentes miradas y percepciones de la realidad, las modernas provenientes de las grandes ciudades en relación a las dos protagonistas principales y la tradicional, adyacente a un ámbito rural de tono amenazador anclado en supersticiones del pasado.

Valoración 0/5: 3

 

Citizen K

Es un rostro único, impenetrable. Es también un artista con múltiples caras. Takeshi Kitano encarna el nuevo cine japonés, el arquetipo del yakuza despiadado, pero también es un subversivo artista visual, un desatado comediante de televisión, un atizador de la conservadora sociedad japonesa.

Suele ser ya una norma casi habitual que figure algún trabajo documental dentro de esa sección tan interesante que es Seven Chances, este año la elección recayó en un habitual de Sitges y del formato de la no ficción como es Yves Montmayeur. Si en anteriores trabajos, la mayoría vistos en el festival, el francés disecciono figuras y corrientes cinematográficas como Takashi Miike (Electric Yakuza, Go to Hell!), Hayao Miyazaki y la Ghibli (Ghibli et le mystère Miyazaki), el nuevo cine fantástico español (Viva la muerte! Autopsie du nouveau cinéma fantastique espagnol), Guy Maddin (The 1000 Eyes of Dr Maddin) o la imagen de la mujer asiática en el cine de acción (Dragon Girls! Les amazones pop asiatiques), en esta ocasión su mirada recayó en esa figura de contornos casi poliédricos que es Takeshi Kitano.

Curioso y algo contradictorio el recibimiento que ha tenido en nuestro país la obra de Takeshi Kitano, como viene siendo habitual los primeros ecos de su cine vinieron tarde y de forma algo atropellada, fue en el año 1993 en donde por primera vez se pudo ver en un festival patrio, curiosamente en Sitges, una película suya, en esta ocasión Sonatine, a continuación vino un prestigio tan merecido como algo desmedido dentro de ese curioso y ambivalente ámbito de festivales y circuitos de exhibición en V.O con películas fundamentales a la postre en su carrera como fueron Hana-bi, El verano de Kikujiro, Dolls o Zatoichi, esa especie de beneplácito desapareció del día a la noche en el momento que el director japonés entra en un proceso de autocrítica autoral extrema y nada complaciente, primero con una trilogía del absurdo compuesta por Takeshis’, Glory to the Filmmaker! y Achilles and the Tortoise y después con una oscura y desencantada vuelta al subgénero yakuza con la magistral trilogía Outrage. A tal respecto Citizen K no deja de funcionar a modo de un apéndice algo funcional, al igual que en anteriores trabajos de Yves Montmayeur, todos ellos de poco más de una hora de duración, más que el estudio de una trayectoria completa entendida como tal el documental queda supeditado en referencia básicamente a una entrevista concedida por el propio Kitano, alrededor de ella habrá diferentes apuntes interesantes sobre las reflexiones lanzadas por el propio artista hacia su obra, sin embargo la sensación final será la de estar ante un documento en donde resulta más interesante el propio artista en cuestión, con muchas facetas aún desconocido para el público occidental, que la de un trabajo percibido como algo mecanizado e incompleto en referencia a su supuesta didáctica, en tal sentido Yves Montmayeur sabe indagar en aspectos poco comunes del material que maneja pero tiene más de un problema a la hora de saber cómo exponerlos sin otorgar una cierta sensación de estar ante un documental más concebido y direccionado a ser una especie de apéndice de naturaleza inacabada que indaga en recovecos poco transitados que en el propio estudio completo de la obra de un artista.

Valoración 0/5: 2’5

 

The Superdeep

1984, en el Círculo Ártico. Ubicado a 12.000 metros bajo el suelo, el Kola Superdeep es el mayor laboratorio secreto de la Unión Soviética. Unos meses después de su inauguración, diversos científicos registran allí voces y gritos de origen desconocido. El laboratorio es clausurado, enviando a un equipo de investigación liderado por Anna para averiguar qué se esconde exactamente en el pozo más profundo del planeta.

El cine de terror proveniente de Rusia que indaga en el concepto de la visita alienígena tuvo una doble presencia este año en Sitges, ambas películas situadas en los años ochenta, y nada complacientes con la precariedad del régimen de aquella época,  se apropian de alguna manera de conocidos arquetipos narrativos provenientes del cine de género estadounidense, si por una parte la notable Sputnik de Egor Abramenko nos plantea en base a un estimulante ejercicio de terror y ciencia ficción una curiosa y hasta cierto punto interesante apropiación del concepto del astronauta en cuyo regreso a la tierra trae algo aparentemente peligroso en su interior, The Superdeep se presenta como otra variación más, de naturaleza bastante más tosca, en referencia al monstruo o alienígena que es despertado de su letargo por parte de la indagación científica del ser humano.

The Superdeep se presentó en Sitges como primicia mundial aunque la sensación que a un servidor le quedo fue más bien la de estar ante una especie de work in progress en donde es muy fácil percibir su condición de subproducto que a duras penas llega al nivel de una prototípica serie B. Tampoco fue de gran ayuda que la película presentada en Sitges fuera a través de una copia doblada al inglés de una forma excesivamente estridente, casi teatral, rozando en ocasiones y de forma involuntaria el tono caricaturesco. Posiblemente estemos en un momento del fantástico en base a su saturación en que ya no valga la sola referencia a clásicos a la hora de justificar un producto, en tal aspecto The Superdeep queda vertebrada básicamente en función al desarrollo de conceptos vistos en clásicos como Alien, The Thing y otros muchos, dicha digamos pleitesía también podría ser aplicable en este caso a la utilización de unos efectos especiales casi artesanales en donde predomina el látex a lo digital, expuestos en base a un look ochentero a semejanza de títulos pretéritos, sin embargo dichos artilugios no disimulan una aproximación que deviene como bastarda y farragosa en lo relativo a intentar escanear estándares genéricos provenientes del cine USA sin saber a ciencia cierta cuál es su propia naturaleza, aquí principalmente en lo concerniente a no saber hace mínimamente verosímil lo inverosímil. Para más inri a The Superdeep le falta acción y gore y le sobra bastante metraje, razón de más para intuir que sus responsables han intentado elevar la mirada muy por encima de unas posibilidades reales que dada la modestia, muy mal disimulada del producto, apenas logra elevarse a pocos metros de ras de tierra.

Valoración 0/5: 1’5

Crónica Festival de Sitges 2020. Día 8

The Last Journey of Paul W. R.

En un futuro próximo, las temperaturas han alcanzado nuevas e insoportables cotas. Casi toda la fauna se ha extinguido, cientos de millones de personas se han convertido en refugiados climáticos y las reservas de petróleo, carbón y gas se han agotado. A medida que la misteriosa Luna Roja se acerca peligrosamente a la Tierra, solo un hombre puede salvar el mundo: su nombre es Paul W.R.

En estos últimos tiempos los estrenos mundiales vistos en festivales de cine como el de Sitges no eran precisamente una garantía de calidad con respecto al producto en cuestión, digamos que era más bien todo lo contrario, en su gran mayoría solían ser películas que no habían podido encontrado una oportunidad mejor en otros certámenes de un mayor empaque publicitario teniendo que acudir a certámenes de una segunda línea de flotación para su promoción, a tal respecto Sitges con sus inconvenientes y sus ventajas lo es. Este año en el certamen hubo un número mayor de estrenos mundiales menos malos de lo habitual, la coyuntura que provoco la suspensión de muchos festivales previos a Sitges propiciaron un cupo mayor de lo habitual elevando tímidamente la calidad de muchos trabajos que veían por primera vez la luz en una pantalla de cine como resulto ser la curiosa opera prima del francés Romain Quirot titulada The Last Journey of Paul W. R.

The Last Journey of Paul W. R. fue otras de las interesantes óperas primas francesas vistas este año en Sitges, un film que tiene la parcial virtud de aproximarse con cierta originalidad a la temática de los últimos días del apocalipsis y como el ser humano se tiene que enfrentar a ello, en la mayoría de los casos este concepto ha estado expuesto en diversas películas a través de una premisa en donde por medio de un Macguffin predominaba una especie de cuenta contrarreloj como se podía ver en la apreciable Miracle Mile de Steve De Jarnatt, en otras muchas como por ejemplo la australiana These Final Hours de Zak Hilditch, la canadiense Last Night de Don McKellar o la más autoral 4:44 Last Day on Earth de Abel Ferrara el mal era ya irreversible y la disyuntiva de los protagonista se desarrollaba en la medida de cómo aprovechar y afrontar de forma algo lúdica las últimas horas de su existencia antes de producirse el cataclismo. The Last Journey of Paul W. R. coge de forma parcial ambos conceptos pero a través de una mirada totalmente diferente a lo anterior colindando de forma muy recurrente con lo poético y muy especialmente con lo reflexivo en base a la advertencia que intenta exponer. La acción, con ciertas texturas derivativas al comic y muy especialmente al Métal Hurlant en referencia a su estética, toma conceptos de forma tímida de la ciencia ficción apocalíptica y desértica al uso para jugar y revertir dichos código y clichés que aquí serán expuestos a modo de fábula intimista de un tono inevitablemente fatalista en donde el mensaje de índole ecológico, aquel que nos dice una vez más que la humanidad está destruyendo poco a poco el mundo, está muy presente, a tal respecto y de forma algo afortunada Romain Quirot sale relativamente airoso de ese farragoso subrayado tan habitual en este tipo de películas de claro tono concienciador.

Valoración 0/5: 2’5

 

 

Mosquito State

Agosto de 2007. Aislado en su austero ático con vistas a Central Park, el analista de datos de Wall Street Richard Boca ve patrones siniestros. Sus modelos informáticos se están comportando de manera errática, igual que los enjambres de mosquitos que se reproducen en su apartamento, una plaga que ayuda a su derrumbe psicológico.

El cineasta polaco-estadounidense Filip Jan Rymsza conocido principalmente por ser responsable de la restauración de ese film perdido e inacabado que es The Other Side of the Wind de Orson Welles presento a concurso la cinta Mosquito State, film que desato, como ocurrió semanas antes en el Festival Venecia, una en parte muy comprensible disparidad  de opiniones con respecto a lo que fue su acogida.

Evidentemente con el visionado de Mosquito State como buen relato de índole kafkiano que pretende ser a un servidor le vino a la mente retazos muy evidentes del cine de David Cronenberg, su narrativa nos deriva a un progresivo y degenerativo descenso en picado a estados mentales y físicos cada vez más alterados como bien pudimos ver en la fundamental The Fly del director canadiense, a través de ello somos testigos de cómo su protagonista, un Beau Knapp que está más cercano al Nicolas Cage de Vampire’s Kiss que al Jeff Goldblum del film de Cronenberg , utiliza una obsesión de tono enfermizo hacia los insectos que invaden su lujoso apartamento para crear a partir de su comportamiento un modelo analítico tan alternativo como sofisticado a la hora de intentar predecir los mercados financieros. La película, de una muy recargada caligrafía visual, sin embargo actúa más en lo relativo a ser una especie de alegoría retorcida que nos retrata masculinidades en crisis que fluctúan con respecto a un declive capitalista que está a punto de hacer acto de aparición, en concreto el shock financiero del año 2008, a tal respecto el film de Filip Jan Rymsza se acerca más al concepto expuesto en el American Psycho de Mary Harron que al de cualquier otro apartado derivado de un apocalipsis orgánico. La metáfora o fábula física en relación a los mosquitos y su conexión con la sangre humana en lo relativo a la asociación del insecto con la enfermedad no termina de estar adecuada a un relato posiblemente demasiado ambicioso en referencia a sus postulados, terminando por estar ante una historia algo difusa, viniendo a representar ese tipo de relato que te quieren explicar demasiadas cosas pero que ninguna de ellas terminan por llegar a buen puerto. En todo caso dicho desplome acaba percibiéndose como más social que físico en lo concerniente a mostrarnos el final de una era de capitalismo feroz, o por lo menos de las cosas y comportamientos tal y como se entendían hasta un determinado momento. Lástima que el exceso de simbolismos, en cierta manera muy evidentes pero muy poco conceptuados e incapacitados a la hora de fusionar y desarrollar ideas, termine por desbaratar una analogía o metáfora que da la sensación de no atreverse a ir hasta el final de su en un principio atrayente enunciado.

Valoración 0/5: 3

 

 

Historia de lo oculto

Faltan 60 minutos para la última transmisión de Midnight, el programa de periodismo más famoso de la televisión. Esta noche es Adrian Marcato, quien podría exponer una conspiración que vincula al Gobierno con un Aquelarre real.

Por fortuna en los festivales de cine y por increíble que parezca aún existe un pequeño resquicio para el descubrimiento de obras en apariencia desconocidas que suponen en base a su ingenio e imaginación toda una sorpresa no prevista para el espectador, este atípico año y posiblemente debido a la ausencia de películas evento Sitges tuvo que recurrir casi por obligación a incidir en pequeñas producciones de las cuales muchas atesoraban suficientes atributos artísticos como para ser resaltadas y otorgarles ese adjetivo tan mal utilizado hoy en día de descubrimiento, en ese aspecto la argentina Historia de lo oculto fue indiscutiblemente una de esas sorpresas agradables que para bien cogieron desprevenidos a la mayoría de espectadores presentes en el certamen.

Posiblemente el mayor acierto de la película de Cristian Ponce resida en el hecho de como a estas alturas en donde parece estar ya todo inventado o transitado dentro del fantástico surja un talento que intente exponer un relato que pese a las evidentes referencia que atesora huye conscientemente de ciertos códigos preestablecidos dentro del género para ir de alguna manera por libre. Historia de lo oculto en tal aspecto constituye toda una extrañeza que huye de lo preestablecido para tomar un muy atípico y sugerente camino, partiendo del modelo del docudrama a modo de programa televisivo de investigación de índole fantástico narrado en tiempo real, como vimos en la seminal Ghostwatch de Lesley Manning, veremos a distintos personajes deambular alrededor de secretos y revelaciones a cual más misteriosas, también percibiremos desde la distancia en lo concernientes a una formas de índole casi retro-futurista otra película fundamental que indagaba en el thriller psicológico persecutorio como era Invasión de Hugo Santiago Muchnik. El film de Cristian Ponce tiene la particularidad de no solo proponernos una trama periodística de índole conspiratorio, será la inclusión del elemento fantástico y esotérico en la trama lo que otorgue a Historia de lo oculto una peculiar particularidad y posiblemente la etiqueta de película de culto en un futuro no muy lejano pues atributos los tiene de sobra para ello. Esa relación entre el satanismo y el poder de unas ocultas élites que están a punto de tomar el mando institucional nos son mostradas a través de esos programas de TV en blanco y negro típicos de los años 70 de forma inteligente en base a situaciones distorsionadas de la realidad en donde cualquier coincidencia por pequeña que sea con la del pasado no resulta ser baladí. En base su amalgama genérica de periodismo, ocultismo, distopía retro futurista e incluso retazos del folk horror, mezcla de conceptos que evidentemente pueden producir algo de confusión a una trama que posiblemente necesite de más de un visionado para su completo entendimiento, Historia de lo oculto, que termina estando más enfocada en relación a la palabra que en la acción propiamente dicha, acaba siendo un film que pese a su modestia atesora como principal virtud eso cada vez más complicado de ver dentro del género fantástico que es una originalidad, que por momentos deviene como desconcertante, que sabe sacar el máximo recurso posible en lo relativo a su innegable creatividad.

Valoración 0/5: 4

 

Viy

Un joven sacerdote debe pasar tres noches velando el cadáver de una bruja. Durante ese tiempo, toda clase de horrores pondrán a prueba su fe y su cordura.

Dentro de los clásicos vistos este año en Sitges la cinta Rusa Viy de Georgi Kropachyov y Konstantin Yershov tuvo un muy agradecido acomodo dentro de la sección Seven Chances, un film que no deja de ser una rara avis dentro del contexto histórico del fantástico europeo y que viene a representar, y en parte a paliar, el desconocimiento de una gran parte de público hacia el cine de género ruso de los años 60 y 70, más activo en lo relativo a su faceta de ciencia ficción que la de un terror aquí planteado desde una mirada hacia un folclore local que se emparentaba de alguna manera a las producciones góticas que se estaban realizando ese mismo periodo de tiempo en otras cinematografías.

Como esplendida fabula folklórica que es Viy, que bien mirado podría figurar perfectamente como un capitulo bastardo del fundamental El Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki, un servidor sigue siendo de la opinión que su desbordante fantasmagoría final, clara deudora del imaginario artesanal de Ray Harryhausen, viene a representar uno de los momentos cumbre en lo concerniente al fantástico europeo. La película de Georgi Kropachyov y Konstantin Yershov adapta de forma bastante fiel según algunas fuentes un cuento corto del escritor de origen ucraniano Nikolai Gogol que vio la luz por vez primera el año 1835 incluido en una recopilación de relatos titulada Migorod. Viy, sustentada en base a una leyenda ucraniana, que curiosamente sirvió de inspiración a Mario Bava a la hora de realizar su icónica Black Sunday , viene a representar de forma meridiana la representación de la fantasía popular aplicada en su traslación a la gran pantalla al prestigio cultural asociado al nombre de Nikolai Gogol, el resultado termina siendo una película modesta en medios aunque no en relación a su desbordante faceta creativa, un cuento de brujas en un principio más cercana al divertimento fantástico, dado en gran medida a sus ligeros apuntes livianos de humor, e incluso en lo relativo a una velada crítica al autoritarismo feudal extrapolable a otros ámbitos sociales de la época, que a una narrativa gótica proveniente de la Europa occidental percibida como más adulta y menos fabularía en lo concerniente a un tono más oscuro y sexualizado. Viy viene a ser esa clase de películas que dada su naturaleza inclasificable de cuento de hadas perverso con un antihéroe como protagonista principal atesora una meritoria atmósfera irreal y onírica, pasando a engrosar la lista de aquellos films que por desgracia no tuvieron ni referentes ni continuidad, películas que terminaron siendo una especie de islotes que sin embargo atesoraban una identidad formal muy propia destinada con el paso del tiempo a ser redescubiertas y reivindicadas en su justa medida.

 

Valoración 0/5: 4’5

 

The Education of Fredrick Fitzell

Con un trabajo corporativo, pareja estable y una madre enferma, el encuentro casual de Fred con un hombre de su juventud resulta en recuerdos aterradores. Poco a poco, va desentrañando un misterio oculto durante años sobre una niña desaparecida, una droga llamada Mercury y una criatura aterradora, que le ha acompañado en cada paso del camino. Pasado, presente y futuro se van cruzando, y Fred comienza a explorar las vidas posibles que podría llevar. ¿Cuál elegiría?

Ocho años han pasado para el realizador canadiense Christopher MacBride volviera a ponerse detrás de las cámaras tras debutar en 2012 con The Conspiracy, uno de los mejores y más interesantes mockumentarys realizados en los últimos años, con este estimulante primer trabajo en la ficción titulado The Education of Fredrick Fitzell MacBride se adentra en un drama existencial de tono onírico y fantástico que transita a través de diversas realidades paralelas y la posibilidad de poder incidir y reflexionar a través de ellas.

The Education of Fredrick Fitzell bascula principalmente en base a ese concepto que todo mortal hemos tenido en algún momento de nuestras vidas en mayor o menor medida, el preguntarnos, ya con un bagaje extenso en lo relativo a nuestra existencia, a nosotros mismos que derroteros hubieran trancurrido por nuestras vidas de haber tomado decisiones diferentes a las finalmente elegidas, Christopher MacBride partiendo de esa premisa argumental ofrece un drama con texturas de thriller alucinógeno de un claro tono existencial, el elemento fantástico para que el protagonista se adentre en estas dobles o triples realidades estará causado o representado por mediación de una droga de diseño conocida como Mercurio que permite de alguna manera ampliar la mente y su conciencia a los personajes que decidieron tomarla tanto en el pasado como en el presente, un apunte argumental que nos remite a la siempre reivindicable Jacob’s Ladder de Adrian Lyne con respecto al concepto de supuestas vidas vividas con posibilidad de poder reconfigurarlas. En estos últimos años a la hora de enfrentarnos a relatos que manipulan el espacio tiempo siempre ha habido un temor, al menos en lo que concierne a un servidor, a la hora de enfrentarte a un relato que es consciente de su naturaleza criptica y que necesite seguramente de más de un visionado para poder entender del todo bien esas narrativas laberínticas que forman parte de la historia, como ejemplo con respecto a esta tesis me viene por ejemplo a la cabeza películas como el Endorphine de André Turpin o el Donnie Darko de Richard Kelly, afortunadamente la intención de Christopher MacBride con respecto a The Education of Fredrick Fitzell es la de no aturdir al espectador por mucho que la física cuántica esté muy presente en un relato que más que detenerse en explorar las posibilidades materiales de alterar todas las vidas que podría tener un ser humano, o en las consabidas segundas oportunidades, indaga en la reflexión casi intimista de alguien que atesora el don de ser consciente de todas y cada una de las realidades creadas a partir de lo que han sido sus propias decisiones, un film que decide detenerse más en lo emotivo que en lo laberintico exponiendo la ambivalencia de esa percepción que solemos tener de lo entendible como realidad.

Valoración 0/5: 3

Crónica Festival de Sitges 2020. Día 7

Wendy

Wendy y sus hermanos conocen a un extraño chico llamado Peter, que los lleva a su isla, un mundo sin adultos, en el que los juegos de infancia duran eternamente. Perdida en una isla misteriosa donde el tiempo y el envejecimiento se han detenido, Wendy debe luchar para salvar a su familia, su libertad y al espíritu alegre de la juventud, del peligro mortal de crecer.

Han tenido que pasar ocho años para que Benh Zeitlin volviera a ponerse detrás de las cámaras tras su alabada y premiada opera prima Beasts of the Southern Wild, razón de más para que Wendy fuera una de las películas más esperadas de esta edición del Festival de Sitges, un film en donde se vuelve a reincidir en una muy particular reformulación del imaginario infantil, un concepto artístico que con tan solo dos trabajos realizados por parte de Zeitlin parece haberse ya convertido en todo un rasgo autoral marca de la casa plenamente identificativo.

Posiblemente el gran déficit que podemos encontrar en una película de las características de Wendy venga dado en la medida de percibir por parte del espectador como un discurso, o una determinada mirada narrativa y formal, apenas ha evolucionado  a lo largo de ocho años, en cierta manera Wendy de sustenta en base a postulados casi idénticos a los mostrados en Beasts of the Southern Wild, el problema sin embargo radica en comprobar como en una funcionaba, en parte dado lo novedoso de la propuesta, y en otra no, por consiguiente la repetición de la jugada termina siendo percibida como claramente fallida. Con una estética similar al estilo Terence Malick y bajo el concepto de reformular el cuento de Peter Pan en Wendy se vuelve a incidir en simbolismos varios adyacentes al imaginario de los niños, en esta mirada del infante ante la disyuntiva del crecimiento Benh Zeitlin vuelve a apostar por una narrativa en donde predomina básicamente lo visual y lo pretendidamente trascendental del mensaje en lo referido a apartarnos de lo cotidiano para trasportarnos a una segunda realidad supuestamente más idílica provista múltiples elementos fantásticos expuestos en base a una mirada tan emotiva como melancólica, especialmente visible en lo concerniente a una música que se empeña en remarcar en base a subrayados, en forma de continuos in crescendos, la supuesta importancia de una historia en donde solo se percibe, desde la lejanía, ligeros apuntes novedosos al mito como por ejemplo el concepto del feminismo en el liderazgo de un grupo, lamentablemente dicha apuesta por la poética de las imágenes deviene como difusa, con cierta textura a capricho lírico y en el peor de los casos con la sensación de estar contada a través de una concepción autoral en donde parece predominar la impostura de una reflexión, que a diferencia de la opera prima de su autor, no logra ser todo lo majestuosa que en un principio pretender creer ser.

Valoración 0/5: 2

 

La nuée

Para salvar su granja de la bancarrota, una madre soltera comienza un negocio de cría de saltamontes comestibles. Pronto desarrolla una relación extraña y obsesiva con ellos.

Otra de las varias óperas primas presentes en la sección oficial a concurso este año en Sitges fue la cinta gala La nuée de Just Philippot, película que venía apadrinada con el sello de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes y que vino a confirmar el gran momento actual que parece estar atravesando el cine de género fantástico proveniente de Francia.

La nuée certifico de buenas a primeras ese tipo de cine de tono autoral presente este año en el festival que tan bien, a diferencia de otros muchos, sabe utilizar e insertar la metáfora dentro del relato, en esta ocasión la de un drama familiar con claros contornos fantásticos, a tal respecto el mensaje alegórico del film adquiere una curiosa concomitancia con los tiempos actuales del Covid 19 a la hora de mostrarnos como la mano del hombre está forzando de alguna manera a la naturaleza en base a la alteración de sus propios recursos. Si a lo largo de la historia del género fantástico el concepto de catástrofe natural y animal ha estado representada en la mayoría de ocasiones a través de una causa científica en La nuée dicha manipulación parte de unos parámetros algo distintos en base a pervertir el consabido concepto del mad doctor mostrado aquí a través de una idea de índole mucho más minimalista y realista en lo referido a una vertiente social, el de una madre soltera y la precariedad en la que se mueve, excelente interpretación a cargo de Suliane Brahim, dispuesta a todo con tal de poder salvaguardar un negocio de crías de saltamontes comestibles que viene a ser el principal sustento de su familia. La reflexión que deriva en advertencia a modo de alegoría en clave medioambiental que nos lanza Just Philippot viene dada en la medida de justificar o no una maternidad percibida como negligente a la hora de cruzar ciertos límites de responsabilidad. Esa obsesión por parte de la protagonista a la hora de alimentar de una manera muy especial a los saltamontes en base a aumentar cada vez más su producción y salvarle de la bancarrota hará que entre en escena en la parte final de la película el elemento fantástico de un modo casi bíblico-apocalíptico, y lo hace de una manera admirable en función de mostrar de una forma muy comedida e incluso realista una causa/efecto, la revolución animal hará acto de presencia de forma abrupta como fiel testigo y juez implacable en referencia a la desmedida ambición humana, este último concepto con un buen uso y sentido de la digitación, aquí expuesta casi a modo de un emotivo guiño cinéfilo a aquellas entrañables producciones de plagas de índole catastrofistas que tan bien sabia orquestaba en su día Irwin Allen.

Valoración 0/5: 4

 

Post Mortem

Post Mortem nos sitúa en un frío invierno de 1918, Tomás, un joven que se dedica a la fotografía post mortem, termina en un pequeño pueblo húngaro. Los extraños ruidos nocturnos, la hostilidad, las muertes misteriosas y las figuras sombrías que aparecen en sus fotografías lo impulsan a largarse cuanto antes. Pero Tomás regresa a la aldea para investigar las intenciones de los fantasmas y poder encontrar una manera de librarse de ellos.

Curiosa cuando menos la forma que tiene la producción húngara Post Mortem de introducir y exponer el horror dentro de un relato que parte en un principio de unos postulados que se sustentan en lo relativo a unas tradiciones fantasmagóricas de índole local expuestas casi a modo y semejanza de un tren de la bruja que parece propio de una película de James Wan, o lo que es aún peor, de cualquier producción media baja de la Blumhouse.

Posiblemente el que tengamos unos parámetros predeterminados en nuestra mente en referencia al fantástico haga que Post Mortem, vendida de forma algo engañosa como el primer film de terror realizado en la historia de su país, provoque una cierta incredulidad y extrañeza hacia el espectador experto en la diversidad de narrativas dentro del género a la hora percibir como está formulada. El film de Péter Bergendy viene a ser un relato de fantasmas de época supuestamente gótico que indaga en el folklore local pero que no recurre a lo sutil e insinuado, como suele ser preceptivo en estos casos, y si en lo aparatoso, a tal respecto se abusa tanto de retóricas tan habítales dentro del género de terror contemporaneo como por ejemplo el consabido y abrupto golpe de sonido o la agresión invisible grandilocuente que al final seguramente estemos ante la comedia involuntaria de este Sitges 2020. El problema viene dado en la medida que ver como esa montaña rusa pasada de vueltas que es Post Mortem no termina de ser del todo consciente, o al menos un servidor tuvo ese sensación, de su naturaleza de producto derivativo del splatstick y por consiguiente de una comedia de tono macabro en donde la presencia reiterativa del muerto esta tan presente a un nivel escénico que pierde por completo su función amenazadora, llegando incluso a satirizar involuntariamente el concepto de inmortalizar cadáveres en base a fotografiarlos y mostrarlos repetidamente en referencia al trabajo del protagonista principal. El film de Péter Bergendy, que incluso se permite el lujo de saquear una de las escenas más controvertidas del The House That Jack Built de Lars von Trier, viene a representar de forma meridiana como con una buena utilización de los efectos especiales o un apreciable sentido estético no basta si la dirección en base a su narrativa no sabe mesurar convenientemente dichos artificios, convirtiendo a la película en un Deus Ex Machina perpetuo que evidencia una total y alarmante ausencia de equilibrio en lo relativo a su forma y fondo.

Valoración 0/5: 1’5

 

À Meia-Noite Levarei Sua Alma

Un siniestro enterrador que se hace llamar Zé do Caixao quiere encontrar a la mujer perfecta para que su estirpe se prolongue. Para ello va secuestrando, aterrorizando y torturando a diversas mujeres.

Los clásicos presentes en la siempre interesante sección Seven Chances tuvieron una de sus representaciones con la proyección en 35 milímetros de À Meia-Noite Levarei Sua Alma de José Mojica Marins, primera incursión en el personaje Zé do Caixão por parte del icónico realizador brasileño fallecido este mismo año.

Posiblemente más importante y fundamental en referencia a poder ubicarla dentro de un específico contexto histórico que por sus propios méritos artísticos À Meia Noite Levarei Sua Alma fue una clara pionera en un país sin apenas tradición hasta ese momento en el género terrorífico viniendo a representar en su día una especie de respuesta, que atesoraba un cierto tono comercial irreverente y desprejuiciado, a aquella corriente tan determinante dentro del cine brasileño de la época como fue el Cinema Novo. El film de José Mojica Marins se inscribe pues dentro de ese tipo de cine en donde lo puramente artesanal, en el buen sentido de la palabra y desde todas sus vertientes posibles, se erige como motor principal del relato a la hora de paliar las muy evidentes carencias presupuestarias que en este caso dan la impresión de colindar con lo más puramente amateur, en cierta manera esta obligatoriedad fuerza a la reinvención de recursos dentro de un imaginario propio insertado y expuesto a la perfección en la creación, original y revolucionaria, de un personaje hasta aquel entonces sin precedentes dentro de la historia cine del cine de terror como fue Zé do Caixao . En À Meia-Noite Levarei Sua Alma encontraremos pocos elementos de índole sobrenatural dada su clara naturaleza de tono nihilista. Definida por algunos como un película de terror moral y materialista estamos ante una historia en donde una pequeña localidad queda sometida y atemorizada a merced de un sepulturero que en realidad se mofa de los ritos y las creencias populares, a la postre un relato de fantasmas sin fantasmas que convierten a la trasgresora y referencial obra de José Mojica Marins en la primera película que dio origen a todo un icono y referente de la cultura popular brasileña y por ende del cine fantástico mundial.

Valoración 0/5: 3’5

 

Come True

En Come True vemos como una adolescente de carácter rebelde vive atormentada por unos oscuros sueños que espera solucionar a través de un estudio universitario sobre dicha dolencia, una terapia que espera que la ayude a deshacerse de sus pesadillas, sin embargo dicho tratamiento se convierte en el canal de un nuevo descubrimiento bastante oscuro.

Una de las agradables sorpresas vistas este año en Sitges correspondió al segundo trabajo tras las cámaras del realizador Anthony Scott Burns titulado Come True, film que indaga en ese concepto onírico tan amplio y dado a multitud de interpretaciones como es el sueño que deriva en pesadilla y que se filtra y sobrepasa ese ámbito cotidiano entendible como realidad.

Anthony Scott Burns, que ejerce de auténtico hombre orquesta en la película y que proviene de esa cantera inagotable de jóvenes directores canadienses aquí bajo la producción ejecutiva de un autor tan recurrente en Sitges como es Vincenzo Natali, nos muestra en Come True un estimulante thriller psicológico cuya premisa inicial de tono científico se vuelve cada vez más onírica conforme se va desarrollando una trama que constituye  uno de los estudios más perturbadores y magnéticos, en referencia a la ambivalencia de la mente humana, vistos este año en el festival. El concepto de la pesadilla dentro del género fantástico ha basculado mayoritariamente bajo arquetipos en donde intentar diferenciar la realidad de las pesadillas se erigía como principal motor narrativo a la hora de plantear historias dentro de ese submundo tan interesante y lleno de posibilidades. Hace unos años Rodney Ascher tras su notable Room 237 se adentraba con otro documental titulado The Nightmare, no tan conseguido como el anterior, en el estudio y seguimiento a ocho personas con respecto a la parálisis del sueño que padecían, a tal respecto Come True, que transita por vericuetos argumentales bastantes similares, expone el concepto de no dormir como claro epicentro a la hora de desencadenar de una serie de acciones de terminan derivando en viajes oníricos de tono gélido que buscan desesperadamente un halo de luz a través de la mente de una joven, una excelente Julia Sarah Stone, que padece dicha enfermedad . Un relato plagado de elipsis oníricas y expuesto a través de una oscura y preciosista puesta en escena de tono simétrico, en el nuevamente entramos en la interrogante de la tangibilidad o no del sueño, el saber a ciencia cierta que corresponde verdaderamente a la realidad y que a una ficción posiblemente orquestada a través de una mente cautiva en lo concerniente a la manipulación del sueño, tesis perfectamente mostrada en una conclusión que en base a una naturaleza supuestamente sorpresiva, y a diferencia de otras mucha películas semejantes, no modifica o reinterpreta lo anteriormente mostrado si no que reafirma y otorga más solidez al valor alegórico del relato. En Come True también existen apuntes y referencia muy palpables a otras películas importantes dentro del fantástico de estos últimos años desarrollados en base a laberintos oníricos adyacentes a la mente humana como por ejemplo el Donnie Darko de Richard Kelly o el It Follows de David Robert Mitchell, en todas ellas seremos testigos a fin de cuentas de la dolorosa imposibilidad existente en la adolescente a la hora de poder transitar por un imaginario percibido como incontrolable.

Valoración 0/5: 4

 

Crónica Festival de Sitges 2020. Día 6

 

The Book of Vision

Eva, una doctora y estudiante de medicina, descubre un manuscrito del siglo XVIII, que recoge las emociones, temores y sueños de multitud de pacientes. Al sumergirse en sus páginas, la joven se embarcará en un íntimo y sensorial viaje a través del tiempo.

Después de inaugurar la Semana Internacional de la Crítica del pasado Festival de Venecia la opera prima de Carlo Hintermann irrumpió con fuerza en Sitges con el principal reclamo, aparte de ser un producto de supuesta y elevada calidad arty, de ser una producción auspiciada bajo el amparo de Terrence Malick, ya no solo a un nivel de producción ejecutiva sino también por ser una clara deudora del estilismo cinematográfico del responsable de la estupenda A Hidden Life, algo que en cierta manera juega en contra de una película cuyas expectativas terminan estando algo por encima de lo que finalmente son sus resultados.

The Book of Vision, que atesora un incuestionable poder visual gratificante, termina siendo un film tan ambicioso como fallido en referencia a sus postulados, un relato bicéfalo narrado a través de dos tiempos que se interrelacionan en la medida de unir ciencia y emotividad. El debut en la dirección de Carlo Hintermann da la sensación de ser esa clase de películas en donde existe una continua confrontación en lo concerniente a lo que son unas imágenes y una narrativa que no siempre van cogidas de las manos, digamos que uno tiene cierta sensación de que dicho tono visual pretende sin conseguirlo contarnos bastante más de lo que en realidad ofrece un relato en apariencia sencillo, el problema viene dado en la medida de que por muy alumno aventajado que sea Carlo Hintermann por desgracia no es Terrence Malick, en tal aspecto esa amalgama de misticismo romántico y simbolismos de índole sobrenatural mal manejados pueden llevar a una cierta indigestión, o lo que es peor, a una pomposidad visual de tono vacuo. En ese terreno pantanoso se sitúa este viaje sensorial que es The Book of Vision, haciendo evidente que ese intento de preciosismo escénico no termina de ir acompañado por el guion firmado por el propio Carlo Hintermann y Marco Saura, este propone ideas y conceptos elevados que no terminan de estar convenientemente adecuados a la imagen, esa mirada a la naturaleza entendida como un primordial organismo viviente o la simbiosis e interactuación existente entre dos tiempos, temarios inherentes al imaginario de Terrence Malick, terminan siendo redundantes, y en el peor de los casos sobre explicativos, otorgando al film el dilema de ver como su preciosismo y su remarcable belleza escénica queda situada algo lejos de esa supuesta trascendencia de la que se cree poseedora.

Valoración 0/5: 2’5

 

Teddy

En los Pirineos franceses, Teddy sobrevive trabajando en un salón de masajes. Un día, a principios de verano, el joven es atacado y arañado por una bestia; probablemente, el lobo tras el que andan todos los granjeros del lugar. Al cabo de unas semanas, empieza a sentir cierta pulsión animal.

Teddy, el nuevo trabajo tras las cámaras de los hermanos Boukherma tras su interesante opera prima Willy 1er fue una de las cintas vistas este año en Sitges que atesoraban esa nomenclatura del sello Cannes Selects, la coyuntura hizo que el film tras no poder estar presente en el nonato certamen galo, seguramente incluida en algunas de sus secciones paralelas, viniera a Sitges de alguna manera virgen en referencia a visionados y opiniones previos, esa escasa información sobre ella hizo que en cierta forma se recobrara una sensación habitual, de cierto encanto, en los festivales de cine de antaño, el enfrentarse a una película libre de prejuicios e intoxicaciones por parte de terceros.

También posiblemente a todo ello, y no deja de ser algo sintomático en relación a cómo funciona en base a diversas sinergias la crítica actual, la comedia dramática Teddy causo una sensación de bastante disparidad y desubicación entre los asistentes a la proyección, algo que nos puede llevar a pensar que la crítica y el público de Sitges empieza a estar normalizado en lo relacionado a la asimilación ya habitual de films con referencia previa. Centrándonos en Teddy la película reformula el concepto tradicional del hombre lobo adolescente pero desde un prisma local muy particular, casi autóctono, en este caso no sería temerario el afirmar que Teddy sería lo más cercano a parecerse a una película de terror firmada por Bruno Dumont, a tal respecto encontraremos más de una similitud con la serie Li’l Quinquin, en ambos trabajos se nos sitúa en una comunidad rural francesa en donde confluyen una galería de personajes trazados por ese patrón de humor situado a medio camino entre la irreverencia y un humor absurdo en ocasiones colindante con un Cartoon al uso desvirtuado en relación a diálogos que dan la sensación de ser imposibles. Teddy utiliza ese elemento fantástico de la transformación en una bestia a la hora de extrapolar desde lo distendido de su tono una alegoría con texturas propias del coming age del inadaptado y la imposibilidad de este de formar parte de un contexto social predeterminado del que está excluido, tanto en lo referido a su forma humana como evidentemente animal, en este sentido podemos percibir aunque a través de registros totalmente distintos alguna que otra concomitancia con la notable As boas maneiras de Juliana Rojas y Marco Dutra. Teddy utiliza inteligentemente ese subtexto fantástico del subgénero de la licantropía relacionado con el cambio hormonal en la adolescencia en base a una mirada desvirtuada aquí expuesta a un nivel contestatario mostrada desde un tono de humor supuestamente vulgar pero provisto de connotaciones muy sutiles. Una película que certifica junto a otras, como bien se pudo comprobar este año en Sitges, el buen momento actual que parece estar atravesando el cine de género francés.

Valoración 0/5: 3

 

Black Bear

En una casa en un remoto lago en las montañas de Adirondack, una pareja entretiene a una invitada que busca inspiración para su película. El grupo cae rápidamente en un calculado juego de deseo, manipulación y celos, sin darse cuenta de que pronto sus vidas se volverán peligrosamente complicadas, mientras la cineasta busca una obra de arte que desdibuja los límites entre autobiografía e invención.

Proveniente del Festival de Sundance y con un claro marchamo genérico a la actual esencia de dicho certamen se presentó dentro de la sección Noves Visions la estimulante Black Bear, tercer trabajo tras las cámaras del realizador Lawrence Michael Levine tras películas tan a tener en cuenta como Gabi on the Roof in July o Wild Canaries, con Black Bear Levine, su mejor film hasta la fecha, nos ofrece una interesante y retorcida exploración en clave de metaficción del proceso de construcción y reconstrucción en lo concerniente a la creatividad del artista y el costo ocasionado en relaciones adyacentes que puede conllevar dicho acto.

Es complicado hablar de la narrativa de una película de las características de Black Bear sin desvelar parte del activo y atractivo que hacen de ella una propuesta tan singular como interesante, digamos que es esa clase de relatos en donde llegados a un punto determinado de una trama hasta ese momento bastante simple en referencia a su tesis, situada casi en el ecuador de la película, se reconfigura por completo y por fuerza reinterpreta todo lo visto anteriormente en base a una nueva trama con los mismos personajes, mismo escenario, pero reasignados en nuevos roles a modo de una película dentro de otra película atesorando esta última una narrativa por momentos criptica. Bajo las texturas de un drama psicológico con ciertos toques de un humor retorcido, beneficiado por la labor interpretativa de sus tres actores principales, especialmente en referencia a esa ya casi musa del cine independiente norteamericano que es Aubrey Plaza y el cada vez más en alza Christopher Abbott, presente también en el certamen en el Possessor de Brandon Cronenberg, Black Bear transita a través de una deconstrucción que conforme va avanzando se va volviendo más compleja y ambiciosa, de connotaciones escénicas claramente teatrales colindante con un tono casi Cassavettiano, a la hora de exponer el proceso de realización de una película independiente, a través de una película independiente como evidentemente manda los cánones, en donde se indaga en la ambivalente dinámica existente entre el autor y la musa y las estructuras de poder de dichas relaciones expuesto en base a un juego de espejos que da la sensación que querer jugar con espectador a la hora de discernir qué es lo real y qué es parte de la imaginación del personaje del escritor, a la postre el protagonista principal verdadero que maneja todas las cuerdas y que plantea un juego sin reglas que otorga un curioso sentido a este peculiar relato de naturaleza desestructurada.

Valoración 0/5: 3’5

 

My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To

Dwight y Jessie están en desacuerdo sobre los cuidados de su frágil y enfermo hermano menor Thomas, que solo vive de la sangre humana. A Dwight le cuesta comprender que para que su hermano viva tengan que dejar tras de sí un reguero de cadáveres, pero cuando empiece a distanciarse de su familia, la implacable Jessie hará lo que sea necesario para mantenerlo en casa.

Viene siendo un denominador común en estos últimos años, algo que en Sitges es bastante visible, el ver como un número significativo de películas retuercen conceptos y parámetros del género fantástico a la hora de hablarnos de problemáticas de índole social, en su mayoría lindantes con el drama, el debut en la dirección de Jonathan Cuartas (Premio Citizen Kane a la dirección revelación) con la nada desdeñable My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To, una variación muy sui géneris del concepto del vampiro, vendría a ser un buen ejemplo de ese posicionamiento en lo referente a la vertiente más agraciada de dicho termino.

El problema a la hora de aplicar dicho concepto antes citado es ver como muchos autores utilizan una mirada algo despectiva, casi situado por encima del hombro, hacia el fantástico en la medida de plantear la alegoría, en esta cuestión entraríamos en el eterno debate de cuál es la prioridad o justificación del relato en cuestión, la narrativa de genero que vertebra sutiles interpretaciones y matizaciones de otro ámbito o utilizar el fantástico, en la mayoría de veces de forma burda, como mera excusa a la hora de exponer la metáfora, en esta edición de Sitges hubo una película que ejemplarizaba a la perfección esta última aseveración como fue muy publicitada Relic, una de las películas que peor ha tratado el concepto puro del fantástico en estos últimos años. Podríamos llegar a la conclusión de que la modesta pero meritoria My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To transita por unos territorios parecidos, sin embargo a diferencia del film de Natalie Erika James Jonathan Cuartas no distrae ni disimula a la audiencia, o lo que es peor engaña, en referencia a cuáles son sus auténticas motivaciones a la hora de plantear un discurso, a tal respecto el tema del vampirismo, un poco a la manera de la seminal Martin de George A Romero, es una excusa aquí casi anecdótica empleada en la medida de desarrollar, en base a una puesta en escena sobria, un seco y áspero drama familiar que nos cuenta la toxicidad que puede desprender en el ser humano la dependencia, también la exploración de hasta dónde puede llegar el compromiso hacia el vínculo consanguíneo y que estás dispuesto a sacrificar en base a la contradicción moral para poder hacerlo prevalecer. La revisión del mito vampírico expuesta en My Heart Can’t Beat Unless You Tell It To será pues algo difusa en relación a su vertiente más puramente fantástica, sin embargo será bastante lucida en la medida de mostrarnos un relato demoledor a modo de cruda deriva intimista sin subrayados acerca de ese grupo de desheredados de las sociedades que parecen estar excluidos de ese en muchas ocasiones quimérico sueño americano.

Valoración 0/5: 3’5

 

Jumbo

En Jumbo vemos como Jeanne, una joven mujer introvertida, vive en su casa con su madre y trabaja en el turno de noche como limpiadora en un parque de atracciones. Su madre quiere que conozca a un hombre, pero jeanne prefiere quedarse encerrada en su cuarto rodeada de cables, bombillas y piezas sueltas, creando versiones en miniatura de las atracciones de feria. En sus turnos nocturnos comienza a pasar cada vez más tiempo con una atracción a la que decide bautizar como “Jumbo”. Sus luces rojas la seducen poco a poco, lo que conduce a Jeanne a entrar en una nueva y compleja “relación”.

Al igual que la notable Teddy la opera prima de la realizadora belga Zoé Wittock Jumbo transita a partir de esos recovecos relacionados con la adolescencia en donde se indaga en referencia a diversas problemáticas adyacentes a ella, si en Teddy se utiliza un claro subtexto fantástico a la hora de exponer un rechazo social para con el protagonista el film de Wittock recurre de forma más clara a la metáfora, situada a medio camino entre realidad y la fantasía personal, a la hora de mostrar el concepto del despertar amoroso del adolescente como derecho ineludible en el ser humano.

Posiblemente lo mejor de Jumbo radique en el riesgo que supone recurrir a una alegoría poco usual en relación a exponerla a través de un discurso que parece muy obvio, el derecho a cualquier tipo de rol genérico y afectivo frente a una sociedad que juzga en base a su puritanismo expuesto a través de una idea o concepto anómalo de dicha sexualidad que dota al relato de una cierta particularidad. El film también indaga en el relato iniciático en referencia a como una primera historia de amor otorga al adolescente una independencia con respecto al núcleo familiar, unas coordenadas estas ya preestablecidas con demasiada frecuencia en este tipo de relatos, sin embargo dicha narrativa bicéfala es la que vertebra y le da un sentido común a un relato tan irregular como sugerente en ideas, esa atracción no normativa, derivada de la objetofilia, entre una adolescente y una maquina hace que evidentemente el relato fluctué en una línea divisoria bastante fina situada entre la fascinación que produce ese retrato del derecho a una identidad propia que se aleja del estereotipo y un tono que bordear de forma peligrosa el ridículo en base a lo naif, digamos que Zoé Wittock se queda entre dos aguas, curiosamente en algunos apartados de difícil manejo sale bastante bien parada en referencia a darle cuerpo a esa radicalidad como por ejemplo podemos ver en esa escena de sexo entre la protagonista y la atracción de feria que por momentos da la sensación de bordear imaginarios propios de David Cronenberg, hay otros sin embargo que caen en ese tono naif antes comentado difícil de justificar como esa conclusión que parece sacada del Muriel’s Wedding de P. J. Hogan y en donde se banaliza el mensaje. Posiblemente sea algo injusto con respecto a  esta relectura de la supuesta normalidad de lo afectivo que es Jumbo el tener la percepción de que podría haber hecho un director como por ejemplo el antes citado David Cronenberg, la fundamental Crash está muy presente en el relato, con el planteamiento del que parte Zoé Wittock, siendo una lástima que lo convencional que resulta ser su narrativa y formas a no lleguen a estar a la altura a lo arriesgado de su enunciado.

Valoración 0/5: 2

Crónica Festival de Sitges 2020. Día 5

Fried Barry

Barry es un bastardo drogadicto que es abducido por extraterrestres después de una de sus habituales juergas. El propio Barry se convierte en un pasajero de sí mismo cuando un alienígena asume el control de su cuerpo y lo lleva a dar un paseo por Ciudad del Cabo.

Partiendo de la génesis de un corto homónimo realizado en el año 2017 Ryan Kruger debuta en el largometraje con la cinta Fried Barry, una película que parte de ese concepto ya transitado con bastante frecuencia dentro del fantástico en base a la mirada del alienígena a nuestro mundos mediante la apropiación de un cuerpo humano, idea vista en films como por ejemplo Starman, Under the Skin o la divertida The Borrower de John McNaughton, película con la que guarda más de una similitud.

Fried Barry, comedia burda de género donde las haya, viene a engrosar esa lista de películas que dan la sensación de ser incapaces a la hora de poder disimular sus muy evidentes costuras de cortometraje, en cierta manera el film de Ryan Kruger nunca va más allá de lo que es su anecdótica premisa, la broma dura hasta que el espectador determine cuando es suficiente pues estamos ante un relato que reincide una y otra vez sobre la misma idea de la que parte, una abducción extraterrestre que deriva en un viaje embadurnado a través de grandes dosis de ácido, sexo y gore narrado en forma de epopeya psicotrópica. La síntesis del alíen confundido ante lo que le rodea y que se limita básicamente a imitar todo lo que ve en una denigrada Ciudad del Cabo será pues expuesta a través de una estética visual excesivamente cargada colindante con lo alucinógeno, de hecho el relato da la impresión de estar elaborada en lo relativo a una continua improvisación de situaciones que repetidamente satiriza en modo gamberro los vicios humanos. Posiblemente si existe una clase de película que requieran de una complicidad por parte del espectador esta es sin duda Fried Barry, sin ella el producto en cuestión difícilmente será soportable, esto último fue lo que le ocurrió a un servidor que buscaba algo más que el chiste fácil y soez, algo difícil de encontrar en una película de estas características en donde es complicado percibir algo parecido al desarrollo de un argumento, lo suyo es más bien una sucesión de gags cortados por el mismo patrón de irreverencia en base a una amalgama de tonos alucinógenos que coquetea en ocasiones con lo underground, un catálogo de supuesta incorreción política disfrutable únicamente si se acepta sin reservas el sentido de humor esgrimido por su director.

Valoración 0/5: 1’5

 

Marea alta

Laura ha perdido el control. Después de dormir con Weismar, el jefe de obra que se encarga de la construcción de una barbacoa en su casa de la playa, los otros dos trabajadores comienzan a actuar de manera extraña, lo que le provoca la sensación de que su intimidad está siendo violada. Cuando Weismar finalmente desaparece, Laura se ve obligada a dirigir por sí misma a los trabajadores. Sin embargo, se siente incapaz de ello, por lo que decide mantener una distancia y observarlos desde la seguridad de su hogar. Ignorando las llamadas de su marido, comienza a abusar del vino mientras espera el regreso de su amante.

Marea alta, el nuevo trabajo de la realizadora argentina Verónica Chen, presente en la sección Noves Visions nos ofreció esa otra parcela alejada del fantástico entendido como tal en donde se nos relata una incómoda historia de tono minimalista a modo de drama con ligeras texturas de thriller, a semejanza para hacernos una idea y salvando las lógicas distancias de cierto cine perpetrado por Michael Haneke en donde una perturbadora calma tensa terminan ocasionando una serie de acontecimientos tormentosos.

De alguna manera Marea alta, que atesora un empaque visual ciertamente atractivo, es una película vertebrada principalmente en relación a exponer diferentes reflexiones con respecto a los supuestos roles de poder que ocasionan fricciones entre distintas clases sociales, el relato empieza bajo conceptos genéricos muy reconocibles en donde una protagonista femenina ve invadida su intimidad por parte de terceros a un nivel casi territorial, esta parte nos puede llegar a recordar perfectamente a la reivindicable The Plumber de Peter Weir, a tal respecto dicha invasión, que paulatinamente va pasando del incomodo a la amenaza seria, nos sitúa por momentos en la prototípica home invasión de tono psicológico, sin embargo Verónica Chen intenta ir algo más allá de dicho concepto al intentar esgrimir supuesta reflexiones de claro índole moral e interpretaciones ambiguas en base a cuestiones tales como la legitimidad que otorga la sexualidad femenina frente al machismo o la colisión social existentes entre clases y géneros distintos y su repercusión dentro de las dinámicas de poder. En este sentido la conclusión de Marea alta abandona las interrogantes para ofrecernos una respuesta cuanto menos ambigua y muy abierta al debate, el concepto de revenge quedara aquí de alguna manera expuesto en base a dobles lecturas reinterpretando toda la narrativa anterior en relación a difusas cuestiones colindantes con el cuestionamiento sobre la moralidad de los protagonistas, unos personajes con los que el espectador se puede sentir, o no, identificados a la hora de entrar junto a ellos en un dilema ético.

Valoración 0/5: 2’5

 

L’ultimo uomo che dipinse il cinema

Renato Caso es uno de los ilustradores más importantes en la historia del cartelismo cinematográfico. En este documental, el dibujante nos abre su estudio para mostrarnos su colección personal y compartir los recuerdos de un arte casi olvidado.

Dentro de esa clase de documentales vistos este año en Sitges que inciden en la pedagogía de múltiples ramificaciones existentes dentro del ámbito cinematográfico destaco por encima del resto el retrato de Renato Caso que expone L’ultimo uomo che dipinse il cinema, un estudio a través de los carteles de películas que el artista diseño, de hecho estamos ante un recorrido simultaneo que abarca distintas facetas, la de la promoción cinematográfica en base a la publicidad de sus ilustraciones y la de la misma historia del arte en relación a la mirada y trayectoria de un artista.

L’ultimo uomo che dipinse il cinema, que formaría un buen programa doble junto a El hombre que diseñó España de Andrea G. Bermejo y Miguel Larraya, ejemplariza el documental teórico como parte esencial de un estudio didáctico, a través suyo encontraremos un tono de evidente nostalgia a semejanza de una exposición impartida por un viejo maestro que desprende empatía hacia el alumno, percibiremos como el concepto digital y las redes sociales han restado de importancia el trabajo, totalmente artesanal, de quienes pintaron con pincel y aerógrafo el póster cinematográfico de antaño. Un artista que en cierta manera redefine a través de su trabajo el imaginario colectivo a la hora de captar la supuesta esencia de narrativas y personajes, haciendo que cada película, en base a su cartel, sea atractiva para un público que por aquel entonces era atraído principalmente por las enormes imágenes publicitarias esparcidas por las ciudades. A través de la obra de Renato Caso veremos fragmentos de su vida cotidiana, de sus fotografías y su basto material de archivo celosamente guardado en el estudio de su ciudad natal de Treviso, como suele ser preceptivo en esta clase de trabajos el documental también se acerca al lado humano del artista en base a recuerdos y curiosidades varias, reflexiones en primera persona sobre su pasado e incluso su presente, su adolescencia, su encuentro con los grandes ilustradores y directores de la época como John Huston, Sergio Leone, Claude Lelouch, Dario Argento, Rainer Werner Fassbinder, Bernardo Bertolucci, Giuseppe Tornatore, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese entre otros muchos. El artista así mismo nos revela la técnica de la pintura, realizando en vivo algunos carteles famosos, a tal respecto veremos multitud de bocetos preliminares que dieron lugar a los originales. L’ultimo uomo che dipinse il cinema también se beneficia del testimonio de terceros, coleccionistas, críticos y personalidades del mundo del cine italiano que han trabajado con Renato Caso, que tiene para bien contarnos no solo los detalles, la dinámica creativa y la implicación comercial de ciertos carteles de éxito, sino también una mirada anexa a la época dorada de cine italiano en base a sus implicaciones artísticas y sociales. Un documental que cuenta en ese aspecto lo que representó el póster de cine en la Italia de la posguerra permitiéndose el lujo de reflexionar sobre la evolución del mundo del cine de ese período concreto y el valor artístico que supuso el trabajo de un hombre que pinto cine.

Valoración 0/5: 3

 

Manos torpes

Un niño, Peter, ve morir a su padre a manos de un cazador de recompensas, y toda su vida estará obsesionado por vengar esa muerte. Cuando es un joven que trabaja al servicio del poderoso ranchero Charly, contrae matrimonio en secreto con Dorothy, la hija del hacendado. Pero éste, que pretende casarla con otro hombre por interés, hace que el joven sea apaleado y abandonado en el desierto para que muera. Cuando la muerte está próxima, reconoce en la cara de la persona que le salva la vida al asesino de su padre: el cazador de recompensas Latimore. De momento Latimore le ayuda. Sin embargo, cuando el precio por la cabeza de Peter sube como la espuma, el duelo entre ambos pistoleros será inevitable.

Dentro de esas sinergias que suelen ser  tan proclives en los festivales de género se dio la agradable oportunidad de poder revisitar en pantalla grande y copia restaurada un western tan peculiar como es Manos torpes aprovechando tanto su acertada selección para la sección Seven Chance por parte del crítico Alejandro G. Calvo como en lo referente al homenaje que el certamen tuvo para bien concederle a Manuel de Blas, actor secundario que formo parte del elenco de la película dirigida por Rafael Romero Marchent.

La estimulante Manos torpes viene a ser una curiosa hibridación resultante del Spaghetti Western y de ese otro fascinante subgénero poco transitado que es el Weird Western, posiblemente lo sea de una forma algo involuntaria. En tal sentido la fusión del western con el género fantástico posee una infinidad de sugestivas implicaciones, esa irrupción de lo que podíamos denominar como anómalo en una película del Oeste nunca ha sido aprovechada del todo, unas mixturas genéricas que con sus puntos de contacto y divergentes han sido expuestos en la mayoría de ocasiones de una forma casi anecdótica. A tal respecto Manos torpes introduce desde la propia extrañeza del relato apuntes fantásticos a una trama que sigue el esquema habitual del cine de venganzas de tono fatalista, hay momentos a rescatar  como ese inicio onírico de índole pesadillesco y premonitorio en donde se confunde la imaginación con la realidad, o esa escena impagable zombie que años más tarde nos recordaría George. A. Romero en el inicio de la magistral Day of the Dead demuestran como su catalogación de weird es lógicamente extrapolable a su condición de exploitation, algo que queda reflejado a la perfección en la parte del film en donde el protagonista se reinventa o renace bajo la enseñanza de un maestro de las artes orientales, ese momento kung fu, unidos a los otros arriba comentados, tal como los plantea Rafael Marchent, no desvirtúan ni resta un ápice de credibilidad a un relato de contornos tan bizarros como entretenidos.

 Valoración 0/5: 3’5

 

The Silencing

Después del secuestro de su hija, un cazador decide reformarse y aislarse del mundo en una reserva natural. Años después, abandona su retiro para ayudar a la sheriff local a capturar a un peligroso asesino que pudo haber estado implicado en la desaparición de la niña.

The Silencing vino a certificar esa clase de películas residuales de catalogación algo dudosa provenientes de esa sección Orbita que este año por razones de logística desapareció de la programación de Sitges. Lo más curioso de este thriller de suspense que aporta bien poco en lo referente a su supuesta originalidad es ver como directores de origen europeo, en un principio prometedores, se ven en cierta manera engullidos por trabajos de un claro índole alimenticio una vez integrados en la maquinaria de producciones estadounidenses, en esta ocasión el belga Robin Pront que en 2015 tuvo un interesante debut con la notable D’Ardennen no consigue ni mucho menos estar a la altura de su ópera prima.

En cierto modo The Silencing representa ser todo lo contrario con respecto al primer trabajo tras las cámaras de su realizador, un film cuyo principal lastre posiblemente no recaiga en transitar por recovecos ya demasiados transitados sino más bien por contar mal una historia que básicamente pretender dar dos puntos de vista antagónicos acerca de una investigación criminal, por una parte la del protagonista principal y por otra la de la agente de policía (personaje incoherente donde los haya), ambos terminaran convergiendo en relación a unos crímenes en los que por un motivo u otro tienen interés o implicación. En tal sentido el correcto trabajo tras las cámaras de Robin Pront, con una especial incidencia hacia un tono agreste oscuro, no atesora el suficiente crédito a la hora de ocultar las evidentes carencias del guion a cargo de Micah Ranum, este juega al consabido concepto genérico de “quien es el asesino” durante una narrativa que como mandan los cánones está plagada de falsos culpables y estereotipos varios adyacentes al género negro. Sin embargo The Silencing termina siendo una película bastante incapacitada a la hora de profundizar, ni siquiera cierra algunas de sus tramas, en muchos de los apuntes e ideas que son levemente percibidos en su algo confuso argumento, llegando a transitar en el pantanoso terreno del thriller con denominación de predecible, aquel que para mal simplifica en base a su torpeza el suspense que esta por descifrar.

Valoración 0/5: 1’5

 

Crónica Festival de Sitges 2020. Día 4

Comrade Drakulich

Hungría, años 70. El camarada Fábián, el héroe húngaro de la revolución cubana, regresa a casa para participar en una campaña de sangre para Vietnam, la nación hermana comunista de Hungría. Pero algo anda mal con el viejo camarada: parece un hombre de 30 años, tiene un comportamiento genial y conduce un Mustang rojo fuego. Una joven pareja que trabaja para la policía secreta es asignada para vigilar al extraño.

Posiblemente el segundo trabajo tras las cámaras del realizador húngaro Márk Bodzsár vino a certificar ese tipo de cine que de alguna manera le da un sentido a la existencia de un certamen cinematográfico, o al menos al concepto que antes se entiende de tal, lejos de la calidad que pueda atesorar el producto en cuestión Comrade Drakulich representa a la perfección esa clase de películas que dadas sus características difícilmente se verá de una forma regularizada en nuestro país si no es a través de un festival cinematográfico como el de Sitges.

Comrade Drakulich es una especie de hibrido genérico de índole localista que seguramente nazca de una voluntad comercial muy manifiesta por parte de sus responsables al recurrir a un mito del fantástico tan conocido como el vampirismo a la hora de apropiarse de dicho concepto y llevarlo al terreno del humor de tono satírico en referencia a los paralelismos y las reasignaciones aquí existentes entre el mito de Drácula y el comunismo existente en la Hungría de los años 70. A través de esa premisa de índole universal que nos cuenta como los vampiros no pueden morir a semejanza de como la ideología comunista también es percibida como eterna queda situado el elemento fantástico y un trazo de comedia que nunca llega a desvirtuar lo anterior encontrándonos de por medio una trama detectivesca con un ligero barniz romántico expuesto a tres bandas, a la postre la que de alguna manera se adueñe casi por completo de una narrativa que ante nuestra mirada puede resultar tan exótica como por momentos moderadamente entretenida.

Valoración 0/5: 2

 

Sea Fever

La tripulación de una embarcación irlandesa pierde su rumbo en alta mar. Su vida corre peligro ya que un parásito ha hecho acto de presencia en su suministro de agua.

La amenaza invisible proveniente del exterior, en su gran mayoría de origen alienígena, en relación a un grupo de personas que de una manera u otra están enclaustradas y han de enfrentarse obligatoriamente a dicho peligro ha constituido en estas últimas décadas casi un subgénero propio dentro del fantástico, en el encontraremos referentes indiscutibles conocidos por todos como por ejemplo las fundamentales Alien o The Thing, dentro del mismo ha habido una serie de ramificaciones estereotipadas que también han ido creando escuela viéndose imitado hasta la saciedad en lo concerniente a como un personaje femenino, a primera instancia de apariencia frágil, consigue erigirse líder y a la postre superviviente del grupo al que pertenece, la realizadora dublinesa Neasa Hardiman revisita tal concepto en la apreciable Sea Fever teniendo el añadido de intentar acotar interesantes variaciones a dicha temática.

Lo primero que queda claro de una película de las características de Sea Fever es percibir como Neasa Hardiman no es una realizadora muy afín al género fantástico, da la sensación de ser esa clase de autores que pasan por el de forma casi accidental y no de una manera vocacional desde un inicio, algo que no tiene por qué ser peyorativo forzosamente pues no sería la primera vez que se ha dado el caso de como una mirada alejada del estereotipo genérico en base a su asimilación autoral ha ofrecido películas ciertamente interesantes, Claire Denis con la estupenda High Life o la reciente Little Joe de la austriaca Jessica Hausner por citar solo dos ejemplos de realizadoras. Sea Fever como relato contenido, por momentos más cercano al drama de tono survival que al del terror propiamente dicho, se asoma tímidamente a dichos postulados arriba comentados al ser una curiosa variación de la temática del terror marítimo reconfigurado aquí hacia parcelas derivativas del eco-thriller de ciencia ficción en donde el monstruo como ente físico amenazador es sustituido por un virus que no deja de ser otro concepto del monstruo pero que en esta ocasión crece de forma no tan visible dentro del organismo de los protagonistas muy a la manera, pese a no ser tan explícita, de aquel reivindicable found footage de Barry Levinson titulado The Bay. Las variaciones antes comentadas en referencia a su narrativa vienen dadas en la medida de percibir como llegados a un punto del relato la amenaza del invasor entendida como tal pasa a un segundo plano, en realidad nunca quedara resulta tal cuestión, en este caso se prioriza el razonamiento científico con un ligero trasfondo ecologista en detrimento del susto fácil, también se hace hincapié en el tono paranoico del superviviente, curiosamente aquí encontraremos alguna que otra interesante concomitancia con nuestro presente a la hora de plantear conceptos morales tales como el dilema al que se ven sometidos los protagonistas de no infectar al resto de la población en base a diferentes comportamientos, principalmente el egoísta y el responsable, frente a una amenaza vírica aquí retratada como invisible.

Valoración 0/5: 3

 

Possessor

En Possessor vemos como Tasya Vos es una agente de una organización secreta que utiliza implantes cerebrales para controlar el movimiento corporal de otras personas, obligándolas a cometer asesinatos que benefician a toda clase de peces gordos del mundo corporativo. Un día, durante una misión rutinaria, algo sale mal. La agente Vos se ve atrapada dentro de la mente de uno de los sujetos que trataba de controlar, cuyo apetito por la violencia se acaba convirtiendo en su peor aliado, superando incluso el suyo propio.

La ganadora indiscutible de este Sitges 2020, Mejor película y director, correspondió al segundo trabajo tras las cámaras de Brandon Cronenberg titulado Possessor, un director que de forma algo curiosa forma parte de esa larga lista de realizadores premiados y muy recurrentes en el festival que son primogénitos de cineastas ya consagrados, a bote pronto me vienen  a la memoria los nombres de Panos Cosmatos, Duncan Jones o Jennifer Lynch por ejemplo, la pregunta con respecto a Brandon Cronenberg y su cine vendrá dada a la hora de preguntarnos hasta qué punto este es deudor de un legado paterno conceptual en la medida de crearnos una perspectiva en referencia a lo que son sus auténticas virtudes.

Es complicado el abstraerse de la obra de Cronenberg padre a la hora de referirse a la de su hijo por una simple cuestión de que ambas guardan una conexión muy evidente pese a que este último no se queda corto en referencia al aporte personal, esta será más bien en la referida a indagar narrativamente en temáticas e imaginarios varios relacionados en su gran mayoría con el body horror y el tecno-thriller más que en lo concerniente a lo meramente formal. Si ya en la notable Antiviral vislumbrábamos retazos evidentes en su parábola futurista en base al terror clínico y corporativo muy recurrente en la obra de David en este thriller de ciencia ficción colindante con el terror onírico que orbita en base a la idea de invadir el espacio del otro sin tener permiso que es Possessor existen claros conceptos ya percibidos en películas como Scanners o la extraordinaria Existenz en lo concerniente a explorar realidades virtuales que afectan a nuestra personalidad mediantes fugas mentales y trasmutaciones corporales urdidas aquí casi bajo el concepto de la “penetración forzada” representado en la película en base a contundentes y explícitos estallidos de violencia. Sin embargo y pese a que Possessor es una interesante película como también lo era su opera prima Brandon Cronenberg aún no da la sensación de atesorar el talento de su padre, pese existir ideas la realización del film ganador de esta edición de Sitges deviene como algo tosca, también lo es en referencia a una narrativa expuesta de forma deficiente, posiblemente demasiado cerebral y esquemática en el desarrollo de unos personajes que no termina por explorar el propio universo del que están estructurados más allá del concepto puramente visual por el que se mueven.  Posiblemente estemos ante un director que aún sigue buscando un lugar concreto, un autor que de alguna manera se encuentra en una continua evolución aun por terminar, en tal sentido Possessor no deja de ser un paso adelante en referencia a una autoría que se vislumbra tan deudora e imperfecta como atrevida y sugerente.

Valoración 0/5: 3’5

 

Be Water

En 1971, tras ser rechazado por Hollywood, Bruce Lee regresó a la casa de sus padres en Hong Kong para completar cuatro películas icónicas. Ilustrando su lucha entre dos mundos, este retrato explota la cuestión de la identidad y de la representación a través de material inédito, entrevistas con sus seres queridos y los propios textos escritos por el legendario maestro de las artes marciales.

Uno de los documentales estrella que se pudieron ver este año en Sitges fue el Be Water de Bao Nguyen, un trabajo algo funcional que repasa la trayectoria y posterior legado de ese casi concepto cultural llamado Bruce Lee, un documental, integrado dentro de la cosecha presente este año en el festival en referencia a los trabajos de la no ficción, que posiblemente fuera el más publicitado previamente por parte de la organización, algo que tendría que llevar a una cierta reflexión acerca de que tipos de documentales se le han de dar prioridad con respecto a su visionado, en tal sentido queda bastante claro que estamos ante un tipo de material que no es muy afín para una gran mayoría de público de Sitges, suele ser una característica común ver proyecciones, como la de la interesante L’ultimo uomo che dipinse il cinema, con la sala prácticamente vacía, Sitges suele programar material didáctico interesante cada año, mucho del mismo derivado a la sección Brigadoon, sin embargo un servidor tiene la impresión de que el certamen no publicita o promociona con algo más de esmero dichos documentales, posiblemente debido a percibir poco interés por parte de un gran número de la audiencia, una sinergia que no deja de ser algo peligrosa pues entramos en una especie de circulo vicioso que parece regirse por el concepto de la demanda y oferta, algo que en parte es todo lo contrario de lo que tendría que ser la idiosincrasia de un festival de cine.

A tal respecto Be Water dio la sensación de ser una especie de concesión al público por su innegable calado popular, un documental perteneciente a la serie 30 For 30 de la cadena ESPN que parece nacer de una necesidad contestataria en lo concerniente a esa entendida por algunos vulgarización del personaje visto fugazmente en la reciente Once Upon a Time in Hollywood de Quentin Tarantino. Basándose en los comentarios de la voz en off de diversos allegados estamos ante una mirada cálida y en cierta manera autorizada de una figura icónica que asumió proporciones míticas tras su muerte pero que sin embargo no parece tener mucho acceso a su vida interior como hombre, en tal aspecto Be Water es un documental vertebrado a partir de testimonios de los propios familiares otorgando al producto la catalogación de oficial y por consiguiente algo carente en lo que respecta a la indagación de los aspectos menos luminosos del astro de las artes marciales, esto no significa que estemos ante un mal documental pues en cierta manera pese a su evidente funcionalidad y esa mirada algo sesgada antes comentada Be Water es un aplicado ejercicio de reconstrucción que tiene sin embargo el hándicap pese a su corrección de no aportar nada nuevo al estudio de un personaje ya suficientemente transitado que pese a ello sigue esperando que aparezca una visión que sea percibida como la definitoria.

 Valoración 0/5: 2

 

El huerto del francés

A finales del siglo XIX, un francés llega a Peñaflor, un villorrio andaluz próximo a Sevilla. Nadie conoce su origen, pero es un hombre inteligente, trabajador y ambicioso. Pronto se establece como prestamista y se casa con Elvira Orozco, la hermosa hija del hombre más rico del pueblo. Construye una casa con jardín y huerto y la convierte en un prostíbulo. Señoritos, toreros y otra clase de gente frecuentan el «huerto del Francés», pero algunos de ellos jamás regresaron.

Gracias a su reconversión en estos últimos años y pese a una cierta sensación de seguir siendo una especie de cajón de sastre temático lo cierto es que la sección Seven Chances nos ofreció una selección de películas que pese a su diversidad de tonos y conceptos fue posiblemente fue de lo más interesante visto en este Sitges 2020. Nunca viene de más recordar que dicha sección fundada en el año 1993 bajo el mandato de Xavier Catafal nació de la feliz idea de escoger siete películas por parte de un mismo número de críticos que no tenían visos de tener una distribución comercial ni en cines ni en el ámbito doméstico de nuestro país. Evidentemente con el paso de los años dicho concepto de selección se ha ido desvirtuando de una forma lógica dado el cambio coyuntural existente dentro del mundo de la distribución, aun así esa máxima de ofrecer siete oportunidades de un material de difícil visionado se ha mantenido hasta día de hoy más o menos fiel al espíritu inicial como se pudo comprobar este año con la proyección de una magnífica copia restaurada de la no menos excelente El huerto del francés de Paul Naschy.

Aunque muchos no quisieron darse cuenta la proyección del El huerto del francés fue uno de los indiscutibles puntos álgidos de este atípico Sitges 20202, en tal sentido el festival cumplió con la labor casi pedagógica de dar una oportunidad de oro con respecto a ofrecer el visionado de una película complicada de ver hasta día de hoy y hacerlo a través de una restauración de lujo. No deja de ser curioso como un film como El huerto del francés ha sido hasta el presente un film maldito en la trayectoria de Paul Naschy, figura clave a la hora de entender el desarrollo y evolución del llamado Fantaterror, una película que sin temor a la equivocación puede considerarse como una de las mejores obras realizadas por parte del cineasta madrileño. El huerto del francés, que basa su historia en un caso extraído de la crónica negra, vendría a ser una hija putativa de esa clase de películas que aprovecharon la transición democrática de finales de los 70 y principios de los 80 a la hora de romper corsés que limitaban la libertad cultural, en tal sentido el film de Paul Naschy representa a la perfección la quintaescencia del true crimen rural patrio pese a existir antecedentes previos como por ejemplo El crimen de la calle Bordadores de Edgar Neville, el tono seco y oscuro direccionan la película a ser casi una génesis de referentes posteriores más populares como por ejemplo El crimen de Cuenca de Pilar Miró y muy especialmente la serie de televisión La huella del crimen en referencia a reflejar la carga social adyacente en aquella torva España negra, aquí escenificada en la Andalucía profunda. Una obra muy reivindicable que enerva el concepto de la crónica negra por encima de cualquier otro tipo de artificios quedando expuesta a través de una sordidez de tono malsano a modo de un fiel retrato social de una oscura época pretérita de nuestro país.

Valoración 0/5: 4

Crónica Festival de Sitges 2020. Día 3

Baby

Una joven drogadicta embarazada da a luz en medio de una de sus crisis. Incapaz de ocuparse del bebé, lo vende a una matrona dedicada al tráfico de niños. Arrepentida, la joven tratará de recuperarlo.

En este muy atípico Sitges 2020 la cosecha de cine español en el certamen fue tan digna y heterodoxa en referencia a su adscripción genérica como escueta por el número de las propuestas presentadas, de forma algo sorprendente el nuevo trabajo tras las cámaras de ese enfant terrible del cine patrio llamado Juanma Bajo Ulloa quedo de alguna manera en una segunda línea de flotación con respecto a otras producciones que supuestamente atesoraban una mayor aparatosidad, film inaugural, producto autóctono bien publicitado o película con un star system nacional al frente del reparto por ejemplo, que dejaron en cierta manera en la trastienda ya no solo la mejor película española con diferencia presente este año en Sitges sino posiblemente una de la más destacadas vistas durante todo el certamen.

Pocos realizadores como Juanma Bajo Ulloa han sabido delimitar de una forma tan meridiana trabajos de claro calado autoral con otros de una inequívoca condición comercial de tono alimenticio, en tal aspecto Baby supone todo un triunfo para los que seguimos teniendo ese pensamiento algo romántico de que gran parte del cine se sustenta a través del concepto del riesgo, en tal sentido la nueva película de Ulloa vendría a suponer el definitivo renacer a lo Ave Fénix de la autoría más radical del responsable de Airbag, algo que ya era intuido en la notable Frágil y que aquí es una realidad en base a reformular conceptos ya vistos en Alas de mariposa y muy especialmente en La madre muerta a través de un ejercicio de alto riesgo en referencia a unos formulismos expuestos en lo concerniente a un relato no hablado pero extremadamente visualizado. Una historia que empieza a modo de un drama descarnado con la drogadicción como telón de fondo y que deriva conforme avanza la trama en una especie de coming of age maternal que termina por abrazar sin muchos tapujos un tono tan gótico como neobarroco en base a un cuento macabro que parece beber de imaginarios perversos surgidos de la literatura de los Hermanos Grimm y de esas adaptaciones tan derivativas e interesantes llevadas a cabo en los años 70 por Curtis Harrington como por ejemplo Whoever slew Auntie Roo? Baby confía de pies puntillas en esos elementos cinematográficos tan simples y esenciales como son las simples miradas, el silencio o esa notable música a cargo de Koldo Uriarte y Bingen Mendizábal, todo ello mostrado a través de un relato mucho más cercano al concepto de fábula que al fantástico propiamente dicho. Una lástima que la que fuera posiblemente la película que atesoraba un espíritu más libre en este Sitges 2020 pasara sin un reconocimiento mayor, tanto en lo referente a su recepción como a su escasa presencia en el palmarés final certificando el mal momento que vivimos en lo concerniente a la fácil aceptación de un acelerado consumo audiovisual que va en claro detrimento con respecto a esa libertad creativa autoral de la que hace gala Baby.

Valoración 0/5: 4

 

No Matarás

En No matarás vemos como Dani, un buen chico que durante los últimos años de su vida se ha dedicado exclusivamente a cuidar de su padre enfermo, decide retomar su vida tras la muerte de éste. Justo cuando ha decidido emprender un largo viaje, conoce a Mila, una chica tan inquietante y sensual como inestable, que convertirá esa noche en una auténtica pesadilla. Las consecuencias de este encuentro llevarán a Dani hasta tal extremo, que se planteará cosas que jamás habría podido imaginar.

Dentro de una jornada con un marcado acento español No Matarás, el segundo trabajo tras las cámaras de David Victori tras su olvidable El pacto, nos ofreció con una buena dosis de ese cine de tono adrenalínico entendible por muchos como de claro índole comercial, aquel que cumple de sobras con esa función de entretenimiento pero que sin embargo se ve algo imposibilitado a la hora de ir un paso más allá en relación a sus propios postulados.

No deja de ser algo curioso como una película como No matarás da la impresión de atesorar más interés en aquello que no logra desarrollar, o que queda de alguna manera en su trasfondo, de aquello que en realidad nos muestra, la historia del film es bien simple, bajo los rasgos de un esforzado y omnipresente Mario Casas vemos a un personaje que por un motivo u otro se ha visto abstraído del mundo, alguien que de alguna manera no ha abandonado su supuesta zona de confort, sin embargo ese retrato de una masculinidad aun no desarrollada y que cuestiona según que comportamiento se queda en el simple enunciado, esa presentación cuando menos interesante toma enseguida un rumbo totalmente diferente tomando como principal referente argumental el After hours de Martin Scorsese reformulado aquí a modo de thriller de espiral fatalista con un ligero concepto en su historia de la femme fatale. Este trayecto nocturno de índole criminal a través de las correrías de un fugitivo en principio inocente narrado casi en tiempo real más que desarrollar el concepto del autodescubrimiento como pasaba en el film del responsables de Taxi Driver pasa a convertirse en un prototípico ejercicio de tensión en donde prevalece aquella máxima de que a cada vuelta de tuerca que ocurre la situación va empeorando conforme avanza. Un relato que resulta ser tan entretenido como previsible que atesora sin embargo el gran lastre de su inverisimilitud argumental, un mal menor según se mire si la película es simplemente valorada en lo relativo a su funcional tono evasivo con carácter de entretenimiento y no a un complejo retrato en relación a la trasformación de un personaje en apenas 12 horas.

Valoración 0/5: 3

 

The Stylist

Por la silla de peluquera de Claire pasan muchas personas y, a veces, sus tijeras cortan algo más que el pelo, permitiéndole llevarse a su solitaria casa un souvenir único con el que ampliar su peculiar colección. Pero el día en que Olivia, una de sus clientas habituales, le pide que haga un peinado especial para su boda, su secreto estilo de vida amenaza con salir a la luz.

Una pena que una película a priori tan interesante como resulta ser esta The Stylist de la realizadora Jill Gevargizian atesore el lastre de muchos largometrajes incapacitados a la hora de intentar ocultar sus costuras de cortometrajes, en tal aspecto evidentemente existe un corto homónimo anterior datado en 2016 por parte de la misma autora que sirve de base para desarrollar este psicokiller de índole femenino que no feminista, cosa que al menos y visto las tendencias por las que se mueven muchas propuestas de estas características hoy en día es de agradecer.

Podríamos llegar a la conclusión de que The Stylist funciona relativamente bien como relato circular en función de su principio y su final, tanto ese inicio, que reverencia sin ningún tipo de tapujos al Maniac de William Lustig, como su contundente conclusión, también extrapolado sin demasiados remilgos de esos finales tan recurrentes de los E.C Comics, son lo mejor con diferencia de la película, también es interesante la premisa o planteamiento del que parte el relato, la labor de esteticista de la protagonista actúa a modo de un doble juego de espejos de índole trasformador en donde se percibe el anhelo por parte de una y las metas de las demás en lo concerniente a un estatus social y emocional en base a la perspectiva e imagen que uno tiene de sí mismo, lastima sin embargo que todo el bloque central atesore una narrativa percibida como errática, por momentos con una cierta sensación de desgana, deudora en el mal sentido de la palabra de mucho de los thrillers de los años 90 que indagaban en el concepto de la nueva amiga psicópata, en tal aspecto la protagonista del film, una notable Najarra Townsend, quiere insertarse de forma profunda en la vida de una de sus clientas, pero su comportamiento errático comienza a alarmar a la gente más cercana de la supuesta víctima, estos no dejan de ser tropos argumentales bastante prototípicos y manidos en ese tipo de películas que aquí son utilizados a modo casi colindantes con el cliché de una forma más melodramática que puramente genérica, en su trasfondo y escarbando un poco podemos percibir desde la lejanía  el intento de una mirada perdida enfatizada por el trabajo de la cámara en mano expuesto aquí de una forma tan delicada como trastornada con respecto a la ansiedad social que conduce en soledad para con la protagonista, ese anhelo por la conexión emocional que deriva en obsesión psicótica también formaba parte del statu quo de otra película imperfecta como era el May de Lucky McKee, podemos encontrar varias conexiones entre ambas en este sentido, sin embargo en esta última sus muy evidentes  carencias eran disimuladas en parte por un tono desenfadado lindante con la comedia macabra, un recurso genérico al que The Stylist no acude dejando al descubierto múltiples derivas más cercanas a una escenografía de tono insustancial, adyacente por momentos con el telefilm de sobremesa, que a una sordidez más manifiesta como que parecía pedir la historia.

Valoración 0/5: 2

 

Un efecto óptico

Alfredo y Teresa son un matrimonio de Burgos que viaja a Nueva York con la intención de desconectar y hacer todos los planes que vienen en la guía. Pero nada más aterrizar empiezan a percibir señales, sutiles y no tanto, de que en realidad no están en la ciudad que les vendieron en la agencia. ¿Dónde están entonces?

Con referencia a la antes comentada Baby de Juanma Bajo Ulloa fue bastante curioso ver como en esta jornada del festival aglutino con respecto a lo visto por un servidor dos de las propuestas más radicales y alejadas de cualquier tipo de convencionalismos vistas este año en Sitges, sorprendentemente y sin que sirva de precedente ambas películas de nacionalidad española.

Proveniente de la sección Zabaltegi-Tabakalera del pasado festival de San Sebastián en donde tuvo su premier nacional Un efecto óptico aterrizo en Sitges para confirmar que el cine perpetrado por Juan Cavestany sigue resultando bastante complicado a la hora de poder ser encasillado, de alguna manera la nueva película del responsable de Gente en sitios es posiblemente la más complicada de descifrar de toda su filmografía, un film por momentos críptico que sin embargo atesora una estructura a primera vista bastante simple. Construida en base a diversos pliegues temporales a modo de fantasía onírica la historia se desarrolla a través de un humor situado a medio camino entre lo surrealista y lo absurdo en el que están ubicados unos personajes que parecen encontrarse en una constante desorientación. Juan Cavestany suele usar la comedia de un modo muy diferente al que solemos estamos habituados teniendo en esta ocasión tiempo de sobras a la hora de virar su narrativa hacia terrenos algo más serios colindantes con el drama familiar, poniendo una mirada de tono acido en relación a la uniformidad  de la supuesta estética, o lo que nosotros percibimos de ella, de las grandes ciudades, en este caso un Nueva York al que de alguna manera homenajea en su tramo final, entre medio queda un difuso discurso que nos muestra conceptos tales como el del síndrome del nido vacío. En base a su condición de aplicado retratista de paisajes humanos Juan Cavestany termina recordándonos en este puzle de índole casi psicológico que cada vez que salimos al exterior nos convertimos en protagonistas de una especie de relato que difícilmente obedecerá a las coordenadas de guion que habíamos ideado previamente, a tal respecto el retrato de este matrimonio, interpretado de forma notable por parte de Carmen Machi y Pepón Nieto, devendrá totalmente desubicado quedando expuesto como un claro ejemplo de una incapacidad a la hora de seguir un viaje percibido como interno que parece dar la impresión de no dar más de sí.

Valoración 0/5: 3

Crónica Festival de Sitges 2020. Día 2

La vampira de Barcelona

La historia nos traslada a la Barcelona de principios del siglo XX a modo de fiel reflejo de la complicada convivencia de dos tipos de ciudades, una burguesa y modernista, la otra sórdida y sucia. La desaparición de la pequeña Teresa Guitart, hija de una rica familia, conmociona al país y la policía tiene pronto una sospechosa: Enriqueta Martí, conocida como ‘La Vampira del Raval’. El periodista Sebastià Comas se adentrará en el laberinto de calles, burdeles y secretos del barrio del Raval, donde sabe que encontrará la verdad sobre las desapariciones y asesinatos macabros de niños de los que se acusa a la Vampira. Pronto descubrirá́ que allí se esconde una élite dispuesta a ocultar sus vicios a cualquier precio.

Resulta algo complicado, posiblemente debido a la mera empatía de un servidor hacia sus responsables, sacar a la palestra las carencias de una película como La vampira de Barcelona, un producto ciertamente esforzado a la hora de intentar transitar por recovecos poco dados a la convencionalidad, sin embargo el elevar un producto autóctono por encima de sus posibilidades no deja de ser un arma de doble filo con respecto a cierta objetividad, y más dentro de ese contradictorio ecosistema de festivales de cine como pocos días antes se pudo comprobar en San Sebastián con el Akelarre de Pablo Agüero, a tal respecto y centrándonos en La vampira de Barcelona el problema viene dado en la medida de que dicho esfuerzo, loable a todas luces, no termina por justificar una propuesta que termina siendo errática especialmente en lo concerniente a su narrativa. Hasta cierto punto que su director Lluís Danés provenga del ámbito teatral y televisivo no ha de ser algo negativo de serie a no ser que el film sea esclavo de ese anterior bagaje estético y visual, en tal sentido este true crime de principios de siglo peca tanto de una excesiva teatralidad escénica empeñada en mostrarnos una atmosfera laberíntica que termina por agotar al espectador como de una estética por momentos muy caprichosa, a tal respecto poco favor se hace a la película si en función de su supuesto barroquismo o expresionismo se citen de forma repetida a nombres como Fritz Lang o Robert Wiene por mucho que El gabinete del Doctor Caligari sea el leit motiv de esta edición y pueda existir una supuesta sinergia en tal sentido.

En La vampira de Barcelona seguramente lo más cercano que encontremos al concepto fantástico radique en su aproximación a ciertas texturas de cuento gótico, en tal sentido el relato expuesto a modo de fábula tremebunda se moverá a través de narrativas detectivescas direccionadas hacia un tono que nos recuerda inevitablemente al From Hell de los hermanos Hughes, se obvia el trazo grotesco del asunto, en cierta manera se desmitifica a favor de hacer hincapié en el sensacionalismo mediático de la época y en el abuso de poder de las clases privilegiadas a través de una historia que decide matar al monstruo a la hora de señalar al marionetista oculto en la trastienda. Quién sabe si dentro de unos años, ojala sea así, un producto de las características de La vampira de Barcelona sea reivindicado en función de su condición de rara avis, de producto atípico, lo que queda claro es que a día de hoy el film de Lluís Danés tendrá un aparatoso acomodo lejos de esa inestable burbuja distorsionadora de los festivales de cine.

Valoración 0/5: 2

 

Mandibules

Mandibules nos cuenta como dos amigos no muy inteligentes encuentran de forma casual una mosca gigante viva atrapada dentro de un coche, ambos deciden entrenarla para poder ganar dinero con ella.

Suele ser norma casi habitual el haber una o dos películas que de una forma u otra marcan la edición de un festival de cine, si se trata de un certamen de un claro calado popular como resulta ser el de Sitges dicha sensación se verá acrecentada a la hora de recordar que film quedo en cierta manera en el subconsciente  de los asistentes al evento, en este Sitges pandémico aparte de la gran triunfadora como fue el Possessor Uncut de Brandon Cronenberg el último trabajo tras las cámaras de Quentin Dupieux titulado Mandibules fue posiblemente la película que logro una conexión más notoria en relación con ese particular ecosistema popular del certamen, de hecho Quentin Dupieux podría considerarse como una especie de hijo prodigo del festival pues si no me falla la memoria desde su puesta de largo en 2010 con Rubber todos sus largometrajes han estado presentes en Sitges.

Mandibules fue de largo la mejor comedia vista en este Sitges 2020, tras su visionado y en cierta manera refrendando la sensación obtenida ya en sus últimas películas a un servidor le vino a la cabeza la posibilidad de que si dentro de cuarenta años los festivales de cine siguen existiendo y se le dedica una retrospectiva a Quentin Dupieux quedara de manifiesto la total coherencia de una obra importando bastante poco el anecdotario absurdo del que parten la mayoría de sus premisas, el absurdo pese a ser una marca registrada de la casa no deja de ser una excusa  a la hora de plantearnos sencillas cuestiones de nuestro día a día, si en su anterior Le Daim todo transcurría en base a la reafirmación de la individualidad como soporte vital de la existencia en Mandibules todo parece desarrollarse en lo relativo al compromiso adyacente en la amistad. Pese a que posiblemente estemos ante el trabajo más accesible de su autor de cara a un público digamos más receptivo a la marcianada Mandibules sigue a pies puntillas un imaginario percibido como propio, escueta duración incluida, un film nuevamente tan anárquico como suicida a cargo de alguien que desde un principio decidió estar dispuesto a romper con todas las reglas posibles, posicionamiento expuesto en esta ocasión en la medida de apropiarse y reconfigurar del concepto de las buddy movies a modo de festín humorístico en donde veremos como dos amigos de escasa inteligencia se empeñan en amaestrar a una mosca gigante a la hora de obtener beneficios económicas, el milagro viene dado en que al final el calado surrealista y algo grotesco del relato termina siendo plenamente coherente a un universo muy particular y reconocible, un tono convertido ya a estas alturas en un muy agraciado subgénero propio.

Valoración 0/5: 3’5

 

Kubrick by Kubrick

El legado del mítico director Stanley Kubrick en el cine no se puede medir. Era un gigante en su campo, sus grandes películas son obras de arte, y su trabajo es estudiado por estudiantes y maestros por igual, todos buscando respuestas que, como es sabido, su creador era muy reticente a dar. Si bien es uno de los cineastas más analizados que jamás hayan existido, la oportunidad de escuchar las propias palabras de Kubrick, un hombre muy reclusivo y que apenas dio entrevistas, era una rareza hasta ahora. Desvelando nuevas grabaciones exclusivas de entrevistas detalladas con el director en las que éste reflexiona sobre su filosofía de vida, el documentalista Gregory Monro teje un tapiz de material de archivo con el ritmo y el cuidado de un historiador consumado que disfruta de sus descubrimientos.

En estos últimos años es tarea difícil no encontrar un resquicio dentro del festival de Sitges en donde de una manera u otra no aparezca en algunos de los apartados del certamen representada la figura de Stanley Kubrick, ya sea a través del simple aniversario con respecto a algunas sus películas utilizadas a modo de leitmotiv o bien algún trabajo colindante que indague de alguna forma en la carrera del mítico realizador, a tal respecto Kubrick by Kubrick de Gregory Monro pertenece evidentemente a este segundo apartado teniendo Sitges 2020 su pequeña y habitual ración de pleitesía hacia el responsable de 2001. A estas alturas y 21 años después de su muerte no es sencillo aportar algo que resulte nuevo, o novedoso en el peor de los casos, en lo concerniente al estudio de una de las trayectorias más analizadas en la historia del cine, de la misma manera también resulta algo complicado que cualquier material adyacente al artista y su obra careza de algún tipo de interés independientemente del enfoque utilizado para la ocasión. Kubrick by Kubrick, que se aparta del tributo entendido como tal, se sitúa a medio camino de ambas aseveraciones, no es, ni lo pretende ser, un documental o estudio completo pero si completista en lo referente a estar ante un trabajo vertebrado en base a las entrevistas en formato audio que a Stanley Kubrick le hizo el crítico francés Michel Ciment. De todos es sabido la reticencia a conceder entrevistas del autor, razón de más para apreciar en su justa medida estos pequeños apéndices que arrojan algo de luz a aspectos tales como la importancia de la labor fotográfica a la hora de hacer cine o reflexiones que aunque incompletas, recordemos que estamos ante un documental de naturaleza casi episódica, nos acerca un poco más al proceso creativo de una genialidad que en según qué aspectos nos sigue aun pareciendo insondable.

Valoración 0/5: 3

 

Spaceship Earth

En 1991, un grupo de visionarios contraculturales construyó una enorme réplica del ecosistema terrario llamado «Biosphere 2». Cuando ocho científicos se encerraron dentro de él para vivir allí, se enfrentaron a diversas calamidades ecológicas, así como a acusaciones de tratarse de una secta. Su épica aventura es tanto una advertencia como un testamento sobre el poder de pequeños grupos de personas de «reimaginar» el mundo.

Dentro de la sección Documenta, convertida últimamente en una especie de cajón de sastre genérico que engloba un sinfín de temáticas a cual más diversa, se presentó la interesante Spaceship Earth, dirigida por Matt Wolf, el documental parte de un generoso archivo de imágenes nunca vistas antes del interior de la llamada Biosphere 2, un proyecto de investigación de ciencia de sistemas con sede en el estado de Arizona que recreó los climas dominantes de la tierra en una escala en miniatura incluyendo una selva tropical, un desierto, llanuras diversas y una suerte de pequeño océano con arrecifes, todo ello provisto de diversos animales, aves e insectos para en teoría mantener una vida auto sostenible sin ningún tipo de injerencias provenientes del exterior, la energía solar y el gas natural proporcionaron la energía suficiente para todo ello. Financiado por el multimillonario Ed Bass y supervisado por el ecologista e ingeniero John P. Allen, el proyecto era esencialmente una especie de Arca de Noé terrestre, destinada a ayudar a los humanos a entender los beneficios de su propia ecología orgánica mientras probaban al mismo tiempo una versión artificial que podría usarse a modo de colonias para futuras colonizaciones espaciales.

Spaceship Earth se sitúa a medio camino entre el relato científico y la trayectoria de un grupo de emprendedores a través de un relato que va, o al menos lo intentar, ir más allá de la simple premisa del encierro de un grupo de científicos, en realidad podemos percibir como la síntesis del documental versa en torno a la dificultad de quien innova y explora terminando siendo un trabajo tan pulcro en relación a su labor didáctica como algo impersonal y escueto a la hora de poder abordar desde varias perspectivas tanto la controversia con la que se dio por concluido el proyecto como el intentar arrojar algo de luz sobre un personaje tan hermético y en parte tan contradictorio como resulto ser John P. Allen.

Valoración 0/5: 2’5

 

Save Yourselves!

En Save Yourselves! vemos como una joven pareja de Brooklyn decide mudarse al norte del estado para intentar desconectar de sus teléfonos móviles y reconectar con ellos mismos. Alejados de los medios de comunicación, desconocen la noticia de que el mundo está recibiendo una invasión alienígena. A medida que se van sucediendo extraños acontecimientos, la pareja deberá encontrar un camino de vuelta a la civilización, o lo que queda de ella.

El segundo trabajo tras las cámaras del dueto compuesto por  Alex Huston Fischer y Rachel Wolther fue de forma algo accidentada e inesperada protagonista de esta edición del festival al poco de comenzar al ser apartada de la sección oficial a concurso por parte de la organización al estar ya disponible a través de una plataforma digital televisiva de nuestro país, al parecer incluso un festival como el de Sitges, con cerca de cuarenta películas a competición, muchas de ellas disponibles a través de la descarga ilegal, tiene que regirse por una serie de normas, problemáticas de selección aparte Save Yourselves! se pudo ver como mal menor a modo de sesión especial. Con un planteamiento inicial que transita a modo de comedia alienígena de tono millennial el film de Alex Huston Fischer y Rachel Wolther utiliza la escusa fantástica a la hora de ofrecernos una suerte de sátira en donde se intenta exponer mediante un tono liviano la sensibilidad e indecisiones varias de toda una generación de treintañeros en base a la repetición sistemática de una serie de clichés de claro índole hypter muy habitual en estos últimos años en algunos productos colindantes con la ciencia-ficción low cost proveniente del cine independiente norteamericano, en tal sentidos los mensajes que lanza la película resultan ser tan perceptibles con respecto a sus intenciones como difusos en lo concerniente a una mirada que no termina por decantarse ni por el lado amable de la comedia ni por el tono acido referido a esas supuestas dinámicas sociales de características toxicas para con los protagonistas. Posiblemente el problema que un servidor tuvo con esta película viene en la medida de algo tan sencillo como enfrentarme a un relato en donde me resulta primordial el poder llegar a empatizar con los personajes para que de alguna manera seguirles el juego, algo que en realidad dada la repetitiva impostura de calado mumblecore de sus protagonista resulto llegar a ser todo lo contrario.

Valoración 0/5: 1

Crónica Festival de Sitges 2020. Día 1

El fantástico como refugio

Del 8 al 18 de octubre tuvo lugar la 53 edición del Festival de Sitges en un año que resulto ser diferente con respecto a todas las ediciones anteriores, la excepcionalidad provocada por la crisis del Covid-19 hizo que todas las demás consideraciones o apartados posibles a debatir quedaran de alguna manera supeditado a un segundo orden, en cierto sentido que Sitges se pudiera celebrar, como lo hizo en días anteriores el Festival de San Sebastián o meses atrás el de Málaga no deja de ser un éxito coyuntural ante una situación que en meses anteriores nadie podría haber llegado a prever, la consigna principal vino a ser que la cultura aparte de ser segura no se puede detener, a tal respecto un festival de cine que funciona en gran parte a través de subvenciones y en menos medida de sponsors ha de hacer todo lo posible para no detenerse, el que la rueda se pare en estos momentos dificultaría mucho más un futuro que ya de por si es percibido como incierto dadas las circunstancias. Sitges a duras penas logro superar este difícil envite llegando casi sobre la campana debido a una crisis cambiante, el último fin de semana se tuvieron que suspender por motivo de las nuevas normativas de seguridad la sesiones de madrugada, el cierre del sector de la restauración provocaron que esos tres últimos días de festival fueran más atípicos aún si cabe, casi fantasmagóricos, en un escenario amparado en casi todas sus vertientes de forma bastante habitual por el concepto de lo popular. Evidentemente el Festival se llevó un varapalo económico considerable, la reducción de aforos y la lógica reticencia de una gran parte de público a estar presente en el certamen fueron determinante en tal aspecto, habrá que ver como el festival afronta un futuro que ahora mismo es percibido como lleno de incógnitas, lo que queda claro es que Sitges demostró que actos culturales como los que promueve son posible si las circunstancias lo permiten, a tal respecto las medidas de seguridad se cumplieron a rajatabla y de forma pulcra por parte de organización y público, dichas medidas curiosamente solventaron un mal endémico del festival como son los retrasos en las proyecciones, del mismo modo se ofreció un apéndice de la programación online que sirvió de alguna manera para expandir el concepto del festival lejos de la complicada presencialidad de este año.

A lo largo de la historia si ha habido un género cinematográfico que ha servido como refugio del imaginario colectivo en épocas de grandes crisis sociales o políticas ese ha sido sin lugar a dudas el fantástico, en tal sentido para muchos que pudimos desplazarnos al festival la sensación de que posiblemente este año era el que de alguna manera más sentido tenía estar en un sitio como Sitges cobro una especial relevancia, dicha burbuja que actúa a modo de abstracción para con el espectador tuvo por razones lógicas una cosecha bastante diferente a la de otras ediciones, por razones de fuerza no hubo películas “eventos” ni grandes presencias en la alfombra roja, curiosamente esta coyuntura hizo que Sitges, seguramente de forma involuntaria, volviera un poco a la génesis de lo que era el concepto primigenio del certamen, una selección en donde prima el descubrimiento de la película pequeña proveniente del mercado independiente a través de un cine sin tantas derivas fuera del fantástico, muchas de ellas en cierta manera vinieron vírgenes como solía ocurrir en antaño en Sitges potenciando tal efecto su no recorrido en festivales tales como Tribeca o South by Southwest en donde tenían que estar presentes.

El cine español tuvo una presencia tan escueta como destacada, curiosamente bastante más notoria que en pasadas ediciones, se inauguró con Malnazidos de Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro y películas como Cosmética del enemigo, La vampira de Barcelona, la notable Baby de Juanma Bajo Ulloa, No matarás, el piloto la serie que Álex de la Iglesia ha realizado para HBO 30 monedas o la singular Un efecto óptico de Juan Cavestany proveniente de San Sebastián dieron buena cuenta del actual y algo mermado por las circunstancias estado del género en territorio patrio.

La obligada reducción de programación hizo que secciones con claro marchamo de cajón de sastre como Òrbita fueran suprimidas quedando como columna vertebral del certamen aparte de la Oficial los apartados de Panorama y la siempre interesante Noves Visions. Por último y antes de entrar en material a un servidor no le gustaría dejar de lado una reflexión personal en referencia a la programación de clásicos dentro del Festival, si en la pasada edición fueron las impagables proyecciones de algunas películas de King Hu este año El gabinete del doctor Caligari y sus ramificaciones vertebro tal apartado reforzados tanto en la renovada sección Seven Chances, que dio la oportunidad de ver trabajos restaurados hasta ahora de difícil acceso al público en condiciones aceptables como El huerto del francés, Manos torpes, la fundamental Viy, Spookies o la emotiva proyección en 35 milímetros del À meia-noite levarei sua alma de Zé do Caixao, como en el soporte de publicaciones con dos libros tan interesantes como son el colectivo Sombras de Caligari y la reedición y ampliación del ¡A mordiscos! La increíble historia de Germán Robles, un vampiro español en México del gran Jesús Palacios, en este sentido nunca me cansare de alabar la labor de los certámenes cinematográficos a la hora de publicar estudios en papel, algo que parece ser cada día mas complicado, como decía hace tiempo Mirito Torreiro lo que queda tangible y de alguna forma palpable de una edición al final serán siempre sus publicaciones, la reflexión viene dada en la medida de como posiblemente Sitges en un futuro cercano se tenga que reinventar de alguna manera por diferentes motivos, buena ocasión pues para al menos incrementar una mirada didáctica hacia audiencias más jóvenes con respecto a la difusión de un cine clásico, en este sentido no basta solo con proyectar hay que poner el foco en ello, publicitarlo con una mayor energía, no sería tarea fácil pero a mi entender si necesaria pues de alguna manera el Festival en base a distintas sinergias por las que se ha dejado llevar ha potenciado en estos últimos años por encima de otras cosas el evento como concepto y la efervescencia de un cine contemporáneo esclavo de modas percibidas como preocupantemente liquidas.

A continuación y como viene siendo norma en estos últimos años a modo de post crónica iremos detallando los cerca de cincuenta títulos vistos este año en Sitges, en algunos de ellos aprovechando su estreno comercial, salida al ámbito doméstico o simplemente debido a la importancia que creemos que poseen nos detendremos más adelante de una manera algo más extensa y minuciosa en la medida de poder analizarlos con una mayor ecuanimidad.

 

Malnazidos

Durante la Guerra Civil Española, meses de sangrientos combates han dejado tras de sí miles de muertos en las trincheras. Jan Lozano, capitán de la quinta brigada, cae prisionero. La única posibilidad de escapar a la sentencia de muerte es hacer frente a una misión imposible en campo enemigo. Pero un peligro mayor del esperado obligará a los bandos rivales a unirse contra un nuevo y desconocido adversario. Tendrán que dejar de lado el odio mutuo y así evitar convertirse en infectados.

Sitges volvió este año a las inauguraciones patrias tan habituales de antaño con la premier mundial de la película de zombis desarrollada durante la Guerra Civil española Malnazidos, adaptación de la novela de Manuel Martín Ferreras Noche de difuntos del 38 a cargo de Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro, el primero con ya una considerable trayectoria en el ámbito de la comedia con trabajos tan conocidos como Promoción fantasma, Anacleto: Agente secreto o la reciente adaptación a la gran pantalla de Superlópez también presente en Sitges hace un par de años, posiblemente con Malnazidos consiga realizar su trabajo más logrado hasta fecha de hoy, film que funciona a modo de un entretenimiento bastante digno en base a la hibridación de géneros en principio tan antagónicos como pueden ser el bélico y el fantástico añadiendo un tercer componente a la ecuación como es la comedia, a tal respecto no es fácil conseguir un equilibrio de temáticas diversas que no termine por desvariar ante tal amalgama genérica, Malnazidos en parte sale bastante bien parada de tal empresa siendo un disfrutable producto que lejos de intentar inventar nada nuevo rentabiliza al máximo sus recursos a través de una historia que sabe controlar ese tono liviano con apuntes de comedia, bastante más acentuado que en la novela, sin dejar que ello desvirtué el contexto histórico en el que se desarrolla.

Si la premisa de la Guerra civil española aplicada al fantástico servía en El laberinto del Fauno para idear un atractivo imaginario fabulario en Malnazidos su adscripción genérica bebe de texturas que podrían estar perfectamente emparentadas a un EC Comics de características patrias con claras referencias Carpenterianas en muchos de sus personajes sin llegar a recurrir a una reiteración de tópicos y clichés. Por otra parte no deja de ser algo curioso como después de la proyección inaugural de la película una buena parte de la crítica se refirió a ella con cierta acedía al calificarla como un producto tan correcto como inofensivo, algo que da que pensar en cómo la recepción hacia un tipo de cine por parte de un circulo elitista bastante proclive en festivales evoluciona de forma algo preocupante, a tal respecto un servidor tiene muy claro que años atrás y en perspectiva un producto de las características de Malnazidos hubiera sido una perfecta inauguración para un festival como Sitges.

Valoración 0/5: 3

 

Archenemy

En Archenemy vemos como Max Fist asegura ser un héroe de otra dimensión que cayó por accidente en la Tierra, donde no puede emplear sus poderes, a través de una brecha en el espacio-tiempo. Sólo un adolescente local a quien todos conocen por el sobrenombre de Hamster cree en él. Juntos, tratarán de detener al clan que controla la droga en la ciudad, comandado por un siniestro personaje conocido como con el nombre de El Director.

No deja de ser algo curioso como dentro de ese ecosistema de festivales de género fantástico se tiende últimamente de una forma bastante recurrente a encumbrar de forma precipitada a autores noveles para poco después olvidarlos o lo que es peor defenestrarlos de manera casi instantánea, la voracidad liquida a la hora de enjuiciar una labor sin recurrir a explorar matices diversos que cuestionen aseveraciones poco dadas al debate está a la orden del día, víctima de esta algo adocenada coyuntura actual parece encontrarse un director como Adam Egypt Mortimer su debut en el cine con la muy funcional serie B Some Kind of Hate paso bastante desapercibida, posiblemente de una manera justa, sin embargo fue con esa muy discutible reinterpretación del doble maligno que es Daniel Isn’t Real en donde se labro un más que cuestionable prestigio dentro de un determinado circulo de aficionados al fantástico.

Evidentemente a tal respecto había mucha expectación ante su nuevo trabajo tras las cámaras presentado en el festival como premier mundial, en Archenemy sigue sin moverse del fantástico pero cambiando de registro a la hora de replantear un subgénero, en esta ocasión el de superhéroes, posiblemente la expectación le hizo un flaco favor a un film de texturas muy modestas en lo relativo a sus posibilidades, un relato que aporta interesantes intenciones y apuntes en base a una premisa anclada a través del metalenguaje del comic, especialmente en referencia a ese doble espejo expuesto por una cruda realidad y la fantasía en donde no se sabe a ciencia cierta cuál de las dos es la real, al final la intención quedara muy por encima de unos resultado bastantes precarios, ya no solo a un nivel narrativo sino también el referido a no saber adecuar y mostrar una historia supuestamente ambiciosa un producto muy pobre a un nivel presupuestario como se puede comprobar en el recurso en esos interludios animados de naturaleza arrítmica que potencian aún más si cabe un montaje ya de por sí bastante disperso. La sensación final será la de estar ante una película en donde pese a detectar ciertos conocimientos en la materia por parte de su autor la prometida subversión genérica termina por descubrir de forma involuntaria mil y una carencias a la hora de plasmar en imágenes un ideario que en principio prometía bastante más de lo que da al final. Como apunte anecdótico y en forma casi de consuelo en la parte final del film se nos obsequiara al menos con la presencia de una desbocada villana bajo los rasgos de la actriz Amy Seimetz, un rostro muy recurrente en el  actual cine independiente que últimamente ha sido más noticia por sus acusaciones de maltrato hacia su antigua pareja, el realizador Shane Carruth, que por sus trabajos para la gran pantalla.

Valoración 0/5: 1’5

 

Saint Maud

Maud es una joven enfermera que, tras un oscuro trauma, se vuelve devota de la fe cristiana. Cuando empieza a trabajar cuidando a Amanda, una bailarina jubilada enferma de cáncer, la fe de Maud le inspira una obsesiva convicción de que debe salvar el alma de su paciente de la condena eterna… sea cual sea el coste.

El debut en la dirección de la británica Rose Glass fue uno de los descubrimiento más estimulantes de los vistos en este año Sitges, a tal respecto Saint Maud se beneficia en un primer lugar de un duelo interpretativo, casi a la antigua usanza a modo de una irreductible creencia por parte de una y de escepticismo por la otra, a cargo de las notables Morfydd Clark y Jennifer Ehle a la hora de indagar a continuación de una forma inmersiva y a modo de oscuro laberinto mental mostrado desde la raíz del problema de las severas heridas psicológicas producidas por la religión en una joven enfermera de carácter solitario. El tono expuesto es el de un relato que trascurre dentro de la cabeza de alguien que podría ser perfectamente equiparable a la fundamental Repulsion de Roman Polanski sin embargo la intención de Rose Glass, o al menos eso se detecta, es la de intentar ir algo más allá en la medida de plasmar en base a diversas ambivalencias una deriva mental.

Con claras reminiscencias a los thrillers de terror psicológico y atmosférico realizados en los años 60 y 70 la protagonista de Saint Maud recurre a la devoción mediante la causa del trauma o la culpa de un acto pasado, este es intuido en base a diversos flashbacks en donde una escena sangrienta ubicada en un hospital arrojan indicios de que algo malo le sucedió a la enfermera protagonista pudiendo ser o no responsable de tal acontecimiento, también puede haber una interpretación algo más difusa aunque más generalizada en lo concerniente al dolor y el sacrificio como únicas vías posibles de escape al tedio de la existencia. Llegados al final del descenso mental de este comportamiento autodestructivo que se fundamente a través del dolor y el sacrificio no quedara del todo claro si lo que hemos estado viendo pertenece a un estado extático en donde lo sobrenatural es posible o si todo está en la resquebrajada imaginación de la joven Maud, dicha ambigüedad nunca quedara resuelta por completo aunque si intuida en el terrorífico plano final con el que se da por concluido el relato, dicho posicionamiento puede frustrar a algunos espectadores, sin embargo está claro que Rose Glass sabe exactamente lo que está haciendo a la hora de agregar finas capas de significado a su narrativa. Trabajo modesto tan inteligente como siniestro, Saint Maud termina siendo una inmejorable tarjeta de visita que augura una perspectiva de futuro ciertamente prometedor por parte de Rose Glass.

Valoración 0/5: 3’5

 

L’état sauvage

1863, dos años después del estallido de la Guerra Civil americana, una pareja francesa y sus tres hijas deciden huir de Mississippi de la mano del mercenario Victor Ludd. Una de las chicas, comenzará a sentir afecto por Ludd, perseguido por su antigua amante.

Un servidor siempre ha sido de la opinión que la inclusión de un western en cualquier tipo de festival de cine tendría que ser motivo de celebración por una simple cuestión de empatía, incluso uno de las características de L’état sauvage en un certamen de género fantástico por mucho que el film de David Perrault pese a estar continuamente jugueteando con códigos diversos tenga bastante poco de fantástico en sí mismo, si acaso un tramo casi al final del relato en donde se práctica vudú que curiosamente resulta ser lo más forzado de toda la historia.

L’état sauvage resulta ser un producto en base a su propuesta estilística tan peculiar como atípico por la forma en que el joven director francés establece una reglas genéricas propias en donde a pesar de respetar en un principio los arquetipos propios del western nos habla, de forma algo difusa, de otras cuestiones tales como la feminidad dentro de un ámbito relacionado básicamente a través de la masculinidad, dicho desarrollo por momentos cercano a un tono novelesco con ciertas texturas góticas se centra en las penurias que ha de afrontar una acomodada familia francesa al final de la Guerra Civil americana, un núcleo familiar en donde la figura del patriarca quedara de forma intencionada rápidamente difuminada del relato pues el principal interés por parte de David Perrault es la de explorar varias vertientes de índole feminista en una película que mira tímidamente a referentes históricos del género y en la que percibimos desde la lejanía retazos de la notable Meek’s Cutoff de Kelly Reichardt, la utilización de la mitología africana en base los ritos de vudú otorgara al relato en su conclusión unas consonancias tan exóticas como singulares a través de una historia que según como se mire funciona a la inversa en relación a los resortes habituales del género, aquí  más que a la consabida conquista de un espacio asistimos a una especie de huida vista y expuesta a través de una suerte de emancipación de claro índole femenino.

Valoración 0/5: 2’5

 

The Dark and the Wicked

Sigue los pasos de dos hermanos que regresan a la granja de su familia para esperar a la inevitable muerte de su padre. Lo que en un principio parece ser un ritual ancestral relacionado con la pérdida y el recuerdo acaba convirtiéndose en algo muy distinto.

Volviendo a hablar del concepto actual de las expectativas en referencia a la fallida Archenemy no deja de ser curioso como también nos solemos posicionar ante la falta de ellas, en ese preciso punto daba la impresión de encontrarse la trayectoria de Bryan Bertino, director que tras darse a conocer en 2008 con la aplaudida The Strangers sus posteriores Mockingbird y The Monster  parecían remitirnos a un estancamiento de complicada solución, cuando menos se esperada con The Dark and the Wicked consigue realizar su mejor trabajo hasta día de hoy, un film de estructura bien simple cuya mejor virtud radique posiblemente en salir airosa de mucho de los vicios y estilemas tan mal ejecutados en el fantástico actual.

Suele ser cada vez más frecuente, en Sitges este año ha habido varias de ellas, como muchas películas utilizan de forma poco sutil el fantástico a la hora de explayar en base al aparatoso subrayado un discurso político o social cuando a lo largo de la historia las buenas películas de género han hecho justamente todo lo contrario, insertar la metáfora de forma casi desapercibida en una estructura fantástica que vertebra de principio a fin el relato. En The Dark and the Wicked si se busca la alegoría o la metáfora de forma detenida se encuentra, esta pude ser por ejemplo la pesada carga mental que acarrea la muerte de un ser querido o como el dolor y el trauma de las pérdidas de alguien cercano llevan a los supervivientes a unos territorios de una mayor vulnerabilidad, sin embargo estas cuestiones intuidas no dejan de ser meras excusas, si se me permite la expresión incluso una suerte de McGuffin, lo primordial aquí es mostrar la cercanía de la muerte como desarrollo de un mal endémico, lo que realmente parece importarle a Bryan Bertino es la creación de una atmosfera malsana y en base a ella exponer un simple relato de terror que sin inventar nada nuevo resulta bastante efectivo especialmente en lo referido a una confrontación de ficciones en un principio antagónicas, por un lado el crudo y desalentador realismo en el que parecen moverse sus protagonistas, casi por momentos lindantes con el documental, y por otro ese concepto fantástico del mal sobrenatural como ente generalizado que se expande casi a modo de un virus. The Dark and the Wicked termina siendo un producto solido que tira de manual a través de una escenografía potente a la hora de indagar en eso tan difícil de ver en la actualidad en una pantalla de cine que es el miedo primario a algo que los protagonistas son incapaces de descifrar, aquí afortunadamente expuesto sin ningún tipo de subrayado en lo relativo a una posible explicación que se ha de buscar, o no, si prefiere prescindir de dicho apéndice el espectador.

Valoración 0/5: 3

Otras vidas, tráiler de «The Education of Fredrick Fitzell»

Fue en 2012 cuando Christopher MacBride debuto tras las cámaras con aquel notable mockumentary de tono paranoide titulado The Conspiracy, ocho años después el realizador de origen canadiense nos presenta el que es su segundo largometraje The Education of Fredrick Fitzell, film cuyo primer tráiler y póster oficial podéis ver a final de página. La película, que se pudo ver en la pasada edición del Festival de Sitges dentro de su sección oficial (critica aquí), se adentra en el complejo concepto de las realidades alternativas y las paradojas temporales.

En The Education of Fredrick Fitzell vemos como Fred no es un detective, un agente secreto o un filósofo. Es una persona normal y corriente que se acerca a los 30 años y que atraviesa una crisis existencial ahora que se ve en el precipicio de la auténtica madurez. Se debate entre varias cuestiones: ¿Debería comprometerse con su novia de toda la vida? ¿Debería empezar a trabajar en una empresa para pagar las deudas y descartar sueño de convertirse en artista? ¿Debería pintar las paredes de su nuevo piso de azul turquesa o azul celeste? Tras un encuentro accidental con un amigo de su juventud que había olvidado, Fred viaja de manera literal y filosófica al pasado. Poco a poco comienza a desentrañar un misterio oculto sobre una chica desaparecida, una droga llamada Mercurio y una terrorífica criatura que le ha perseguido hasta su madurez. A medida que pasado, presente y futuro comienzan a cruzarse entre sí, Fred comienza a explorar todas las posibles vidas que podría tener.

La película con guion del propio Christopher MacBride está protagonizada por Dylan O’Brien, Maika Monroe, Keir Gilchrist, Hannah Gross, Emory Cohen, Amanda Brugel, Ian Matthews, Liisa Repo-Martell, Sima Fisher, Aaron Poole, Josh Cruddas, Maika Harper, Connor Smith, Jackie English, Donald Burda, Hershel Blat, Constantine Meglis, Myles Isen y Andrew Latter.

https://youtu.be/7OXyjihnYFA